Diego Fernández: “revelaciones”, picardías y la política espectáculo

Sábado, 24 de Febrero de 2018 00:46 Editor
Imprimir

 Escala Crítica/Columna diaria

* De entrada: “ya voy de salida”; el poder como droga
* El descontón verbal: AMLO y Fox, “mal de la cabeza”
* Otra ética, revelaciones, contradicciones y destiempo    
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
Diego Fernández de Cevallos cumplirá 77 años el próximo 16 de marzo. Sin cargo alguno desde su secuestro en 2010, soltó un “ya voy de salida” en charla con Álvaro Delgado para PROCESO TV. Sus declaraciones, polémicas y altisonantes, son puerta de entrada a la política contemporánea de México. Y algo más: atisbos de un feroz ejercicio del poder que se viste con los ropajes de la franqueza. Es el hombre espectáculo en la política mexicana y prestidigitador del lenguaje.
Llamado ‘Jefe Diego’ por los diputados que coordinó en el PAN de 1991 a 1993, logró que ese mote lo repitieran hasta el cansancio aun quienes –se supone- no tenían subordinación respecto al personaje. Fernández de Cevallos se señala a sí mismo cuando afirma: “La política es una droga. Y la droga primero tiene efectos agradables y sabrosos, pero después embrutece y enloquece, y ahorita muchos están enloquecidos y embrutecidos en todos los partidos”. Los abogados –Diego lo es- dirían: a confesión de parte, relevo de pruebas.
 
DESCALIFICACIÓN DEL DECLARANTE
 
EXPRESA Diego Fernández que han enloquecido los otros. Como información pública, resulta lamentable su incursión en la psiquiatría. Es desafortunado que haya elegido calificativos para referirse a López Obrador (bribón de siete suelas, lépero, sinvergüenza), en lugar de un análisis político/estratégico que está en condiciones de realizar, a juzgar por la columna que escribe en Milenio. Siguiendo la extravagante postura que tomó el priista Manlio Fabio Beltrones (“debatiré con López Obrador cuando reabran La Castañeda”, antiguo manicomio del DF), el también ex candidato presidencial ubicó a López Obrador como “enfermo mental” y lo mismo indicó sobre Vicente Fox: “Está mal de la cabeza. Yo no soy especialista de esa rama. Lo apoyé, pero está mal de la cabeza”. Resulta entendible que Diego no se expresara en el mismo sobre el actual Presidente, Enrique Peña Nieto. Ahí encontró dos caras: “reformas de altísimo valor” y “una administración con impunidad y corrupción, impresentable en muchos de sus resultados, en justicia e inseguridad”.     
Fernández de Cevallos es agresivo y vehemente, como en su trayectoria política, en su  ‘cuasidespedida’. Sin embargo, se equivoca al señalar desórdenes mentales para explicar presuntos errores políticos. No se necesita un psicólogo, sino explicaciones sobre proyectos políticos enfrentados y coyunturas significativas, que obligan a cada actor público a tomar decisiones y asumir consecuencias en las urnas. Diego lo sabe y –colmilludo- no entra de lleno en las arenas movedizas de los intereses políticos en México.    
 
EL PRISMA CONSERVADOR
 
SE SIENTE y se duce un hombre de honor. Su visión de mundo se remonta al siglo XIX. Es capaz de contar cómo “Salinas, Televisa y Pronasol me ganaron la presidencia en 1994”, sin explicar por qué mantiene a Carlos Salinas entre sus amistades cercanas, si de honor se trata. Recuerda cómo insultó a Emilio Azcárraga en su cara, mientras llegaba a “un acuerdo periodístico para difundir las ideas del PAN en Televisa, sólo que sin Jacobo, para que me crean”. (Zabludowsky ya está muerto, no puede responder.) ¿Qué honor existe en esa decisión? 
Y faltaba más, pues la magnanimidad autopromovida es su sello: relata cómo defendió a Obrador “de una picardía de las que no se valen”, en la elección presidencial del 2006, enterado de la emboscada foxista por Marcelo Ebrard. Los entretelones de la política alcanzan alturas insuperables cuando Diego Fernández confiesa que apoyó con un pago/préstamo a Carlos Ahumada (“ante notario público, porque todo lo hago a las claras”) para que detonara el caso de “las ligas de René Bejarano” en 2005, “entregando las cintas a las autoridades del DF y a la PGR”. Lo que no cuadra es que dicho vídeo apareció como filtración periodística a Televisa y sólo después se llevó a un proceso legal. Los años restan ética a esas memorias. Ahora, las revelaciones de Diego llevan buscapiés electoral: raspar a AMLO y encarrilar a Ricardo Anaya (sualter ego), “un joven de inteligencia excepcional, cuyo único error es la ausencia de un trabajo político para conciliar”… en el PAN, se entiende, porque Margarita Zavala salió por la candidatura independiente, mientras que el equipo de Anaya logró una polémica alianza con el PRD y Movimiento Ciudadano. Anaya no falló al conciliar, pero desde el pragmatismo.
    
CONFLICTO DE INTERÉS
 
A SUS 77 años, Diego Fernández se mira fuera de la política, pero sus declaraciones lo mantienen dentro. También sus silencios. No mencionó una palabra sobre José Antonio Meade. Tampoco se le escuchó algo, rosas o espinas, sobre el  grupo compacto de Peña: Videgaray, Nuño, Enrique Ochoa. Como buen político,  espera los consejos de las urnas. Eso sí, señala a AMLO “como un presidente que no se merece México”. La misma campaña del 2006 y 2012.
¿Y la política? Diego, activo desde los años ochenta, declaró a Proceso TV que no vive de la política, como otros lo hacen, “por el conflicto de interés”. Legislador avezado, candidato presidencial, polemista consumado, coordinador parlamentario, sus palabras mueven a la reflexión. El bufete jurídico que encabeza fue señalado en diversas ocasiones como beneficiario de información confidencial, en una combinación de negocios privados al amparo de cargos públicos. Miembro visible del salinismo, por relaciones políticas que reconoce documentadas ante notario (su acuerdo con Ahumada es prueba de ello), Diego no cede ante la contradicción y el destiempo. Éticamente Diego es una prueba en contra de sí mismo.  ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
Última actualización el Sábado, 24 de Febrero de 2018 19:57