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Home Escala Crítica México y el gradualismo sin justicia: las transformaciones inestables

México y el gradualismo sin justicia: las transformaciones inestables

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 Escala Crítica/Columna diaria

* Gradualismo, sin estancamientos ni atajos; o el caos
* La urgente necesidad de frenar la creciente desigualdad
* El proyecto nacional: inconcluso; medio país se queda afuera
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LA ACTUALIDAD suele enviar mensajes significativos para quien quiera verlos. Lo que ocurre en diversos países como Siria, Venezuela, Rusia y Corea del Norte, es buen termómetro para perseverar en el gradualismo político y social de México, pese a los tropiezos de la transición democrática en 30 años de fatigas. 
No es una invitación al inmovilismo: hay que evitar el caos. Aunque a varios comentaristas les parece excesivo advertir sobre un caos nacional. Otros se benefician del conflicto, no importándoles las víctimas. El caos en nuestro país significa, simple y llanamente, mayor desigualdad. En traducción gubernamental, significa incapacidad e incompetencia para regular y ordenar la vida pública, para garantizar los espacios públicos, la actividad pública y la opinión pública. Juzgue el lector dónde estamos parados.
Sobre los mensajes de la actualidad: la violencia en las calles descalifica a los gobiernos de Siria (promotor oculto del terrorismo hacia la población que dice representar) y Venezuela (represor directo de protestas populares pacíficas, más allá del evidente intervencionismo gringo que no justifica el militarismo local). Por otra parte, las decisiones impuestas por fuerza militar descalifican a los gobiernos de Rusia y Corea del Norte, autócratas de estirpe.   
Frente a ese caos, el gradualismo se nos aparece como necesario. Con una condición que debe cumplirse: aplicación imparcial de la justicia. Porque el gradualismo sin justicia pareja deviene gatopardismo; es la “dictadura perfecta”. Los ciudadanos se hartan, como ocurre ya en Venezuela. Cien muertos en dos meses, atestiguan la dolorosa búsqueda de justicia del pueblo venezolano, la oligarquía sólo calcula sus beneficios materiales y Nicolás Maduro llama a “nuevos diálogos de paz” con los soldados fieros en las calles. 
El gradualismo con justicia, opción que defiende la mayoría de la población en México, merece un recorrido histórico: ha sido un pendiente central para cualquier régimen democrático de América Latina. ¿Dónde está el grupo político que, proyecto en mano, se enfrenta a este desafío? Habrá que ver el 2018.
 
ENTRE EL TOTALITARISMO Y LA REVOLUCIÓN
 
EL SIGLO XIX y el siglo XX fueron de Revoluciones y Totalitarismo, en combate cuerpo a cuerpo. Desde arriba y desde abajo, hubo la fórmula grandilocuente del todo o nada. La prisa de la revolución y la inercia del totalitarismo  vacunaron las ilusiones del mundo democrático. Demasiada sangre y demasiada impunidad. Cuando se apuesta todo, se corre el riesgo de obtener nada. Claro, siempre habrá quienes desde el blindaje del poder o la irresponsabilidad alienten la confrontación.
A mediados del siglo XX, luego de la Segunda Guerra Mundial, cobra forma un pensamiento político reformista, que propone una solución intermedia para el desarrollo social y cultural de las naciones. Raymond Aaron (Francia), Norberto Bobbio (Italia), Luis Villoro (México), Enrique Lynch (Argentina), entre muchos otros abonaron el terreno de la moderación, para salvar al niño y no tirarlo con el agua sucia. Lo que antes era criticado como simulación (por los revolucionarios) y como impostura (por los dictadores), se convirtió en opción para trabajar hacia el bienestar sin desaparecer a los enemigos. Crucial detalle técnico del que se encarga la democracia. 
Gradualismo fue, en política, negociación y convivencia entre contrarios, sin ases debajo de la manga.  Puja por la civilización sin barbarie. Pero hoy, el gradualismo sin justicia real –no simulada- resulta invitación a la rebelión sin brújula, a la desesperación que aniquila, al caos. Lo vemos, de manera sigilosa, en varias regiones de México, con autodefensas ciudadanas y el crecimiento del “crimen organizado”. Esto sucede por: a) la inseguridad, b) la ley dispareja, c) la extrema pobreza, d) la falta de opciones económicas, e) la evidente incapacidad de un gobierno que desconoce la historia por lo que no puede imaginar el futuro.
 
EL GRADUALISMO DE LAS ÉLITES              
 
“LA EFICACIA suele tener las manos sucias y el alma fría”, dice un pragmático Galio Bermúdez en la novela de Héctor Aguilar Camín, La Guerra de Galio (1991), a la que me referí en una reciente entrega y que vuelve a tener actualidad frente a lo que nos depara el 2018. Es un alegato a favor del gradualismo, donde sin embargo falta la justicia. No es casualidad que el citado Galio se queje de un secretario de Gobernación –su jefe- que no se robó lo que se le imputa, al calificarlo de ingenuo, porque “la única manera de sobrevivir a un sexenio es acumular poder y propiedades”. Es el retrato de un sistema que fue y que varios actores ahora quieren repetir. Ya lo dijo aquel incisivo alemán: la historia se repite como tragedia o comedia.
El abuso y la ambición es lo que debilita el gradualismo planteado de muchas maneras por quienes no quieren a los de abajo como carne de cañón. Pero el realismo politiquero se convierte en cinismo y corrupción. 
Nos toca decidir. En especial a quienes tienen la posibilidad de plantear un cambio. No basta ganar una elección; es necesario gobernar. Es allí donde el gradualismo con justicia se convierte en opción real en el siglo XXI mexicano. Lamentablemente el gradualismo ha sido descalificado en auténtico significado.   ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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