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*Un gobierno que confía en un Estado fuerte y benefactor

*La oposición y un mercado en el que domine la ley de la selva

*Por el bien de México, más nos vale que el cambio funcione  

 

Víctor M. Sámano Labastida

 

RESULTA muy difícil colocarse en un punto medio para analizar los dos años de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia. Las circunstancias del país que heredó con desigualdades extremas y su propio estilo de enfrentar los problemas despiertan apasionadas posturas. Para sus adversarios todo está mal y se pondrá peor; para sus simpatizantes todo está bien y se pondrá mejor. De sus críticos se comprende; pero de quienes buscan verdaderamente un cambio resulta indispensable no ignorar todo lo que falta por hacer.

Y fortalecer e impulsar lo que sirve a los propósitos de un país más justo y menos desigual.

Como candidato, AMLO despertó enormes esperanzas sumadas a un hartazgo de la mayoría de la población y a un deterioro constante en los niveles de vida; como Presidente extendió el horizonte de expectativas hasta anunciar que se pondría fin no sólo a la corrupción, el derroche y la marginación de amplios sectores, sino que se acabaría el modelo neoliberal impuesto desde los años ochenta en México.  

En sus tres campañas presidenciales (2006, 2012 y 2018), López Obrador dio a conocer su Proyecto Alternativo de Nación, donde estableció las bases de su propuesta política; hubo algunos cambios conforme a las circunstancias, por ejemplo las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto y un mayor énfasis en el combate a la corrupción, pero siempre mantuvo la idea central que fue el lema de la primera ronda: “Por el bien de todos, primero los pobres”. 

En la segunda campaña su lema fue: “El cambio verdadero está en tus manos” y en la tercera la que dio nombre a la coalición, “Juntos haremos historia”. Como le decía, el eje de su política ha sido aquella frase atribuida a la escritora Julieta Campos: por el bien de todos, primero los pobres. De esta manera su gobierno descansa en los programas sociales como una forma de devolver al Estado el protagonismo que le quitó el mercado neoliberal.

 

CORRUPCION, POBREZA, OBRAS

 

AYER acudí al programa de TV-UJAT “Punto de Encuentro” en el que se habló del segundo año de gobierno de López Obrador. Poco antes hice un muy breve sondeo para conocer qué era lo que podría considerarse como  avances del actual régimen: coincidieron mis ambles lectores en el tema de la corrupción, ante la cual AMLO no sólo ha dado manos libres a la Fiscalía y a la Secretaría de la Función Pública para que revisen los casos presentes y pasados, sino también ha enviado diversos memorandos a sus colaboradores advirtiendo sobre esta cuestión. Un asunto que ubica también en la agenda de la austeridad y combate al derroche.

Otra cuestión relevante, como le decía son los programas sociales. Sus antecedentes los podemos encontrar en las acciones de López Obrador como Jefe de Gobierno del DF, en especial las pensiones para adultos mayores. En el rubro de “programas sociales” se habla de poco más de 21 millones de beneficiados. 

Destacan, asimismo, los proyectos de infraestructura. A las tres grandes obras de inversión precisamente en el sureste del país (Tren Maya, Corredor Transístmico y Refinería Dos Bocas), se sumó recientemente un paquete de 29 proyectos con una inversión conjunta de 228 mil millones de pesos. Lo importante de estos planes de construcción, no exentos de polémica, radica en que se convierten en detonadores de más inversión y empleo.

 

PANDEMIA, INSEGURIDAD

 

LA MAYORES dificultades mencionan mis interlocutores son una coyuntural, la pandemia, que puso en evidencia la fragilidad del sistema de salud y la alta vulnerabilidad de la población por los malos hábitos del autocuidado. Otra cuestión que detonó sobre todo en los gobiernos de Vicente Fox y es la de la inseguridad, vinculada al tráfico de estupefacientes y al crimen organizado, y que se agudizó con la delincuencia común vinculada a la pobreza, el desmantelamiento y la corrupción de los cuerpos policiacos. Frente a este problema, AMLO recurrió a la integración de la Guardia Nacional, con un mayor protagonismo de las Fuerzas Armadas.

Un tercer obstáculo –en una lista que no agota los pros y los contras-, lo tiene López Obrador en esa especie de “camisa de fuerza” que le dejó en su conjunto el llamado modelo neoliberal y las reformas estructurales, en especial la energética de Peña Nieto iniciada con asignaciones irregulares de contratos durante Fox y Calderón –para no ir más atrás-, que permitió entregar concesiones por 20 o 30 años en perjuicio de la seguridad y la soberanía del país.

Existe lo que los economistas denominan problemas estructurales y que el secretario de Hacienda, Arturo Herrera citó como relevante el bajo crecimiento del país en los últimos 40 años. Desde la perspectiva crítica se puede observar que las cifras macroeconómicas mostraban a un país en el club de las naciones de primer mundo, pero el detalle micro reflejó una pobreza y desigualdad en diversos rubros que impiden el desarrollo. 

López Obrador ha atendido cuestiones de supervivencia del sector más pobre de la población –habla de un crecimiento desde abajo-, con apoyos en efectivo y sin intermediarios. Sus opositores reclaman la falta de “reglas de operación”, que los colaboradores de AMLO refutan como un exceso de intermediarismo y burocratismo que propició la corrupción. 

Los beneficios de algunas acciones pueden verse en lo inmediato en una mejor capacidad de compra de los estratos más bajos y una mayor movilidad de los pequeños mercados locales. Es muy pronto para saber, en dos años, si las medidas que apuntan a soluciones de largo plazo funcionarán. AMLO  está convencido que sí; sus adversarios desearían que no. 

AL MARGEN

Por el bien de México más nos vale que estemos en el camino indicado, pero también que seamos capaces de corregir. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla