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SLIMGATES Y LA SALVACIÓN TRANSGÉNICA

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José Luis Lezama
(*Tomado de Reforma con permiso del autor)

El lugar del encuentro de los dos hombres más ricos del mundo, este trece de febrero, no pudo ser más apropiado para pensar en la salvación y en la redención de los pobres, el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y del Trigo (CIMMYT) ubicado cerca de Texcoco,  estado de México. Allí Carlos Slim y Bill Gates parecieron compartir sus ideas sobre los problemas del mundo y sus remedios para reivindicar a los Condenados de la Tierra. En los años sesenta el CIMMYT representó una alternativa para millones de personas acosadas por el hambre.

La tecnología de la época, sustentada en nuevas técnicas de gestión, fertilizantes sintéticos, mejoramiento de las especies de granos y el uso de fertilizantes químicos y pesticidas, permitió el aumento de la productividad agrícola, alejando momentáneamente las amenazas del hambre y el contagio comunista entre millones de desesperanzados habitantes del mundo no desarrollado.
            En el sitio del encuentro de estos dos iconos de la globalidad tuvo lugar, con la fundación del CIMMYT en 1963, uno de los episodios más significativos de la llamada “Revolución Verde”, de sus éxitos, de sus esperanzas y también de sus límites y fracasos. Allí se quiere impulsar un nuevo capítulo de esta revolución, ahora basada en Organismos Genéticamente Modificados (OGM), aún cuando se afirma que el apoyo a la investigación en cultivos transgénicos ocupará sólo una parte mínima de los esfuerzos del centro, financiados con los 25 millones de dólares donados por los señores Slim y Gates.
            El problema central de estas nuevas propuestas, y también de la “Revolución Verde” de los años sesenta, es concebir el problema del hambre mundial como algo fundamentalmente dependiente de la escasez de alimentos y centrar la estrategia en el aumento de la productividad. Es decir, no entender los estrechos vínculos del hambre y la pobreza, y que el combate de ésta no sólo depende de cambios tecnológicos, sino de cambios políticos y sociales.
Se han mencionado los éxitos de la “Revolución Verde”, uno de cuyos ejemplos parece ser el aumento de la productividad del trigo y el arroz en momentos críticos en India y Pakistán. Pero también se ha hecho referencia a sus problemas, los que dan cuenta de los factores económicos, financieros, sociales, políticos, ambientales y tecnológicos involucrados, entre los que destacan la gran dependencia de insumos externos de las unidades productivas, los cuales requieren de crédito y provocan endeudamiento; el agotamiento de los suelos por uso excesivo de fertilizantes químicos, que obligó a incorporar nuevas tierras, contrarrestando el supuesto beneficio de la mayor productividad para salvar los bosques y la biodiversidad; el aumento de la separación entre ricos y pobres al estar limitado el acceso a la tecnología y el crédito a los de mayores ingresos; el descenso de los precios de los granos obtenidos por el aumento de la productividad, afectando a los productores, sobre todo a los pequeños y la combinación de algunos de estos elementos que aumentó la migración de pequeños agricultores y trabajadores agrícolas sin tierra, y los casos de cáncer en regiones como Punjab, en India por el uso desmedido de químicos y pesticidas.
            Bill Gates es un ferviente creyente de que el desarrollo de OGMs es crucial para abatir el hambre en el mundo. Por ello ha dedicado una proporción importante de su labor filantrópica a apoyar este tipo de cultivos, sobre todo en África, en donde el CIMMYT opera con esta tecnología. No obstante, las nuevas estrategias repiten el esquema de los años sesenta. Más producción por una parte, pero por otra, ningún control sobre las decisiones políticas, los procesos de comercialización, falta de educación y capacitación agrícola, caminos y transporte, falta de crédito, proliferación de intermediarios, ningún control sobre el sistema de precios, y una creciente dependencia neo-feudal de las semillas, los pesticidas y fertilizantes de los grandes consorcios que controlan los OGM. Esto es lo que significa separar al hambre de su contexto económico, social y político y de la desigual distribución no sólo de la riqueza sino del poder.
En su libro “Plutocrats: The Rise of the New Global Super Richs” Crystia Freeland muestra algunas de las paradojas de la relación entre pobreza y riqueza, que da alguna idea de la magnitud de la desigualdad en el mundo actual, y que alguna relación debe tener con las fallidas experiencias de las “revoluciones verdes” de ayer y hoy. Menciona que la fortuna del militar y político romano Marcus Crassus (115-53 aC) era equivalente al ingreso promedio anual de 32 mil de los ciudadanos del imperio, que Andrew Carnegie, magnate de la época dorada de principios de siglo XX, poseía ingresos anuales similares a los de 48 mil estadounidenses, los de John D. Rockefeller parecidos a los de 116 mil de sus compatriotas y los ingresos anuales de Carlos Slim alrededor de lo que perciben en promedio 400 mil mexicanos al año. www.joseluislezama.com (*Sábado 23 de febrero 2013)
 

 

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