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Home Escala Crítica Trump y Maduro, autoritarismos del siglo XXI, imagen mediática y gobernabilidad

Trump y Maduro, autoritarismos del siglo XXI, imagen mediática y gobernabilidad

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 Escala Crítica/Columna diaria

*La política y la confrontación, el abandono de la democracia
*Los modelos que recurren a la irracionalidad y las pasiones
*Cuando cuenta más la apariencia que la realidad, lucha de medios
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LO QUE SUCEDE en Estados Unidos y en Venezuela debe ser un espejo útil para que valorar la falta que hace una política que realice lo que en teoría es su función: organizar la convivencia, ordenar el bien común, garantizar la vigencia de un sistema democrático, evitar la confrontación física y violenta, mediante la garantía de un debate de ideas y la equitativa competencia por el poder. 
Desde la antigüedad, el modelo de organización de la sociedad en la toma de decisiones para evitar un estado de permanente beligerancia fue motivo de preocupación de los grandes pensadores. Somos herederos del pacto social planteado por personajes como Thomas Hobbes, John Locke y Juan Jacobo Rousseau. Aunque lamentablemente en la época actual pareciera que la tendencia es contraria a todo pacto social.
 
LA ILUSIÓN DE LAS MENTIRAS
 
EL SIGLO XXI en política ha reforzado la maquinaria del poder mediático con estrategias de ilusión y mentiras. Esto incluye argumentos volátiles, inviables pero atractivos hacia capas de población desprotegidas y anhelantes de bienestar. La simpleza del discurso frente a la complejidad de los problemas. El boom mediático ahora pasa por la agresividad discursiva, con descalificación artera del adversario y ausencia de racionalidad. Es la percepción y no la razón. Es el aniquilamiento, no la colaboración.
Tanto los medios tradicionales (prensa, radio, televisión) como las nuevas plataformas de comunicación (internet, periodismo en línea, redes virtuales, marketing 3.0, publicidad virtual y holográfica) desarrollan a velocidad luz la cobertura de sucesos. Tobogán de declaraciones y datos inconexos al que los políticos se suben sin chistar. Con una consecuencia terrible: la gobernabilidad es más cuestión de imagen que de realidades. Todavía más: la apariencia es realidad. 
En resumen: la reputación y fama política depende de la resonancia mediática y exposición pública de un actor social. En ese tobogán intentan dominar Nicolás Maduro y Donald Trump, gobernantes que han asaltado el siglo XXI a través de estratégicos trucos mediáticos. 
Veamos en paralelo sus casos, que arden en la arena pública. Maduro, heredero militar del Chavismo, con la convocatoria a una Asamblea Constituyente en Venezuela, que pretende desmontar la mayoría opositora parlamentaria y eludir una elección presidencial en el 2018, riesgosa para él.
Trump, atrabancado empresario colocado en el cargo más poderoso de la política mundial, con investigaciones abiertas en el Congreso y una sacudida de su equipo en medio año de gobierno. Y de ribete, con sanciones a varios funcionarios venezolanos que –según Trump- “obstruyen el desarrollo democrático de Venezuela y el respeto a los derechos humanos”. Una vuelta de tuerca que une en la discrepancia a los personajes de hoy.     
AUTORITARISMOS Y  PODER MEDIÁTICO 
DONALD Trump es político de récord Guinnes. Lo siguiente, completito, no lo había hecho ningún Presidente de los Estados Unidos: 1) Hacer público un montaje de lucha libre donde tunde a su contrincante que en el rostro lleva el logotipo del New York Times; 2) Asignar reporteros en actos oficiales por selectiva fidelidad al discurso Trumpista; 3) Decir, “no lo sé: es la información que me dieron”, cuando un reportero de la CNN lo desmintió cara a cara, con datos históricos de las elecciones presidenciales; 4) Tratar de derogar un programa nacional de salud pública (el Obamacare) sin proponer un programa alternativo. Tres senadores republicanos, del propio Partido de Trump, más 48 demócratas votaron en contra y el Obamacare sobrevive; 5) Desplazar, en su primer año de gobierno, a su principal asesor, Stephen Bannon, y ahora remover a su Jefe de Gabinete  Reince Priebus. Ahora parten el queso John Kelly (nuevo as de Washington) y Anthony Scaramucci (director de Comunicación); 6) Tener a un hijo bajo sospecha de espionaje electoral, por nexos con Rusia. Tanto así que ya Rusia cambió de embajador en Estados Unidos: el principal señalado como aliado del clan Trump.   
Trump gusta de la Montaña Rusa en política, y no por Vladimir Putin. Es un autoritario que sacude sus penas con Twitter y reescribe la historia de su país cada día cuando denuncia “¡Fake news!” (Noticias falsas) en cada nota periodística que lo compromete con datos duros, no con invenciones.
Lo más delicado del asunto es que la opinión pública del siglo XXI es tan volátil y carente de memoria, que la siguiente semana aparece Trump mencionando sus éxitos y en términos de imagen pública nada ocurre: no se erosiona su credibilidad. Son apenas 6 meses de gobierno. Quizás es pronto para ver el derrumbe mediático de Trump, pero desde su precampaña de 2015 se menciona su Waterloo y no llega.
Un caso de sociología política digno para el análisis. El problema es que con Trump, igual que con Maduro, la racionalidad no sirve de mucho. El polémico militar venezolano es heredero de un movimiento golpista (el que encabezó Hugo Chávez en 1992 contra Carlos Andrés Pérez), legitimado después en las urnas cuando Chávez ganó las elecciones en 1998. Maduro ha logrado, al igual que Chávez una preocupante confusión en la llamada “izquierda latinoamericana” al anteponer la defensa de un presunto liderazgo antimperialista frente al avance de una organización democrática de la sociedad. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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