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Home Cultura Lito/eral Mímesis/Milan Kundera: el arte como un soplo olvidado (III y final)

Mímesis/Milan Kundera: el arte como un soplo olvidado (III y final)

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 Pablo del Ángel Vidal

 
Es difícil encontrar un novelista de primera categoría que sea al mismo tiempo un extraordinario ensayista. Es el caso de Milan Kundera, el maestro checo practicante y observador del arte, cuyo nuevo libro de ensayos me ocupa desde dos Mímesis previas: Un encuentro (colección Marginales, editorial Tusquets, 2009, reimpresión 2017). 
Ahora quiero prestar atención a estas palabras del Kundera ensayista: “Cuando un artista habla de otro, siempre habla (mediante carambolas y rodeos) de sí mismo, y en ello radica todo el interés de su opinión”. 
No sé si Kundera lo vería con buenos ojos críticos, pero aplicadas estas palabras de Kundera a Kundera mismo, ¿qué obtenemos?, diré: las tenues huellas de un viaje estético sostenido por el eclecticismo electivo, en lucha tenaz contra el sentimentalismo kitsch.
Explicación soplo
Interpretación: Kundera, en sus ensayos, no cesa de hablar de sus autores favoritos en la novela, la música y la pintura. Con la pista que deja en su propio libro (las palabras ya citadas), tenemos derecho sus lectores a plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué luces arroja sobre Kundera/novelista el Kundera ensayista? Varias. Yo me quedo con: 
a) El gusto clásico por la ironía. 
b) La poética del extrañamiento kafkiano que mezcla realidad y sueño en un mismo plano narrativo. 
c) El combate feroz contra la expresión grandilocuente de los sentimientos. 
d) La fidelidad acendrada hacia contrapuntos narrativos de velocidad y dilación, como si se contase una historia mediante un acordeón. 
e) La arquitectura novelística basada, por un lado, en la construcción correlacionada de escenas y temas, y, por otro lado, basada en la sorpresa,  por los cambios de conducta de personajes que son “egos experimentales”.                
 
El arte como aventura personal y colectiva
Kundera, pues, habla del arte y habla de sí mismo. Son sus reflexiones, sus recuerdos y sus viejos temas, como lo dice en el epígrafe de su libro. No le interesa la mentira romántica, sino la verdad novelesca, a la manera del crítico francés René Girard. Por ello, sus palabras en torno a quienes él considera genios del arte novelistico, musical y pictórico, pueden aplicarse a él mismo, en un hermoso espejo forjado tras años de experimentación y disfrute estético.         
Ahora bien, esta lección kunderiana de sutil introspección estética sería mero narcisismo si sólo estuviera dirigida a Kundera y sus pares creadores, en un olimpo trasnochado. Pero no es así. Esta gran pedagogía del arte se dirige a cualquier lector que tome el libro de Kundera y saque de ahí las consecuencias estéticas pertinentes. El checo encuentra a sus pares en los lectores anónimos, de cualquier lugar y de cualquier tiempo, para lanzar su botella estética al mar de la cultura de masas. Un gesto de optimismo raro, si tomamos en cuenta que Kundera descree de la masividad cultural.                           
 De ahí que el libro de Kundera entrañe una paradoja interesante: se dirige a todos con un didactismo preciso (y una prosa cristalina), pero el contexto cultural que se requiere para comprender a fondo sus ensayos es monumental, por lo que finalmente no todos los lectores están invitados a la fiesta de Kundera. Sólo aquellos lectores que tengan los arrestos de buscar en el arte y la belleza “la última victoria posible del hombre, en un mundo sin esperanza”. Sin esperanza para los no creyentes, aclaro, sin ánimo de polemizar.  
 
Curiosidad estética por el animal sensibilidad
Una solución intermedia, entre lectores contextualizados y lectores a secas, es la búsqueda por curiosidad estética. Es decir: Kundera no necesariamente debe ser punto de llegada, sino punto de partida. Así se comienza a adquirir contexto, a través de referencias que se combinan con otras referencias. Y que busque quien quiera y pueda. Kundera lanza su botella estética al mar, para uso de “lectores ideales, presas del insomnio ideal” (James Joyce). Después, todo depende de un proceso de selección personal. 
Kundera provoca y nos impulsa a despertar de nuestro conformismo estético. Esta búsqueda se sitúa, por supuesto, con Kundera como brújula. Hay otras, pero quizás no tan didácticas como el checo. Me ha tocado encontrar libros que no hubiera leído de no ser por la erudita referencia kunderiana. Me ha tocado escuchar a compañeros de ruta hablar de la música que compraron porque Kundera habló maravillas de ella. 
Es así: el contexto de todo lector posible se construye en las afinidades electivas del arte (Goethe).     
 
Individuo y memoria
Kundera apuesta por el individuo y su memoria, aunque sabe que vivimos en una época de masas y olvido. Sabe también que el cuadrante del arte (occidental) está en declive, pero a sus 79 años da la batalla por la memoria del arte. Brillante lección de vigor intelectual en un mundo que ya no quiere la complejidad, sino la comodidad de la fruición estética. El mundo de lectores Gerbers (Carlos Fuentes dixit) que resulta dominante, lo mismo que espectadores de televisión que pueden ver 5 canales a la vez mientras se preparan un sándwich triple, sin perder nada significativo en el trance. 
Como dice Kundera, sin amargura y sin nostalgia, con apenas un soplo olvidado de tristeza: tenemos la sensación de encontrarnos “en la época del fin del arte, en un mundo en el que el arte desaparecía, porque desaparecían la necesidad del arte, la sensibilidad, el amor por el arte”. 
El abuelo Kundera, con sus deliciosos libros, todavía se rebela contra ese ambiente misomuso que desprecia el arte y odia el desarrollo de la sensibilidad.          
 
 

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