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Home Cultura Lito/eral MÍMESIS/Novelas y verdades

MÍMESIS/Novelas y verdades

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 Pablo del Ángel Vidal

La novela es un espejo que se pasea por el camino (Stendhal), para mejor reflejar la complejidad humana. Por ello, la ilusión de realidad ha delineado las mejores muestras del arte narrativo de todos los tiempos. Incluso obras que no aspiran al realismo enseñan hondas verdades sobre la vida. Así pues, la novela es un laberinto que encuentra en su centro el minotauro de la verdad.
La metáfora no quiere ser efectista sino exacta: novela y realidad son vasos comunicantes por su curioso efecto de verdad a través de personajes y situaciones que en estricto sentido son falsos. 
En esta ocasión presento al lector tres breves reseñas de novelas que plantean poderosas interrogantes existenciales con verdades ineludibles.    
En la novela El libro de la risa y el olvido (1978) del checo Milan Kundera, la protagonista llamada Tamina intenta fijar en su memoria a su fallecido esposo, Mirek, pero sus recuerdos más preciosos se le escapan de forma irremediable. Han pasado varios años y, pese a sus esfuerzos, Tamina apenas tiene una libreta a medio terminar de recuerdos escritos, con vivencias nada extraordinarias: festejos familiares, vacaciones, trabajos. Su vida ha sido niebla emocional, pasto para la risa y el olvido. Tamina sin duda amó a su esposo Mirek, sólo que el amor experimentado no garantiza nada a la hora de recordar. El arte novelístico de Kundera es demoledor: si los recuerdos más preciados fallan con el paso del tiempo, ¿en dónde se encuentra la identidad de un individuo? He ahí un problema central del ser humano en la época actual, nuestra época tan proclive a las mentalidades uniformes compartidas en masa, tan derrochadora de soledad entre multitudes. Tamina, un personaje para nada adorador de modas, padece de todos modos la situación del individuo en la cultura de masas, como si nadie fuera inmune a los vicios de su tiempo (Borges).                    
La segunda novela se llama Arthur and George (2006) y la escribió el inglés Julian Barnes, con maestría psicológica inigualable. Se trata de un caso real de injusticia jurídico/cultural en el que aparece ni más ni menos que Arthur Conan Doyle, como un espejo de su propia creación, el detective Sherlock Holmes. Además de esta vuelta de tuerca inolvidable (Conan Doyle en el papel de Holmes), se aborda un caso cuya complejidad cultural es de una actualidad pasmosa: un joven abogado Parsí (de sangre hindú), inglés de piel oscura en el siglo XIX, es víctima propicia del pedigrí británico y Conan Doyle (“agobiado por el microbio de la culpa”) hace su defensa sin mirar pergaminos, enfrentando a un cuadrado jefe de policía que -británico victoriano y político de siete suelas- piensa que todos los asesinos son de piel oscura, y si no lo son pues mala suerte: de todos modos se les aplicará la justicia. Desde luego, esto si Conan Doyle/Holmes lo permite. Son 523 páginas intensas y formativas que se van como una ráfaga de aire fresco. Es la novela más larga de
un Barnes renovado con esta implacable ficción en perfecta colindancia periodístico/histórica. El Barnes novelista/investigador de El loro de Flaubert vuelve por sus fueros, desmadejando la hipocresía cultural del llamado Primer Mundo. Y por si fuera poco, hay en el inter del caso jurídico (como parte del perfil de Conan Doyle) la historia de amor más gélida salida de la pluma del
siempre gélido Barnes. Ahora bien, la pregunta clave de Barnes, con esta novela, pasa por las apariencias que construyen la condición humana moderna: ¿en qué medida no somos lo que parecemos?  Una novela recomendable para especialistas en imagen, identidad y marketing. Aunque advierto: será para pulverizar sus certezas.         
La tercera novela se llama El libro de las ilusiones (2002), del norteamericano Paul Auster, quien  hace cera y pabilo del pacto ficcional entre autor y lector, un pacto que los clásicos llamaban “la suspensión de la incredulidad” (Coleridge). Se cuenta la historia de Héctor de Mann, un actor argentino/alemán de la época del cine mudo, contada por el novelista Dan Zimmer. Si se busca en las enciclopedias del cine a Héctor de Mann, es probable que sólo se encuentre humo. Así que todas las películas que el novelista Zimmer describe y analiza, en torno a Héctor de Mann, tienen una consistencia onírica impresionante. Auster traza un juego de espejos que resulta una combinación preciosa entre cine y literatura. Pero eso no es todo: Zimmer llega a Héctor de Mann por un accidente aéreo en el que fallecen su esposa y sus dos hijos, en unas vacaciones idílicas que nunca fueron. Zimmer se atrasó por un trabajo pendiente y vive con la negra certidumbre de que debía abordar el mismo avión que su familia. Un muerto en vida que ahora bebe en soledad hasta que cambiando canales en la TV se topa con una de las películas mudas de Héctor de Mann. Las escenas lo hacen reír. Lo vuelven a la vida. Zimmer no lo sabe, pero está comenzando su segunda muerte. Escribe un libro sobre Héctor de Man, y Paul Auster sacude nuestras mentes cuando Zimmer recibe una carta en la que se le dice que Héctor de Mann vive y quiere verlo. La pregunta que Auster traza es: ¿importa más el misterio del azar que se vive en la realidad, o la realidad que se vive en el misterio de la ficción?                        
Desde muchas entradas, el arte literario cuenta verdades y reflexiona sobre la vida con una espléndida salida: el asombro del lector. Trabajar los sentidos y las ideas para la conmoción y la lenta pulverización de certezas. Pero además de asombro hay deleite. Para terminar, no olvide el lector que con el arte literario sucede lo que el argentino José Bianco patentó citando a Calderón de la Barca: “El sueño, autor de representaciones, sombras suele vestir, de bulto bello”. Las sombras del arte no son la vida, aunque iluminen aspectos de nuestras vidas con sus verdades ineludibles.         
  
 
 

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