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Home Colaboraciones COVID-19: ¡Olvidémonos de todo!

COVID-19: ¡Olvidémonos de todo!

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 por Marco Lamoyi

 
"Si no existieran las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin víctima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría desaparecido para siempre, y cuyo secreto no se desvelaría jamás por falta de huellas”.  J.B.
 
En una realidad cuya naturaleza somos cada vez menos capaces de comprender, las imágenes tienen el encanto de la  seducción diabólica, capaces de atrapar la mirada y los deseos de quien las observa. En esa simulación de lecturas abiertas silenciosas, el espectador realiza el simulacro de libertad, construyendo relatos múltiples de su intimidad referencial, sus emociones y su cognición  simbólica. 
La sociedad es su propia víctima y verdugo, seducida por el entretenimiento, atrapada en el consumo y la complacencia de una conformidad sociológica en su comportamiento, ha abandonado el sentido de originalidad y diferencia, preocupaciones inherentes al ejercicio de las artes y la literatura. Hoy, debido a las condiciones sociales provocadas por el terror viral de estos meses, y desde mucho antes, el rango de opinión permitido a la ciudadanía pensante es cada vez más estrecho y su objetivo está orientado al control totalitario del pensamiento; cualquier opinión no aprobada por ese verificador será dictaminada como una especie de odio y repulsa social. 
 
México en su originalidad y diferencia es único en variados temas: biodiversidad, el esplendor arqueológico y sus museos de sitio; las tradiciones sincréticas y, por supuesto, la pintura mexicana, que abarca desde el prehispánico hasta el tiempo presente. La pintura mexicana no nace con los grandes muralistas, sin embargo, el reconocimiento mundial, su difusión como paradigma de la originalidad mexicana alrededor del orbe, corresponde al esfuerzo creativo de toda esa generación: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, María Izquierdo, Frida Kahlo, entre otros artistas, han sido el soporte fundacional del arte moderno en México. 
 
La presencia de lo mexicano a través de la figura de Frida Kahlo se ha extendido por todos los rincones de este mundo; asimilada por la cultura pop, la encontramos en incontables diseños cotidianos, es en sí misma una marca. "Desde su muerte en 1954, Kahlo se ha convertido en un símbolo global de resistencia contra la adversidad y la opresión patriarcal, un icono feminista…. A través de su vestimenta y su política, Kahlo se alineó con las poblaciones indígenas marginadas de América Central. Y su ascenso a la fama en la imaginación popular, en los años 80 y 90, ha coincidido con el ascenso de la política de identidad".
 
En su infraestructura cultural, la Ciudad de México tiene 170 museos, un legado que lo coloca con el mayor número a nivel mundial; entre el Museo Nacional de Historia, el Museo Nacional de Antropología y el Museo del Palacio de Bellas Artes, recibe alrededor de casi seis millones de personas, cifras que revelan el interés de la población por el tema de la cultura y su historia. No podemos olvidar en fechas cercanas las portentosas, y costosas, muestras del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, con obras de Ai Weiwei, Yves Klein o Anish Kapoor.
 
Con la migración de posguerra, la pintura mexicana se renueva en las obras de Remedios Varo, Leonora Carrington, Gunther Gerzso, Mathias Goeritz, Kati Horna, Wolfgang Paalen, Carlos Mérida. En la ruptura de los años sesenta encontramos a  Francisco Toledo, Fernando García Ponce, Kasuya Sakai, Rafael Coronel, Pedro Coronel, Lilia Carrillo, Vlady, Alberto Gironella, Juan Soriano, Beatriz Zamora, y tantos otros. Durante los años ochenta, el listado de obras se multiplica: Roberto Cortázar, Alfonso Mena, Gabriel Orozco, Abraham Cruz Villegas, Damián Ortega, por mencionar unos pocos. 
 
Contrario a lo que se difunde, los artistas mexicanos nunca han vivido en la pompa mercantil como falsamente se piensa; ni el mercado del arte es como el de Nueva York o Basilea, ni la economía mexicana es la alemana; realidades que contrastan con la percepción de ingresos obtenidos por el trabajo creativo en nuestro país.
 
La fantasía colectiva de que las obras artísticas aparecen de la nada, es un meme producto  de la ignorancia y la manipulación. Preparar una exposición requiere más que un pedazo de papel y un par de lápices; es también el ejercicio ordenado de múltiples gastos orientados a la conclusión del proyecto. El disfrute estético y espiritual es gratuito para el espectador, quien sorprendido por la obra, rara vez se pregunta acerca de los pormenores mercantiles; para él, sólo cuenta el resultado.
 
En la incertidumbre de estos tiempos, sumergidos en el profundo desajuste económico, con las líneas de abastecimiento global de materias primas suspendidas y los precios del petróleo en vaivén, nos hemos convertido en rehenes de una locura inducida en contra  de un nuevo enemigo: la bioseguridad. Para combatirlo hemos permitido el derrumbe de las actividades productivas de todos y pasará mucho antes de recuperarla. Debido a las características intrínsecas de las Artes, en una crisis como la actual, es la primera que desaparece y la ultima en recuperarse. La comunidad dedicada a las actividades creativas, culturales y arqueológicas representa el legado presente y futuro de nuestra identidad, abandonarla a su suerte es condenarla a su extinción. 
 
Si lo único que importa es sobrevivir a un virus invisible que nos amenaza desde la oscuridad de nuestros temores olvidándonos de la alegría por la experiencia de la vida, entonces… mejor olvidémonos de todo. (El autor es artista multidisciplinario. Nacido y radicado en Tabasco, recibió en 2019 el reconocimiento estatal “La Savia del Edén”) 
 
 

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