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Home Escala Crítica Desconfianza y corrupción, los eslabones de un sistema que se deben desmontar

Desconfianza y corrupción, los eslabones de un sistema que se deben desmontar

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 Escala Crítica/Columna diaria

*Una ley de responsabilidad ciudadana, contra el coyotaje y los moches
*Adiós a los inspectores: propone AMLO otorgar crédito a la palabra
*La subcultura dela sospecha y el engaño tiene altos costos sociales
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
SE ACABARÁN los inspectores y la persecución a los micro, medianos y grandes empresarios. La ley anunciada por Andrés Manuel López Obrador sobre “confianza y responsabilidad ciudadana”, por lo menos tiene ese objetivo: eliminar las inspecciones federales en establecimientos mercantiles y de esta manera decir que el gobierno confía en la población, para que ésta confíe en el gobierno. Construir una vía de ida y vuelta. Este tipo de acciones se puede extender a otros ámbitos de la vida pública.
Ayer, en una videograbación en la que estuvo acompañado de Julio Scherer Ibarra, consejero jurídico de la Presidencia, AMLO explicó en términos generales un ley que es una especie de “crédito a la palabra”, en la manifestación del cumplimiento de las normas de sanidad, hacendaria y de protección civil. Podría ser también de carácter laboral y de servicios.
 
CADA VEZ MÁS CARA
 
SE HA DICHO que los mexicanos tenemos que pagar un muy alto costo por la corrupción y por la desconfianza. El ejemplo más conocido es el de las elecciones federales: se les destinan unos 28 mil millones de pesos. Son las más costosas de América Latina. Esto sin contar lo que se gasta en cada una de las 32 entidades del país donde hay institutos electorales y una estructura “de supervisión”. 
Hay que pagar a un grupo de consejeros electorales, funcionarios, jueces, contar con credenciales infalsificables –con una gran cantidad de candados: fotografía, código de barras, holograma, microimpresión, papel de seguridad, número único, etcétera- y utilizar boletas “blindadas” –en papel seguridad, código distintivo, impresión ultravioleta, sello de agua… En fin, elección tras elección se añaden nuevos requisitos producto de la sospecha surgida de la desconfianza.
Ha pasado lo mismo con la vigilancia del uso de los recursos públicos: se establecieron contralorías (a principios de los ochenta incluso se promovió una “renovación moral de la sociedad”, desde la Presidencia)-, órganos de fiscalización desde el legislativo, mecanismos de transparencia, una costosa burocracia que no ha impedido que un año sí y otro también nos enteremos de millonarios y crecientes desvíos. Seguidos de la impunidad. Ahora tendremos un sistema nacional anticorrupción que –para variar- contará con réplicas estatales.
Hay que combatir la corrupción con el ejemplo, la austeridad, el espíritu de servicio. Es el llamado reiterado de López Obrador. También hay que hacerlo con leyes, y así se presentaron nuevas iniciativas en el actual Congreso federal para normar la conducta de los funcionarios y sus ingresos. Ahora, la pelota se coloca también en la cancha de los ciudadanos. Claro, no bastan las leyes sino se requiere su cumplimiento.
 
NI ENTRE VECINOS
 
EN JUNIO de 2014 el Instituto Nacional Electoral (INE) presentó el documento Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía, como resultado de una encuesta realizada en 10 estados con 11 mil muestras. El trabajo estuvo a  cargo de El Colegio de México (Colmex), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-México) y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores (Ciesas). Ahí se constata que existen altísimos niveles de desconfianza no sólo en la autoridad sino también en el prójimo.
El dato que ya hemos comentado: siete de cada interrogados considera que no se puede confiar en la mayoría de las personas; 75 de cada cien no conoce a alguien que le pueda ayudar a defenderse ante una injusticia y 66 de cada cien sostiene que las leyes se respetan ‘‘poco o nada’’. Se puede observar que existe un elemento de desconfianza como ingrediente cotidiano. Es conocido el dicho de que “quien no transa no avanza”. Lamentablemente el sistema mexicano fue levantado a base de “palancas” y recomendados.
Un reportaje de BBC Mundo (27/IV/2015), ofrece una recopilación de frases mexicanas que reflejan esa idiosincrasia: “ayúdame a ayudarte”, “ponerse guapo”, “lo dejo a su criterio”, “acéiteme la mano”, “cómo nos arreglamos”, “con dinero baila el perro”, “no quiero que me den, sino que me pongan donde hay”,  “un político pobre es un político pobre”, “el moral es un árbol que da moras”. También existe –para cerrar sexenios o trienios- “el año de Hidalgo”. La lista puede ser mucho más amplia.
En el 2002, Germán Dehesa publicó el libro “¿Cómo nos arreglamos? Prontuario de la corrupción en México.”, donde aborda con ironía y detalle esa subcultura del cochupo, la mordida, el moche. En 2016, Gustavo Rivera, Alejandro Legorreta, y la organización Opciona dieron a conocer el “Corrupcionario mexicano”, un compendio de ironías, sarcasmos, críticas, denuncias. Tiene una página de internet (www.corrupcionario.mx) abierta a las colaboraciones. El compendio no se termina.
Juan Pardinas, director general del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), escribió: “La corrupción afecta principalmente porque se le ha entendido como una solución, una herramienta política, antes que como un problema”. Esto es, el sistema político (y económico mexicano) se aceitaba con la corrupción…y con la desconfianza. 
Ahora hay que devolverle la confianza al pueblo. La desconfianza –como la corrupción- está ligada al individualismo y a la falta de cohesión social. Pero tampoco se puede combatir la desconfianza sembrando la sospecha. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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