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Home Escala Crítica Disputa por la Nación: dependencia exterior, presiones y decisiones

Disputa por la Nación: dependencia exterior, presiones y decisiones

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 Escala Crítica/Columna diaria

* Cordera y Tello: “contaminación de prioridades, política y economía”  
* Mirada externa y soberanía: dilemas históricos, siempre actuales
* Intereses colectivos o particulares, un arranque bajo la lupa
 
Víctor M. Sámano Labastida      
 
BIEN dicen que los árboles no dejan ver el bosque; lo mismo que los gritos impiden escuchar las palabras. Hoy quisiera abusar de la paciencia del lector para abordar uno de los asuntos que están quedando de lado en medio de la política como espectáculo. Un apunte significativo realizó el joven politólogo Gibrán Ramírez al hablar de la disputa por la Nación y ubicar el dilema entre dependencia exterior o fortalecimiento del desarrollo interno (Milenio, 19 de noviembre: “El empresariado en la disputa por la Nación”). 
Ramírez siguió las huellas de un estudio realizado por Rolando Cordera y Carlos Tello en 1981 y reeditado en 2010 con este añadido: “Lo que queda por disputar. Nuevo prólogo al libro La disputa por la Nación”. Hay que releerlo. Será tema crucial en el sexenio 2019-2024. 
El planteamiento central es ubicar “la discusión crítica de las opciones para el desarrollo a través de un eje que articula dos universos en contradicción: el campo económico con la querella por la Nación”. Política y economía en franco desencuentro. De ahí la afirmación de AMLO, presidente electo, para recuperar las riendas nacionales: “hay que separar el poder político del poder económico”. Esta idea le fue regalada, según cuenta AMLO, por un ciudadano en una de sus giras. La analogía es sugerente: “así como Juárez separó al Estado de la Iglesia, usted debe separar el poder político del poder económico”. Asesoría popular gratuita.           
 
HISTORIA EN DILEMAS: EXTERIOR O INTERIOR 
 
SI ACUDIMOS a la historia nacional, observamos la disputa por la Nación entre proyectos orientados hacia el exterior y proyectos con mirada a lo propio. Antes de la Independencia (1810-1821), criollos de la Nueva España (hijos de españoles, nacidos en México) buscaban la autonomía política, mientras que peninsulares (españoles que gobernaban) lo apostaban todo a la Corona Española; en La Reforma (1849-1857), el choque fue entre conservadores y liberales, con Miramón y Mejía a la búsqueda de Emperador en Europa,  mientras los liberales cuidaban el carruaje de Juárez y celebraban el día de Independencia sin recursos; en el Porfiriato (1880-1910) la clave desarrollista fue externa, con capitales de Francia, Inglaterra y EEUU seduciendo a las élites nacionales, mientras los revolucionarios maderistas apostaban a la democracia para fincar un desarrollo nacional con mirada interna. 
Este dilema, como un péndulo, aparece en Lázaro Cárdenas (1936-1942, mirada nacionalista), Miguel Alemán (1946-1952, mirada al exterior). Luego se decanta hacia afuera: piense el lector en ejemplos más recientes: Carlos Salinas y Vicente Fox, pensando en extranjero. Con Juárez y Cárdenas, AMLO encontró el argumento nacionalista.                
 
MATRIMONIO DE INCONVENIENTES
 
SEPARAR la esfera política y la esfera económica en la toma de decisiones del gobierno federal, resulta clave en la Cuarta Transformación. AMLO sabe que  se juega la autonomía del proyecto de Nación Morena. No se trata de desaparecer variables económicas, sino de jerarquizarlas frente al poder político, cuya legitimidad emana de las urnas. El problema, según Cordera y Tello, es el olvido tecnócrata desde los años 80s, con los presidentes Miguel de la Madrid y Carlos Salinas: “la economía no podía sustraerse a la lógica de lo político, pues ambos eran espacios de frontera y por este hecho estaban contaminados”. La decisión fue supeditar la lógica política a la de la economía. Esto requirió subordinación a parámetros externos. Soberanía hipotecada.   
La pugna entre política y economía nos alcanza otra vez, luego de un predominio de un modelo por 36 años (1982-2018). Los economistas llaman ‘desarrollo orientado hacia el interior’ a la primacía del nacionalismo económico con el Estado como eje rector, y “desarrollo orientado hacia el exterior” a la primacía de la bandera globalizadora con criterios de instancias económicas internacionales. 
La cuestión delicada es que debe jugarse en los dos tableros, aunque tiene que apostarse fuerte en uno solo. Es decir: hacia dónde se define la prioridad gubernamental para detonar el desarrollo integral. La prioridad de crecimiento interno produjo victorias electorales y de opinión pública en organizaciones políticas con visión de nacionalismo económico, a contracorriente de la tendencia que entroniza el capital financiero global. Mújica en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, el Brexit en Inglaterra, el partido socialista en Grecia, Podemos en España, incluso el propio Trump en EEUU y López Obrador en México.  Distintos y distantes, también.
Politólogos y economistas anunciaban una sola ruta, la externa, por los factores de globalización, interdependencia, autoridades financieras (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) y barones del dinero (Wall Street, corporaciones transnacionales). De hecho, luego del triunfo cultural del capitalismo en 1989 (derrumbe del Muro de Berlín, caída del mundo socialista), se habló de “el fin de la historia” (Francis Fukuyama) que en la práctica económica significó la ruta del capitalismo y el mercado global. ¿Fin del Estado con prioridades de crecimiento interno? Las urnas dijeron no.        
México, en la transición 2018, ha devuelto a la agenda la disputa por la Nación: el dilema de dependencia exterior o desarrollo interno que permaneció intocable por tres décadas. Otro cambio de peso. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
 
 

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