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Home Escala Crítica La Guerra de Galio y la administración perversa de la historia y de la justicia

La Guerra de Galio y la administración perversa de la historia y de la justicia

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 Escala Crítica/Columna diaria

* La dolencia nacional: “todo lo que crece, se corrompe”
* Una clave para ser ciudadano: identificar la falsedad
* Literatura, periodismo y poder político: ¿ficciones reales?
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
Existe en el país un sentimiento de zozobra. Se extiende la percepción de que vivimos una etapa de decadencia en lo económico, social, moral y de gobernabilidad. El país –escuchamos-, con todo y alternancia, las cosas siguen igual o peor: sólo crece el cinismo del poder, la inseguridad en las calles y el hartazgo ciudadano. Hay una crisis permanente, a partir de lo que el italiano Leonardo Sciascia llamó la paradoja legal: “en nuestros países, toda administración de justicia es perversa”. Hay excepciones que son eso.
La guerra de Galio, es una novela escrita por Héctor Aguilar Camín. Publicada en 1991 cumple 26 años y resiste con brío el paso del tiempo: describe con suficiencia el sistema político mexicano, desde sus palacios hasta sus sótanos. Nos sirve ahora para reflexionar sobre nuestro entorno y circunstancia.
En el año de la publicación de “La guerra de Galio”, Carlos Fuentes dijo sobre la novela y su autor: “Sólo podemos ser algo a partir de la nada aquí descrita; sólo podemos ser algo mejor a partir de este horror que aquí les muestro; la medida de nuestra salvación está en la energía de nuestra degradación”. 
La posibilidad de salvación (cultural, social) la encarna el historiador Carlos García Vigil, metido a periodista en los años 70s de guerrilla y populismo echeverrista. La degradación la patrocina Galio Bermúdez, historiador frustrado que, para costear sus vicios, funge de asesor en Gobernación. La historia, con mayúsculas y minúsculas, dos caras contrapuestas, se desarrolla en el presente inmediato de riesgos, tensiones y negociaciones a trasmano, como sucede en la política de todos los tiempos.
 
RAÍZ HISTÓRICA: LA FALSEDAD     
         
La escena clave: Galio pregunta a Vigil por el texto fundador de la historia mexicana. “Cualquiera”, dice Vigil. “Claro que cualquiera, querido, pero, ¿por qué?”, revira Galio. Luego de una respuesta muy elaborada de Vigil, que apuesta por la confesión de arrepentimiento de Hidalgo (mayo de 1811), Galio ataca: “el texto fundador son las Memorias del General Antonio López de Santa Anna”. Vigil protesta: “son apócrifas”. Galio da el jaque mate: “precisamente por eso”. 
Esta escena opone no sólo las visiones de Galio y Vigil, sino a Hidalgo frente a Santa Anna. La tragedia (Hidalgo) contra la opereta (Santa Anna). A partir de ese contraste, la escena propone una lectura cultural de México: la falsedad como segunda piel, verdadera piel, de un país sin justicia social, desigual en lo económico y asimétrico en lo jurídico. Aunque precisamente la justicia social ha sido obsesión de caudillos, intelectuales, líderes y proyectos de nación a lo largo de casi 500 años de historia. De Clavijero a Morelos, de Juárez a Zapata, de Santa Anna a Díaz Ordaz y Salinas de Gortari, de Cuauhtémoc a José Vasconcelos y José Revueltas, de Lázaro Cárdenas a López Obrador. 
No es un espejo grato la falsedad: acentúa la discordia nacional. Pero es el punto de partida para, como dijo Fuentes, “ser algo a partir de la nada aquí descrita”. El pesimismo, en historia, es un realismo alimentado de proyectos fallidos. Oportunidades perdidas que, sin embargo, son tierra fértil por las amargas lecciones que encierran para el presente mexicano.
 
PERLAS DE GALIO
 
A reserva de abordar en otra entrega las interpretaciones políticas de La guerra de Galio y su conexión (fascinante) con el presente mexicano, veamos en esta oportunidad algunas premisas que hacen de esta obra ficticia un espejo rajado del siglo XX mexicano.
La premisa descriptiva. “No se necesita ser crítico para demoler este país: basta con describirlo”. Cuentan que don Daniel Cosío Villegas se cansó de recibir elogios por sus “valientes artículos” escritos en el Excélsior de Julio Scherer en los años setentas. La queja de Cosío Villegas es la querella de todo periodista: ser valorado por su inteligencia, no (solamente) por su valentía. El periodismo contemporáneo necesita una inteligencia valiente. Dos cualidades en una misma persona. Un don raro.
La premisa del lenguaje político: “La habilidad verbal de un político se mide en México por su capacidad de eludir antes que por el compromiso de decir”. Este país se llena de declaraciones vacías, mientras el ciudadano persevera en el abstencionismo. Es una tragicomedia, como las memorias de Santa Anna que van de 1810 a 1874.
La premisa del presidencialismo: “Su cabeza es un laberinto burocrático dibujado por un intendente ciego. Pero ese intendente ciego se sueña el atalaya de la patria”. No hay antídoto contra el poder ciego. El poder presidencial en México, ciego por intereses particulares y de grupo, necesita datos exactos del país. Un baño de realidad, para no perderse en el laberinto. 
Sobre el periodismo crítico que se ceba en el sistema político-social, Galio apostilla: “A un jorobado no se le desnuda y se le pasea por la calle”. Lamentablemente, mientras el periodismo crítico quiere mostrar al jorobado, el poder quiere recluirlo. ¿Cómo conciliar visiones? El desencuentro tiene su resultado: en el siglo XXI, México es el país más peligroso para ejercer el periodismo.
La premisa de la especulación: “No le preste su inteligencia a las acciones del enemigo. No les otorgue una coherencia que no tienen”. Galio es sinuoso y práctico, Vigil es sinuoso y ético, lo que es más raro. La novela de Camín propone un centro secreto: aleatorio poder, aleatoria política. Ni siquiera se puede confiar en la maldad constante de alguien. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
 
 

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