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Home Escala Crítica México también es Centroamérica; violencia, pobreza y migraciones

México también es Centroamérica; violencia, pobreza y migraciones

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 Escala Crítica/Columna diaria

*Hace tres décadas, hasta 50 mil refugiados en el sureste
*Un economía criminal: exportación de mano de obra barata
*Inversión para el desarrollo, la respuesta prometida…otra vez
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LAS FRONTERAS son las cicatrices de la historia. Esta frase la escuché por primera vez en voz de José María Pérez Gay, un destacado escritor y querido amigo –ya fallecido-, con quien compartí labores en Radio Educación. Lo recuerdo ahora que una multitud de migrantes rompen las vallas en los límites con Guatemala. La policía federal mexicana utilizó gases, escudos y toletes para contener este masivo éxodo.  
El modelo económico que apunta más al mercado que a las personas los ha expulsado de sus países en Centroamérica y México es el paso obligado. Otro tanto ha sucedido desde nuestro país hacia Estados Unidos.
 
LÍMITES POROSOS
 
ANTES, otro modelo de dominación –en los años 70 y 80-, colocó a Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, en un estado de guerra interna, apoyados los gobiernos militarizados por las tropas y armas de Estados Unidos. En aquellos tiempos, recordemos, unos 50 mil refugiados guatemaltecos se instalaron en Chiapas, Campeche y Quintana Roo (según cifras de la ACNUR); también hubo algunos asentamientos en Tabasco.
En el año 2011, una Ley de Refugiados y Protección Complementaria permitió que decenas de guatemaltecos obtuvieran su residencia permanente. En 1996, la guerrilla y el gobierno guatemaltecos habían firmado un Acuerdo de Paz lo que dio oportunidad a miles de familias reintegrarse a sus hogares. Pero la situación económica no mejoró en las naciones centroamericanas. 
Por el contrario, la población pasó a vivir bajo el terror de la violencia: por un lado, las armas usadas en la guerra interna quedaron en manos de quienes no sabían otra forma de existir que matando; por otro, las agresivas pandillas expulsadas de Estados Unidos hacia Centroamérica, en particular a El Salvador, multiplicó el crimen. Según ha señalado el ex guerrillero Joaquín Villalobos:  estando en Centroamérica las pandillas “se multiplicaron por la pobreza y se volvieron más violentas por la incapacidad de los gobiernos para detener su avance. Ahora son un poder fáctico que controla territorios y somete población”.
Lo que sucede en México en algunas regiones, donde expropiación brutal de las tierras y la presencia del crimen vacía pueblos enteros, ahora lo vemos en los países vecinos a nivel masivo….Con un impacto directo en nuestro país. Esta cuestión se ha convertido en un desafío a las relaciones internacionales y a las respuestas humanitarias.
 
LA ÚLTIMA FRONTERA
DESDE la campaña electoral, Andrés Manuel López Obrador propuso el plan “La última frontera” para disminuir y evitar la emigración atendiendo las causas en los países de origen. Dijo lo que luego ha repetido como presidente electo: se trata de que la gente se quede “en donde están sus familiares, sus costumbres, sus tradiciones y su cultura, que si la gente quiere emigrar que lo haga por gusto y no por necesidad".  No está por demás decir que la migración interna ha sido también respuesta a una necesidad y a una condición cultural. Pero no había llegado a niveles de catástrofe humanitaria.
De acuerdo al planteamiento de AMLO es necesario crear una última cortina o barrera de desarrollo económico, con empleo y seguridad. El proyecto es impulsar inversiones en los estados fronterizos, pero también crear una bolsa internacional para el progreso de Centroamérica.
En septiembre del 2015, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habló en Naciones Unidas de un programa de “inversión en desarrollo” para los países que más población expulsan. La respuesta del actual mandatario norteamericano Donald Trump es totalmente contraria: cerrar fronteras y cancelar financiamientos.
El problema es muy complejo, pero los gobiernos parecen empeñados a enredarlo más. Quizá porque representan más a las corporaciones financieras que a las comunidades. Los países empobrecidos de Centroamérica –como sucede con algunos estados mexicanos- viven de las remesas que envían quienes trabajan en el extranjero.
Escribió Roberto Lopes en Rebelión.org: para tener una idea de lo que significaría la expulsión de migrantes desde EEUU basta observar que “las remesas enviadas a sus países de origen equivalen a casi el total de sus exportaciones. En el caso de Honduras son la primera fuente de divisas y, el año pasado, llegaron a 4 mil 355 millones de dólares. En El Salvador alcanzaron, en el mismo período, 5 mil 021 millones de dólares, según el Banco Central salvadoreño, casi 10% más que el año anterior. Cifra que, en Guatemala, fue de casi 8,2 mil millones de dólares en 2017”. En otras palabras, vemos unas economías que subsisten por la exportación de fuerza de trabajo; personas  como mercancías.
Estamos ante una de las más graves crisis de la globalización. Pero también en un momento en el que se pone a prueba el discurso mexicano a favor de nuestros migrantes. Tenemos experiencia de la profunda xenofobia y racismo de amplios sectores de la población. Basta ver cómo se expresan y cómo tratan a quienes proceden de otros estados del país. Una xenofobia que en algunos casos se convierte en política pública al rechazar oficialmente a quienes proceden de otras entidades y otras etnias.
 
AL MARGEN
UNA ECUACIÓN difícil deberá resolver el gobierno federal que inicia en diciembre: por un lado se anuncia la eliminación de miles de plazas de servicio público (burocracia), y por otro se debe enfrentar el reto de crear empleos. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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