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Home Escala Crítica Crueldad sin límite, crímenes al día; se multiplican las víctimas inocentes

Crueldad sin límite, crímenes al día; se multiplican las víctimas inocentes

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 Escala Crítica/Columna diaria

* Siglo XXI, ruptura de valores como signo; adiós de la empatía
* Mecánica de la muerte: prisa con inconsciencia, latido violento
* Tiroteos, bombas, atropellos premeditados; los otros no importan
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
RECUERDO el título de un polémico texto de José Joaquín Blanco: “Ojos que da pánico soñar”. Parafraseando podríamos decir que en la prisa diaria del periodismo, hay temas que resulta indiferente abordar. Se prefiere el chisme o el escándalo que se agota a los cuantos segundos, sepultado por otro. Sin embargo, como el amable lector sabe, de vez en cuando nos detenemos en esta columna para tratar de mirar el horizonte. 
El ser humano, con sus cualidades y contradicciones, resulta la materia prima de la política. El deterioro del ser humano significa sin más el deterioro de la política. El siglo XXI es una encrucijada de valores que jalonea a la política en diversas direcciones. Hitler ganó una elección con demagogia exquisita, lo mismo que Donald Trump; azote de la diversidad cultural desde la cima del poder. 
La política refleja las altas y bajas del quehacer humano, en forma de opinión pública. Vivimos horas sombrías, con decisiones políticas que entronizan el populismo mediático, del que ya se habló en otra entrega.   
Una frase de Elías Canetti desnuda el problema de los valores humanos en la política: “El ser humano, que se considera la medida de todas las cosas, sigue siendo en esencia un desconocido”. Nos recuerda desde su mirada vigilante; “¿Habrá alguna idea que no merezca ser pensada de nuevo?” Hay que volver a pensar los valores humanos que ahora se deshacen en nuestras manos, cual momias recién desenterradas.
Se anuncia un adiós de la empatía y la consiguiente degradación de la política.
 
DEMOLICIÓN DE PUENTES
 
UNA FRASE de F. Scott Fitzgerald marca con hierro candente la modernidad que habitamos: “Evidentemente, toda vida es un proceso de demolición”. El filósofo francés, Gilles Deleuze, usó esta frase para advertir “cómo la empatía es un proceso en extinción entre los seres humanos”. Conforme se desarrolló el siglo XX y nos adentramos en el siglo XXI, la demolición de los valores ha representado la devaluación de la vida. Casi nadie se pone en los zapatos de los demás. El individualismo de la ilustración, con sólidos valores humanistas se derrumba entre luces de neón y dispositivos electrónicos que ahogan el contacto humano. Así las cosas, aparece un individualismo divorciado del perfil humanista, que se entroniza como consumo y placer a partir de un ‘yo’ que no ve más allá de su nariz.
Los valores humanos se pulverizan. Lo vemos en las siguientes tragedias, ocurridas en el transcurso de un mes: a) 26 muertos y 20 heridos por tiroteo indiscriminado, durante el servicio religioso en una iglesia bautista en Texas, el domingo 5 de noviembre. Días antes, el perpetrador Devin Kelley difundió en Facebook fotos de la ametralladora que usaría en la mayor masacre en la historia de Texas; b) 8 muertos y 12 heridos por atropellamiento de ciclistas y peatones en Nueva York. El atacante, un uzbeko de 29 años, utilizó una camioneta y recorrió 20 cuadras antes de ser detenido; c) tras perder la custodia legal de sus hijos, Mireya de 38 años de edad, envenenó a sus pequeños de 10, 8 y 6 años de edad, junto con el abuelo de éstos, en la delegación Magdalena Contreras de México. Mireya se suicidó; d) en Querétaro, una mujer de 34 años de edad asesinó a sus dos hijos, por un arranque de celos, mandó fotografías a su marido y se suicidó; e) después de un concierto en Las Vegas, un hombre dispara contra la multitud y mata a 50 personas, con 300 heridos, en la mayor masacre en la historia de Estados Unidos hasta ahora.
Las tragedias son legión: tres muchachos que, en California, por aburrimiento de fin de semana asesinan a un beisbolista y su novia (2014); una joven que en China deposita a su bebé en un tubo de desagüe (2015); los atropellados (13 muertos) de las Ramblas de Barcelona (septiembre de 2017); el atentado al edificio de la revista Charlie Hebdo, semanario satírico francés, con 12 muertos (enero de 2015); los atentados simultáneos, en el restaurant parisino Petit Cambodge, en el teatro Bataclán y en una calle cercana al Estadio Saint Denis, con 137 muertos, 100 rehenes y 415 heridos (noviembre de 2015).
   
UN DOLOR CULTURAL
 
CUANDO las vidas de otros no importan y el ‘yo’ se regodea, la empatía se va por el desagüe. El placer, el consumo y la violencia se dan la mano en un vals tétrico. Es una alteración que se achaca a la psicopatía generalizada, o al terrorismo. No se acepta el mensaje de deterioro cultural. No se acepta que la acción política se deteriora en la información vertiginosa y obesa, que es sobreinformación y desinformación. 
Donald Trump, un político salvaje sin memoria cultural, acaba de declarar que “se trata de casos concretos de salud mental”. No es desde el facilismo psicópata como se podrá revertir la situación global. La discusión estará completa cuando se considere el ambiente cultural como factor en las tragedias y atentados.
Los valores humanos implican la construcción de un marco común. Un esfuerzo de leal empatía. Ahora el marco común, la tecnología, nos aleja de valores humanos: se pierde el cara a cara, fundamental. La inmensidad digital desdibuja los rostros. Y la política se sacude por esa mutación cultural. Bien haríamos, políticos y los ciudadanos, volver a colocar la medidas de nuestra corresponsabilidad ahora que nos toca elegir. 
AL MARGEN
¿Quién se reunió con quién o dijo algo de alguien?, ¿cuál es el escándalo del día?  ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 
 

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