Escala Crítica/Columna diaria
*En 1983, un joven político habló de la renovación moral
*Más que la inflación económica el riesgo es la “deflación política”
*Al pasar a la acción provocó, hace 35 años, un cisma en el PRI
Víctor M. Sámano Labastida
RÍOS de tinta y saliva han corrido y correrán en relación a Andrés Manuel López Obrador. “Pueden no estar de acuerdo conmigo, pero lo que nadie podrá decir es que no soy congruente; mis ideas las he defendido desde que tuve mi primer cargo público”, me dijo allá por 1996, cuando todavía estaba fresca la dura campaña por la gubernatura en 1994 y se preparaba para asumir la dirigencia nacional de su partido, en ese entonces el Partido de la Revolución Democrática.
En efecto, antes, en el segundo semestre de 1988, pocas semanas después de haber aceptado la candidatura del Frente Democrático Nacional (FDN) a la gubernatura y que el doctor Gonzalo González Calzada hubo retirado su postulación para dejarle el sitio en las boletas, López Obrador me comentó la necesidad de cambios profundos en el sistema político mexicano: el problema, sostenía, es el mal uso que se ha hecho de las instituciones, es urgente democratizar al estado y al país.
Congruencia, es como lo han calificado inclusive sus adversarios, lo que para otros puede ser perseverancia, tozudez, obstinación, terquedad, tenacidad. Virtud o defecto, según el interés de quien califique.
CONTRA LA MALA YERBA
RECUERDO esto ahora que reviso el discurso de toma posesión del presidente López Obrador, y lo que expresó frente a miles de simpatizantes reunidos en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México. Pero hay que ir más allá.
Cuando en enero de 1983 asumió la dirigencia estatal del PRI en Tabasco, después de encabezar el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales CEPES) en la campaña de Enrique González Pedrero, López Obrador realizó una serie de definiciones que bien podrían verse como antecedente de lo que ha sostenido en el PRD y luego en Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional con el que llegó a la Presidencia.
Dijo en 1983 que el potencial revolucionario estaba “en los campesinos, en los obreros, en las clases medias populares, en las mujeres y en los jóvenes”.
Reflexionó, en aquel tiempo, sobre los “momentos de dificultad económica y cuando se percibe el estancamiento de los ideales y principios producto de la crisis de nuestra moral social”.
“La experiencia histórica aconseja que no debemos dejar crecer la mala yerba”, añadió en ese discurso de hace poco más de 35 años y, en aquel contexto, apoyó la iniciativa del entonces presidente Miguel de la Madrid quien –aconsejado por Samuel del Villar- anunció un programa con los principios de una denominada renovación moral de la sociedad.
PRIMERO NOSOTROS
PARA AMLO joven, había que acudir a la “la reafirmación de una actitud con profundo fundamento histórico, que consiste en exigirnos a nosotros mismos para poder exigir a los demás. Es tener siempre presente que antes que el interés particular está el interés de la Nación. No hay interés privado ni personal ni de grupo que pueda ponerse por encima del interés nacional”.
Podría afirmarse que esto último lo hemos escuchado reiteradamente de diversos políticos, pero es distinto pasarlo a la prueba de los hechos y de la constancia.
En aquel tiempo, dijo también que el elemento más peligroso de la crisis no era tanto la inflación económica sino la deflación política. Este último concepto podría traducirse ahora en el lenguaje de AMLO como “degradación política”
No sería excesivo señalar por tanto que de ahí derivó su respuesta con la fórmula: frente a la degradación había que proponer la regeneración.
Para el AMLO de 1983 el país tenía “lo sustancial” para salir adelante: la Constitución, en donde estaban contenidos los derechos del hombre y los sociales, la propiedad de la tierra, la educación pública, las riquezas nacionales, las relaciones de trabajo y de bienestar social. ¿Le suena parecido?
Criticó hace ya más de 35 años el mal uso que se había hecho –desde el PRI- del instrumental revolucionario. Quizá –señaló- “se ha actuado con timidez, a veces tardíamente, otras con duda y, en ocasiones, sin la prudencia adecuada”
Se pronunció contra el viejo caciquisimo que había adquirido nuevas características por la “indignante e injustificada” mezcolanza de poder político y económico. Diez años después, Carlos Salinas hizo trizas lo que para AMLO era “sustancial”.
En otras circunstancias, pero el sábado pasado escuchamos los ecos de aquel discurso que al pasar a la acción fue obligado a renunciar, apenas seis meses después ante una rebelión de alcaldes. Ahora la firmeza debe ser acompañada de la prudencia.
FRONTERAS CALIENTES
ENTRE LAS PROPUESTAS más novedosas y ambiciosas por su impacto internacional e interno destacan las “cortinas” que AMLO pretende frente a la migración, en lugar de los muros. En su primer día en el gobierno anunció dos acciones concretas: un programa de estímulos para la frontera norte y un pacto con los gobiernos centroamericanos para la frontera sur.
No se sorprenda si, en los primeros días de enero cuando apenas asuma Adán Augusto López Hernández el gobierno de Tabasco, el nuevo liderazgo federal proponga un pacto formal del sur sureste en el mismo sentido.
Como le comenté en este espacio, las propuestas de inversión para el desarrollo y contra la pobreza en las regiones de alta expulsión de mano de obra o en crisis de recursos se han anunciado antes, algunas aplicadas como el Plan Marshall; otras han quedado en intenciones, como el Plan Obama.
El gobierno de AMLO enfrentará esta misma semana la necesidad de medidas urgentes para atender la masiva migración hondureña. (
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
)
