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Home Cultura Lito/eral Mímesis/ Mark Knopfler: hondas suavidades con pausa

Mímesis/ Mark Knopfler: hondas suavidades con pausa

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 Pablo del Ángel Vidal

La principal diferencia entre Eric Clapton y Mark Knopfler (que tantas veces han tocado juntos) radica en la suavidad. Knopfler aunque sea enérgico resulta suave, mientras que Clapton aunque sea suave resulta enérgico. Se trata de una cuestión de sensibilidad en la que radica el secreto del arte musical: la pausa como clave estética. No tener prisa. He ahí el sello del verdadero artista.  
PAUSA FUERA DEL ÉXITO 
Quizás nadie representa mejor la pausa en la música contemporánea que Mark Knopfler, a quien los fanáticos de la música ubican como simple fenómeno de pop rock, por la canción Money for nothing y otras similares (la manera en que Knopfler, sin ego purista, costea su sensibilidad). No, compradores de éxitos recopilatorios: ésa no es la historia debajo del artista.  
Veamos la otra cara de la moneda Knopfleriana. 
He aquí 10 canciones de exquisita manufactura, como futuro deleite para oídos atentos, individuos que vivan más allá del hit parade: “Hills farmer blues”, “You and Your friend”, “Telegraph road”, “Jesuis desole”, “The fish and the bird”, “Water of love”, “The last laugh”, “Why worry”, “Done with Bonaparte”, “Shangri-la”. 
De la agrupación Dire Straits, con Knopler de vocalista y guitarrista líder, citaré su emblemático “Alchemy” (Alquimia, 1984, en vivo), “Brothers in arms” (Hermanos en armas, 1985, el disco más vendido de ese año) y On the night (Sobre la noche, 1993, con el mejor sonido en concierto de Dire Straits).  
Si buscan obras del Knopfler solista, tres pistas no tienen pierde: “Sailing to Filadelfia” (2000), “Ragpickers dream” (2002) y “Kill to Get Crimsom” (2007).             
 
SUAVIDAD, SOMBRAS Y CLARIDADES 
Retorna la comparación Clapton/Knopfler. Aquí la honda suavidad no es cuestión de mera técnica: los dos la tienen a raudales, aunque la técnica clásica (sin espiga o púa) de Knopfler es mejor para la honda suavidad. Ni se trata tampoco de una cuestión de estilo: ambos lo han forjado con su genio que atraviesa décadas, con Clapton en el super trío Cream sesentero y luego de solista, mientras que Knopfler en el Dire Straits setentero y ochentero, para luego deleitar como solista. ¿Entonces? Insistir con la sensibilidad pausada que dicta tonos diferentes y que aquí es visión de mundo, no sólo técnica o estilo. Los hechos pequeños revelan verdades grandes, a la manera en que el inglés Julian Barnes preguntó: “¿Cómo abrazas en la oscuridad? En el amor, todo depende de eso”. Esa pregunta me resulta valiosa para situar la estética del Knopfler guitarrista, quien –por cierto- musicalizó la versión cinematográfica de Metrolandia, la primera novela de Barnes. Los trabajos de musicalización para cine de Knopfler ameritan un artículo aparte.   
¿Por qué Knopler se merece la frase “cómo abrazas en la oscuridad”? Me ha venido a la mente para definir su personalidad musical y existencial. Juntaré argumentos, aunque paseo por territorio subjetivo: la portada original de Sultans of swing es de 1978 y muestra el cuadro minimalista de una mujer entre sombras y claridad, desvaneciéndose. No miramos su rostro, sino apenas la silueta oscura recargada en un pilar, y su brazo derecho. Nada más, en horizonte repleto de claridad. Bueno, la música de Knopfler se parece a ese cuadro de la primera portada de Dire Straits, que insinúa la figura de una mujer. Sola, sin objetos, sin compañía, juego de luces y sombras que resulta hermoso por aéreo y suave. Sencillez engañosa, que debemos ver de nuevo para que cobre sentido. Así es Knopfler, rodeado de sombras y claridades: sólo para quien quiera volver a escuchar.      
 
SENCILLEZ ENGAÑOSA    
Si de sencillez engañosa se trata, intentemos una lectura semiótica de otro elemento del primer disco de Dire Straits: se observa en interiores una foto de Knopler vestido de chamarra café y camiseta azul, con una foto en la mano derecha que él sitúa justo en su pecho. No tendría nada de particular, pero en esa foto (la del pecho de Knopfler) se observa… al mismo Knopfler vestido con la misma chamarra café y la misma camiseta azul. Otra sencillez engañosa, como su música, porque si en la foto del pecho pudiera verse una y otra vez la foto de Knopfler tendríamos el universo como laberinto borgesiano o los escenarios/sueños de Inception (El origen, cinta de 2009 de Cristopher Nolan). Es foto imposible, Aleph que sugiere el infinito con un gesto sencillo: la mano de Knopfler sosteniendo la foto que a su vez trae su foto con la misma vestimenta. 
Recuerden: sencillez engañosa como honda suavidad. 
 
 
RAÍCES GITANAS Y TÉ ESCOCÉS
Mark Knopfler (Glasgow, Escocia, 1949) es el mejor músico de Rock que he escuchado. La revista Rolling Stone le otorgó el lugar 27 entre los 100 mejores guitarristas de rock de todos los tiempos. Ahí Clapton es cuarto, y primero está Jimmy Hendrix junto a Duane Allman y B.B. King, la raíz africana que es dinamita musical. No pesan en ese juicio sus más de 100 millones de discos vendidos (que lo colocan, en el comercial mundo del rock, lejos de Elvis Presley, lejos de los Beatles y lejos de Led Zeppelín). Por las venas de Knopfler corre sangre húngara, lo que quizás favorece sus hondas suavidades por las reminiscencias gitanas. El inquieto Mark tenía 10 años de edad cuando una guitarra eléctrica que le compró su padre cambió su vida. A los 16 años de edad grabó una canción propia para un estudio londinense, de la cual se habla con asombro, pero no se conserva grabación alguna. A los 19 años, asistió a un concierto de Bob Dylan y ya nada fue igual (“Fue Dylan quien probó que se podía abordar cualquier tema en una canción”). Años después sería invitado por el propio Dylan a colaborar con su guitarra en un disco de antología: “Slow training coming”. Antes de llegar al mundo de la música se graduó en Literatura por la Universidad de Leeds, compartiendo con el español Joaquín Sabina la dupla Música-Literatura en el más alto nivel. Esto explica, por ejemplo, que en lugar de preguntar “¿Por qué no me amas?” (El clásico leit motiv de miles de canciones, con el enamorado ansioso y rencoroso), Knopfler pregunte en una de sus canciones: “¿Por qué me amas a mí?”, viraje de extrañeza meridiana en las canciones de tópico amoroso, con el enamorado ganador que, sin embargo, nunca lo es del todo.
Con su guitarra que encierra el tiempo y lo destila en cada nota (no me parece casualidad que una lira azul plateada, de él, parezca un reloj), Knopfler es muestra delicatessen del arte con pausa, sabedor de adónde va: sin prisas, sin estridencias.
 
 

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