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*AMLO: a finales de la semana próxima “viene lo peor” de la epidemia

*Optimismo de López Gatell: se aplana la curva… pero no en todo el país

*Saúl Suárez, un oaxaqueño que entregó su esfuerzo, y su vida, a Tabasco

 

Víctor M. Sámano Labastida

 

HASTA ayer se tenía un registro de 712 personas fallecidas por coronavirus en México y 8 mil 772 infectadas. Lo peor será entre el 2 y el 10 de mayo, dijo el presidente López Obrador. Se refería, entiendo, no sólo al pico de casos en todo el país sino al riesgo de un récord de muertes ante la saturación de los servicios hospitalarios. La ecuación es simple y sombría: a mayor número de infectados la capacidad de atenderlos se verá rebasada.

Y esto, por obvias razones, afecta también a quienes reciben cuidados médicos por otras enfermedades o aquellos que requieren los servicios de urgencia.

Todavía hay quienes en actos de irresponsabilidad, pretenden minimizar el impacto de la epidemia en la salud y la vida de las personas, anteponiendo la actividad económica. Algunos, como los propietarios de la cadena Salinas Pliego, dicen estar preocupados por los pobres. En realidad les ocupan sus ganancias; los efectos de la pobreza en la salud pueden ser atendidos con otras vacunas: la solidaridad y la justicia. Para el virus del COVID-19 aún no hay inmunizante.

Dudar del impacto de los contagios es una también ofensa para quienes en México han perdido familiares y amigos, o para quienes los ven sufrir en hospitales; es también una afrenta contra los miles de trabajadores de la salud y de otras áreas esenciales que arriesgan la vida. 

 

MODERAR CAMPANAS AL VUELO

 

MÉXICO no ha llegado al “pico” de los contagios, aunque ayer en un mensaje optimista el subsecretario Hugo López Gatell –quien ha sido objeto de una intensa presión tanto en el gabinete de AMLO como por intereses económicos externos-, afirmó que “estamos logrando disminuir los contagios, esto es lo que hemos llamado aplanar la curva”. Su esperanza radica en que en las últimas horas se han tenido menos casos, lo que permitiría que personas “que tienen enfermedad grave y requieren hospitalización encuentren un espacio en el sistema nacional de salud”.

Como ya se había adelantado la semana pasada, el registro de poco más de 900 municipios que se han salvado de los contagios hará que en esas localidades se puedan reiniciar las actividades económicas, productivas y sociales a partir del 18 de mayo. Dijo López Gatell que las zonas donde existe muy baja o ninguna transmisión “cubren un número grande de municipios, casi mil de los 2 mil 500 que tiene México”. Pero anotemos que la mayoría son municipios con pocas habitantes y muy dispersos. También, ojo, son localidades que en una gran parte carecen de los servicios de urgencia, de ahí que haya adoptado medidas restrictivas enérgicas, como sucede en más de 500 municipios de Oaxaca; hasta ayer la epidemia estaba presente en una treintena de las demarcaciones más pobladas de aquel estado.

Los reportes diarios que entrega el doctor López Gatell –que como ya se dijo y ocurre en todos los fenómenos sociales tiene una cifra negra, explicable-, indica claramente que la dinámica de los contagios no es la misma en todo el país, como tampoco son iguales las medidas tomadas por las autoridades locales.

En algunas entidades y municipios se ha ordenado como obligatorio el uso de cubrebocas a las personas que salgan de sus hogares. Esto sucede en Ciudad de México, Puebla, Morelos, Tamaulipas, Nuevo León, Quintana Roo, Oaxaca, Durango, Coahuila y Yucatán; también ocurre en las ciudades de León y Chilpancingo. Aunque el gobierno federal descartó usar la fuerza pública para obligar a cumplir con las medidas obligatorias de aislamiento social, 

Es a nivel municipal donde se han aplicado medidas más enérgicas como el impedimento de acceso a determinadas poblaciones y una especie de “toque de queda”, para prohibir que la gente circule en horas de la noche.

 

UN AMIGO, UN COMPAÑERO

 

EXPRESO mis condolencias a todas aquellas personas que por desgracia han perdido a un familiar, amigo o conocido en lo que va de la actual pandemia. También la solidaridad con quienes tienen algún infectado. El camino todavía es largo y aunque hay quienes protestan, se enfadan, por la cuarentena y la obligada sana distancia, es mucho más grave perder a un ser querido o ver disminuida su calidad de vida.

Hoy quisiera referirme a un compañero de trabajo que lamentablemente falleció a causa del contagio de coronavirus. Se trata del entrañable Saúl Suárez Estévez quien estaba en vías de jubilación por los años laborados y  cuyo sueño fue truncado de regresar a su pueblo en la mixteca de Oaxaca para disfrutar del retiro junto a sus hermanos.

Tal como lo han publicado los compañeros y amigos de labores en el diario Presente, “Don Saúl” –como le decían de respeto y estima- fue un personaje especial. Le correspondía lidiar cada quincena con la difícil tarea de los pagos al personal, pero su simpatía y buen humor hacía que aun cuando el salario tuviese algún retraso el trabajador regresaba satisfecho. “No me pagó, pero me hizo reír”, escuché decir.

Siempre tuvo en su escritorio, junto a su computadora, un enorme frasco de dulces para quien quisiera tomarlos. “No se amargue la vida”, insistía. Recuerdo que me comentaba con esa risa discreta y permanente que lo caracterizó: “Mira paisano puse un letrero: Aquí valoramos más el trabajo que el dinero”.    

Saúl Suárez fue un verdadero resultado de la cultura del esfuerzo. Nació en el campo y ahí tuvo su infancia. Se esforzó en el estudio. Su hija que vive en Escocia, orgullo de formación le pidió que se fuera con él. Saúl extrañaba su terruño en Oaxaca. Le doy gracias por los libros, la plática, la amistad y tantos intereses comunes. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )