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Home Cultura Lito/eral MÍMESIS/Los caminos del arte

MÍMESIS/Los caminos del arte

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 Pablo del Ángel Vidal

Oscar Wilde escribió: “El arte, en su totalidad, es completamente inútil”. Esta idea no descree del arte, como pudiera pensarse a primera vista. Wilde era un esteta, no un artesano que tiene que crear cosas útiles. Si esa frase perteneciera a un sociólogo marxista, la crítica al arte estaría presente, pero Wilde abogaba por el arte en sí mismo, postura polémica en su tiempo y ahora, cuando muchas interpretaciones del arte se realizan desde ángulos culturalistas, en donde el significado social y político no puede deslindarse de la temática artística.
Para Wilde, el arte es completamente inútil por su belleza y su capacidad para asombrarnos. Apunta no a la sobrevivencia, sino al gozo de vivir, a la intensidad del intelecto retado por otra inteligencia. La inutilidad del arte que apunta Wilde no es un reproche al arte, sino su condición esencial: escapar de condicionamientos utilitarios o ideológicos.              
Refiriéndose al arte literario, en el prólogo a su Biblioteca personal, Jorge Luis Borges siguió la estela de Wide y escribió: “Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin porqué, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía El arte sucede”. De las citas de Borges a la frase de Wilde hay un paso. La inutilidad del arte es parecida a la de una puesta de sol, según Borges: ¿Por qué existe la puesta de sol? Porque es bella. No preguntemos por su utilidad.
¿Y qué diría Wilde de todo esto? Lanzaría uno de sus aforismos: “Cuando la gente está de acuerdo conmigo, siempre pienso que debo estar equivocado”.                     
El arte es un espejo de múltiples caras. A continuación, citaré frases relativas al arte, la escritura y la imaginación, esperando combinar las referencias en un diálogo que atraviese el problema del arte y nos devuelva -al menos- sugerencias de trabajo para artistas en vías de formación.  
“El misterio es el elemento clave de toda obra de arte”. Luis Buñuel. Se sabe  que la ambigüedad en el arte tiene signo positivo, porque genera diversos recorridos de lectura. En el periodismo, por el contrario, la ambigüedad tiene signo negativo, al producir confusión en los datos o versiones a contrastar con la realidad. Siguiendo por el lado del misterio, el poeta beat Lawrence Ferlinghetti escribió: “Un poema es un espejo que camina por una calle desconocida”. De tal suerte que el asombro, la extrañeza, es el resultado de dicho paseo. En la misma línea, el novelista francés Gustave Flaubert planteó: “Amen el arte: entre todas las mentiras, es la menos mentirosa”. De ahí proviene quizás la fuente que inspiró a Vargas Llosa cuando habló de ‘La verdad de las mentiras’ a propósito de varias grandes novelas. 
Abonando el terreno de Wilde, el francés Jean Cocteau enfatizó lo siguiente: “La poesía es indispensable, pero me gustaría saber para qué”. De nueva cuenta, la gratuidad del arte aparece como elemento catalizador de su verdad. En esta perspectiva, no parece casualidad que el alemán Lessing hiciera una distinción crucial: “El fin supremo de la ciencia es la verdad; el fin del arte es el placer”. Casi lo mismo que lo dicho por Voltaire: “La imaginación es la loca de la casa”. Pero, valga la paradoja, no se trata de una locura insensata, sino de una locura creativa en grado sumo. La imaginación está loca, sí, pero requiere trabajo del artista: “La calidad nunca es un accidente, siempre es el resultado de un esfuerzo inteligente”, escribió el crítico de arte John Ruskin y creo que tiene sobradas razones para plantearlo. Con otras palabras, lo mismo dijo Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. En el terreno literario, lo dice así Nicolás Boileau: “Antes que a escribir, aprended a pensar”. La disciplina de pensar, antes de sentarse ante la hoja en blanco. Por ello, resulta lógico lo dicho por A. Godin: “Las palabras son los clavos para fijar las ideas”. El trabajo detona la imaginación, o lo que es lo mismo: sin trabajo no hay imaginación que valga. 
Observe el lector cómo se fue deslizando nuestro texto desde el arte por el arte de Wilde hacia el misterio artístico que devino imaginación activada por el trabajo del artista. Es curioso el triángulo que se formó: arte, imaginación y trabajo.  Esa es la sugerencia para artistas en formación.
Pero Wilde tiene la última palabra para artistas avanzados: “Ningún artista ve las cosas como son en realidad. Si las viese así, dejaría de ser artista”.  Lección posible: el arte es extraño, o no es nada.   
          
 
 

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