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AMLO y Krauze, presidente historiador e historiador crítico: dilemas en libertad

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 Escala Crítica/Columna diaria

* Reto de AMLO: conciliar pasión y razón; pasado y presente      
* Krauze por Cosío Villegas: indignidad, hablar en nombre de otro              
* Anticipar, deficiencia del historiador; descalificar, riesgo político
              
Víctor M. Sámano Labastida
 
En la continuación crítica de su ensayo “El Mesías Tropical” (junio/2006), Enrique Krauze publicó “El Presidente Historiador” (Letras Libres, enero/2019), nuevo retrato en torno a las ideas sobre México de Andrés Manuel López Obrador. Arranca desde la época liberal y el Porfiriato. Se trata de un largo texto que reconoce en parte la sensibilidad social de AMLO, así como su amor por el terruño (trópico tabasqueño) y por México. 
Otra parte, mayor, es la crítica de Krauze al político que a su entender se asume liberal de nombre y se muestra ‘no liberal’ en acciones, según su percepción. Suponemos que ‘no liberal’ es eufemismo para autoritario. La extrapolación puede ser pregunta a Krauze, en pro de la claridad discursiva. El historiador, con astucia, no maneja el adjetivo autoritario para el presidente de México quien como sabemos tiene la mayor legitimidad en la época contemporánea. Lo insinúa. Cuestión delicada, si se abordan verdades históricas y políticas de López Obrador. 
Con colmillo, Krauze no comete el exceso de Leo Zuckerman que llamó ‘Ayatolah’ a AMLO, en el programa radiofónico del periodista José Cárdenas. Eso y más veremos. Al círculo rojo le escuece la popularidad de AMLO, que no baja en encuestas pese a errores, reales o supuestos, que señalan medios y comentaristas.            
HISTORIOGRAFÍA ENTRE PARÉNTESIS 
Krauze anuncia que no se ocupará del uso político de la historia que realiza AMLO en el libro “Neoporfirismo, hoy como ayer” (2014): “mi lectura  -apunta- se centra en la crítica historiográfica”. Luego no cumple esa promesa. En diferentes momentos endereza críticas a AMLO como político. Se vale, pero hay que evitar trampas discursivas.  
Ejemplo: Krauze detecta el principal reto de AMLO, moldeado por la geografía del trópico intenso, pero no se trata de una cuestión histórica sino de un pronunciamiento político. “[Tomás] Garrido y [Carlos Alberto] Madrazo no supieron conciliar la razón con la pasión. ¿Podrá lograrlo López Obrador? Desde el 1 de diciembre de 2018, el salto para él es aún mayor: de México al mundo. Quizá su mayor desafío es otro: comprender los motivos profundos de su pasión para conciliarla con la razón”. 
Bien, y cabe la pregunta: ¿cuáles son los motivos del historiador para seguir la huella de este político? Es evidente el peso de AMLO en el México moderno. Pero resulta significativo que otros políticos no pasen por la lupa del historiador con la misma frecuencia. Krauze, prolífico en intervenciones públicas dirigidas a AMLO, reincide en el tema al inicio de sexenio. Hay oportunidad editorial, desde luego, aunque algo falla en conducta pública: en 2007, para un libro de entrevistas de Carmen Aristegui sobre el 2006 electoral, AMLO declaró: “¿dónde estuvo el liberal Enrique Krauze, en defensa de la democracia? ¿Era mucho pedir que se abrieran los paquetes electorales?”              
        
MUERTOS CON VOZ  
 
Krauze no responde preguntas: es el historiador juez que rechaza al político historiador. “Quien, como López Obrador, politiza la historia, subordina el interés general de conocimiento a sus intereses políticos particulares. El verdadero historiador no está dispuesto a hacerlo”. Planteamiento curioso, pues en varias ocasiones Krauze habla en nombre de un muerto: Daniel Cosío Villegas, el historiador principal que cita AMLO en su libro. Más allá de la extrapolación metafísica, recordamos una frase del francés Gilles Deleuze: “No hay mayor indignidad que hablar en nombre de otro”.       
¿Y por qué no es liberal AMLO? Véase la secuencia del siguiente reproche: “[La república restaurada] fue la época dorada de la crítica del poder, la sátira política y la caricatura, pero nunca se vio a Juárez o Lerdo hacer escarnio, denunciar o afectar en forma alguna esa libertad”. Vemos por dónde van los tiros. Primer golpe: “en este punto sensible, la diferencia de ambos presidentes liberales con López Obrador es decisiva, y es que ellos mismos –a diferencia de nuestro presidente– vivían la libertad como el valor supremo”. El remate, con muerto: “Juárez y Lerdo, como gobernantes –escribe Cosío–, sentían la libertad igual que sus adversarios; sabían que la libertad de sus enemigos era la condición de su propia libertad y que la del país dependía de la libertad de todos.” Sería interesante, en cambio, el balance del periodismo hoy: ¿se le conocen a AMLO actos de censura o persecuciones legales a periodistas?              Krauze, ya encarrerado, define su diferendo con AMLO: “Andrés Manuel López Obrador ya hizo historia como líder social y político, como candidato presidencial. Nadie puede regatearle ese sitio. Pero su aspiración a hacer historia como presidente, aunque legítima, no está asegurada. Para hacer historia como presidente debería leer la historia con humildad. No usarla con fines políticos ni abusar de ella con distorsiones ideológicas”. Krauze se anticipa y dictamina, como si ya fuese 2024. Mientras tanto, el historiador es incisivo en su modestia: “No imaginar la historia como desfile de héroes que culmina en él. No imaginar la historia como libreto que desemboca en él”. En la megalomanía asignada al político, aparece la deficiencia del historiador. Eso es autoritario. Por supuesto que en ese debate las opiniones divergentes enriquecen y aclaran el panorama, que no debe ser obscurecido por el fanatismo de derecha o izquierda…o de centro.
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