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Home Escala Crítica Agenda cultural de México: presidencialismo y feminismo, urgencia de aclarar palabras y hechos

Agenda cultural de México: presidencialismo y feminismo, urgencia de aclarar palabras y hechos

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 Escala Crítica/Columna diaria      

* Confrontación ¿inexistente?, por intereses sociales que confluyen.             
* Feminismo en el tiempo: generaciones y temáticas, diversidad visible. 
* Coronavirus y mercado petrolero, una preocupante vinculación
 
Víctor Manuel Sámano Labastida
 
EN VARIAS localidades del país hubo ayer marchas, protestas, reclamos, por la creciente violencia contra las mujeres en un contexto de criminalidad generalizada y que se agudizó desde finales del 2006. Cifras oficiales indican que actualmente se cometen en el país un promedio diez asesinatos contra féminas; de cada cien mujeres, 66 han sufrido algún incidente de violencia, la mitad agresiones físicas.
Este lunes, a semejanza de lo sucedido por primera vez en Islandia en 1975, grupos de activistas llamaron a un paro de mujeres en México. El contexto es distinto: el grito nacional es más desesperado, es por la vida y la seguridad. No se me oculta que en esta (des)movilización se montan grupos y personajes antifeministas, inclusive violentos, pero que la superficie no impida ver el fondo. 
Es oportunidad para los tomadores de decisiones, ubicados discursivamente (e históricamente) en la izquierda, para actuar en congruencia,
 
VOCABLOS, MENSAJES, DECISIONES
 
EN EL PRESENTE hablamos con palabras del pasado. Error de perspectiva: asignar a las palabras significados que no cuadran con nuevos escenarios. Se dice ‘Presidencialismo’ como si el 2018 electoral no hubiera existido y AMLO fuese más de lo mismo; se habla de ‘Feminismo’ como agenda infinita y victimizada, sin conquistas sociales. Quizás es tiempo de deslindes en las palabras. México debe evitar momentos de encono, sobre todo si las agendas de gobierno y sociedad civil parecen chocar por malentendidos semánticos. 
El espacio público necesita transformación, no distorsión de la verdad. Exploremos este punto a propósito de lo que hoy se entiende por Presidencialismo y Feminismo.       
¿Debe hablarse hoy de Presidencialismo a la antigua? Hay analistas que lo hacen sin tomar en cuenta rasgos fundamentales de cambio. El presidencialismo sin contrapesos es la historia del poder político en México. La aplanadora institucional despachó en Los Pinos, hoy museo que exhibe lujos y distanciamientos del Poder Ejecutivo ante la ciudadanía. Ejercicio del poder sin tope, el presidencialismo devino monólogo que ni vio ni oyó a la oposición (pero la persiguió). 
Se pueden decir muchas cosas de AMLO, que arranca el segundo año de gobierno con resultados en suspenso, pero no se le debe encuadrar en el presidencialismo tradicional: hay políticas de comunicación con vista ciudadana y los interlocutores multiplican cuestionamientos. Hay defectos, sin duda, pero la agenda presidencial se orienta como ejercicio intenso de libertad de expresión. En esta decisión puede haber malentendidos y excesos verbales. También “hay infiernos que provienen de los demonios del halago” (Elías Canetti). Esto debe meditarlo el presidente López Obrador y su equipo, ojalá en vértigo les permita tiempo. De cualquier modo, porque no cuadra con los hechos, los espacios periodísticos de análisis quedan a deber al asignar la etiqueta de “Presidencialismo” a las políticas de comunicación y acciones de gobierno implementadas por AMLO.
       
FEMENISMO, CAMBIANTE EN EL TIEMPO
 
EL FEMINISMO en el siglo XXI es discurso que se sostiene por el reconocimiento a la diversidad sexual y el combate a la violencia de género. Se trata de un espacio discursivo que comparte con la izquierda política y grupos LGBT (reivindicaciones homosexuales), frente a la derecha que persiste en rasgos conservadores. La teoría sociológica moderna define una tendencia significativa: “mayorías y  minorías se hacen escuchar en el espacio público sobre la base de argumentos incluyentes, no por rutas discursivas que contienen callejones sin salida. El argumento excluyente es anacrónico”. (Gilles Lipovetsky) 
No estamos, por tanto, frente al feminismo que únicamente reivindicaba la lucha por derechos ahora plasmados como leyes en diversos países, incluido México, aunque todavía falta ampliarlas y hacerlas efectivas. La interrupción legal del embarazo, el reconocimiento jurídico otorgado a parejas del mismo sexo, la nivelación salarial entre hombres y mujeres por trabajo igual (aspecto que por debajo del agua muestra diferencias hondas), la tipificación del delito de acoso sexual o el acceso libre a trabajos a partir de la calificación profesional. El feminismo logró conquistas sociales que se plasmaron en el marco jurídico moderno. 
El feminismo del siglo XXI es consciente de las desventajas que trajo proponer igualaciones mecánicas frente a los hombres (por ejemplo, en el trabajo corporal). La violencia silenciosa, padecimiento atroz en los hogares, entraña dificultades para la denuncia que el feminismo tradicional no advirtió (años 70s y 80s del siglo XX). Hoy en día, las denuncias por violencia doméstica siguen teniendo dilemas insolubles (“la autoridad se marcha y mi marido seguirá aquí”). La búsqueda de alternativas sigue. En este sentido, el vocablo “Feminismo” tiene elementos semánticos que cambian con el tiempo y que en México no se procesan a la misma velocidad que en otras latitudes. La globalización mitiga desfases.
 
AL MARGEN
 
EL PRECIO del barril de petróleo ya ronda los 40 dólares. Analistas del mercado relacionan esta caída con el impacto del coronavirus cuya expansión resulta imparable. Se entiende que las autoridades busquen calmar a la población, pero sería contraproducente minimizar el riesgo. Por lo pronto, el virus está infectando ya a la economía y –como en los humanos- hace más daño a quienes tienen débiles las defensas. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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