Escala Crítica/Columna diaria
*El presidente de los EEUU no busca aliados, sino subordinados
*Ambiente viciado en Las horas previas al arranque de la refinería
*Reconstruir la diversidad de socios en la economía mundial
Víctor M. Sámano Labastida
COINCIDENCIAS, pero la presión de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, aumenta en las horas previas del arranque de los trabajos para construir la refinería en Dos Bocas, Paraíso; pero también resulta claro que en el fondo del debate se encuentra otra construcción: la de un nuevo modelo, alternativo al del conservadurismo financiero y la globalización neoliberal. El golpe arancelario contra México es también una acción que afecta a los consumidores norteamericanos.
No hay sorpresas. Larga es la lista de acciones o declaraciones que confirman la personalidad provocadora y peleonera de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. Se enfrentó a la Cámara de Representantes y al Senado de su país; ha tenido diferencias con por lo menos 16 gobernadores de la Unión Americana por su insistencia unilateral de construir un muro en la frontera con México; con la Reserva Federal (Fed), con China, Turquía, Francia, Canadá…Es el bravucón de la calle contra el mundo.
Así llegó al poder, de esta manera se mantiene y buscará la reelección.
PARA PELEAR, BASTA UNO
NO HAY SORPRESAS, entonces, con su creciente desafío a su vecino mexicano. Cualquier pretexto es bueno. Hace bien el presidente Andrés Manuel López Obrador en recordarle y recordar que la política “se inventó para evitar la confrontación y la guerra”. Aunque a decir verdad Donald Trump no oye razones, y si las escucha no las comprende; no le interesa más que su imagen en el espejo. Dicen que para pelear se necesitan dos, por lo menos, pero Trump lo hace hasta con su sombra.
¿Qué convencerá a este hijo de emigrantes a los que ahora combate día y noche? No serán las palabras, porque lo que se diga lo utilizará en contra de sus adversarios que para él son enemigos. Cada palabra sólo alimenta la hoguera de su egocentrismo. Y no es una descalificación.
En abril de 2017, Lucía Leal escribió para la agencia española EFE: “Las formas cuentan tanto como el fondo en la Casa Blanca de Donald Trump, un presidente impulsivo, egocéntrico y visceral que ha roto las convenciones del "carácter presidencial" y ha generado un pulso entre su peculiar idiosincrasia y las arraigadas normas del sistema de Gobierno de Estados Unidos”.
Añadía el despacho: “El egocentrismo de Trump es tan notorio que, en febrero (2017), una treintena de psicólogos y psiquiatras advirtieron en una carta de que era "incapaz de trabajar como presidente de forma segura" para el país, aunque sin llegar a atribuirle ninguna patología. “Su comportamiento sugiere una incapacidad profunda para empatizar. Los individuos con estos rasgos distorsionan la realidad para ajustarla a su estado psicológico", indicaba la carta publicada en Estados Unidos.
VECINOS DISTANTES Y DISTINTOS
TRUMP ha pasado de las palabras a los hechos. Manipula unos y otras. Más allá de las opiniones, de los juicios, de las reacciones, lo incontrovertible es que México y Estados Unidos son vecinos y tienen que convivir. Hay una dependencia geográfica, económica, social, cultural y hasta política (geopolítica). Una interrelación que no puede negarse. Aunque Trump actúe como si fuera el cacique de una isla.
Cuando en abril de 2018 el actual presidente de Estados Unidos lanzó sus acostumbradas amenazas contra nuestro país y ordenó el despliegue de su Guardia Nacional en la frontera, voces de diversas ideologías y posiciones políticas y económicas se solidarizaron con el entonces presidente Peña Nieto. Lo hizo también López Obrador. No era el respaldo a una persona, sino la respuesta de una Nación, se dijo.
Ahora debe suceder lo mismo. Es quizá la oportunidad para movilizar a la sociedad en torno a un objetivo; fortalecer al país. No se trata de pleito; ni sumisión, ni intransigencia. Claro que resulta fundamental reconocer lo que nos une, a menos que los objetivos de unos y otros (mexicanos) sea inconfesable y egoísta. ¿Qué hicimos mal y qué bien?, ¿qué estamos haciendo bien y qué mal? Se avanza si se corrige; se retrocede si se empecina.
En estos tiempos en los que el deporte es la polarización, los amagos externos deben recordarnos trágicas derrotas pero también triunfos históricos.
¿Hay que revisar la política migratoria? ¿Por qué no?, pero no por presiones de Trump sino por un sentido práctico y hasta humanitario: México necesita primero resolver sus problemas de inseguridad y desempleo para ser refugio seguro y digno; lo contrario es reproducir y empeorar las condiciones de los emigrantes y de los propios nacionales.
No resulta casual que las presiones se agudicen conforme avance el proyecto de la Cuarta Transformación, como ha denominado López Obrador a su propuesta de cambio de modelo. Hay obstáculos internos y externos; limitaciones y rezagos.
Una de las acciones a la que el Presidente le ha puesto los mayores recursos y esperanzas es al rescate de Pemex, que incluye la refinería que mañana se inicia físicamente en Dos Bocas, Paraíso. No es sólo la infraestructura, es el hecho simbólico. Ocurrirá en un ambiente cargado de advertencias y amenazas. Son mensajes de ida y vuelta
AL MARGEN
SE REQUIERE e una intensa campaña de razones para hacer comprender que la transformación no es obra de un solo hombre. Ni es posible, ni es deseable.
SEGURAMENTE durante su visita a Tabasco el presidente López Obrador se referirá al término de la resistencia civil, hará un llamado a la población; pero también una buena parte corresponde a la CFE y sus empleados para ofrecer un ambiente de confianza, de que el cambio ya también llegó a una empresa surgida de las nacionalización. (
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