Meade, candidato de la continuidad; modelo económico, necesaria revisión

Martes, 19 de Diciembre de 2017 11:21 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

*Tres décadas, rostros cambiantes, penurias permanentes  
*Una campaña para el debate, ¿será posible mirar abajo?    
*Política de élites: macroeconomía a rajatabla, micro no existe
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
TRES DATOS técnicos (UNAM 2017: ‘Informe financiero desde la cornisa’) muestran las limitaciones del modelo económico de México 1987-2017, que ha sido un proyecto político transexenal: crecimiento promedio de 1.3% del Producto Interno Bruto anual, lejos del 5% necesario para la creación y distribución suficiente de empleos, bienes y servicios; pérdida de 600% del poder adquisitivo del salario mínimo nacional entre 1987 y 2017, una cuchillada a los recursos de 15 millones de familias, alrededor de 45 millones de personas (¿y los mexicanos que no reciben el mínimo?).
Seguimos: devaluación del peso en 160% del valor nominal de 1987, incluyendo tres ceros quitados a la moneda en 1991. Esta depauperización es golpe duro a hogares mexicanos y también a empresarios que compran materia prima en dólares. A la devaluación se le llama, en jerga económica, “banda elástica de flotación”, “eje de deslizamiento” y “mecanismo de ajuste gradual”. El término exacto es desastre social.
  
VIENTOS DE CONTINUIDAD
EL ORECANDIDATO del PRI, José Antonio Meade, ha estado presente en 20 de los 30 años de crisis. Asume orgulloso ese pasado. Ni el superávit comercial del TLCAN (5 mil millones de dólares anuales) ha sido paliativo de la crisis económica en hogares mexicanos. La macroeconomía no rescata a la microeconomía. Los números que cuadran no sustituyen a las personas y sus necesidades. Eso estará en juego en el 2018 presidencial: el impacto social del modelo económico.
El PRI de Peña Nieto cocinó la continuidad en la figura de un técnico de la economía. Lo eran Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, a quienes sus críticos califican de vendedores de ilusiones del capitalismo neoliberal, que cantó victoria global luego de la caída del Muro de Berlín en 1989. La realidad no se sujeta a la directriz global capitalista. Las leyes sí (con reformas donde el Estado pierde peso estratégico en las decisiones), aunque el papel firmado no es suficiente para el cambio de condiciones sociales.  A los pobres sólo se les reclasifica.
La trayectoria de Meade, desde que fue el primer titular del Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB) en 1998, es de eficacia técnica, carnet apartidista y negociación tersa con la élite: banqueros, empresarios e inversionistas. Meade: vigilante del célebre FOBAPROA, el rescate bancario que terminó costando a México 600 mil millones de pesos cada año. Nos dicen que pudo ser peor sin eso, no lo sabremos.
Si el primer capítulo presidencial del 2018 tuvo un desenlace continuista, entonces debe efectuarse un diagnóstico económico a partir de los pendientes del proyecto transexenal referido. Lo grave: no parece haber un proyecto integral de nación, ese elefante en la sala de precampañas políticas.  
 
ESTADÍSTICA SIN HUMANOS A BORDO
 
ES FAMOSA la frase que dimensiona el rostro humano de la economía: “La economía es tan importante, que no debe dejarse sólo en manos de los economistas”. En tiempo de definiciones políticas, urge devolver sentido humano a la discusión económica.  
Es una obviedad que toda relación de producción, distribución y consumo de productos, implica a sujetos humanos. Pero esta obviedad se olvida cuando la economía llega a niveles especializados de macroeconomía, donde cuentan los números sin referir personas. 
El número lo es todo. Esto ha sucedido en México con un modelo económico calcado al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha sido la Biblia para dos generaciones de políticos con posgrados en Harvard, Chicago y Yale.   
La estadística, vista como parámetro único, se convierte en sustituto de la realidad humana. La sociometría (con sus complejas variables) se impone en la forma de un desierto lógico sin personas. 
La macroeconomía es útil por el crecimiento estructural de la sociedad moderna, pero sus indicadores de bienestar no llegan al bolsillo de los ciudadanos.  La macroeconomía, como eje de las finanzas nacionales y carta en la manga de corporaciones transnacionales, no desaparecerá en este siglo XXI.  Hay que preguntarse cómo darle la vuelta y hacer que tome en cuenta a las personas de carne y hueso. Dura tarea, porque como decía John Maynard Keynes, “a largo plazo todos estaremos muertos”.  
 
¿HORIZONTES DE ESPERANZA?  
 
EL EXPRESIDENTE de EEUU, Barack Obama, advirtió “de la urgente necesidad de un nuevo pacto económico centrado en las personas, trabajadores y consumidores, y no en corredurías, especuladores y agentes bancarios, cuya divisa es el pago de los intereses y la ganancia a cualquier precio”.   
El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, hizo una crítica al mercado “cuyo objetivo es la maximización de la ganancia y el olvido de las personas”. Sitúa la crisis financiera en la actividad ciega del mercado que no trae una “autorregulación” mágica. Clave: personas e instituciones deben regular el mercado que, por sí mismo, no regula nada.         
Hay que recuperar la dimensión humana de la economía, o seremos carne de la macroeconomía. El riesgo creció desde el 2008, con derrumbe financiero en cascada y sin responsables a la vista. Ahí está el meollo de la cuestión económica, de cara al bienestar en este siglo XXI: cómo devolver a la economía un rostro donde las cifras acompañen a las necesidades de las personas. 
México requiere un debate de ese calibre. Pero también definir qué país queremos. Esa es la seguridad interior, no el terror a domicilio. 
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