Candidatos y asuntos pendientes en la República; partidos difusos y la duda ciudadana

Lunes, 05 de Marzo de 2018 12:36 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria 

*Discusión política, desplazada por el espectáculo
*Demasiado ruido, poco diálogo, reflexión ausente
*Plebiscito: en balanza, resultados del gobierno federal
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LARGA es la lista, si hemos de abordar los pendientes republicanos antes de la elección presidencial 2018. ¿Estarán en las campañas?, lo veremos. Los pendientes son legión y tendrían que ir a debate, no esconderse como polvo debajo de la alfombra: violencia e inseguridad, legalidad y estado de Derecho, desigualdad y desarrollo, educación y pobreza, macroeconomía y bienestar, corrupción y sistema político, impunidad y complicidad, abstencionismo y participación ciudadana. 
Hay mucha tela de dónde cortar, pero domina una visión miope, de corto alcance. La discusión política en México se percibe como una apuesta de “todo o nada”. Por el contrario, debería ser “la deliberación estratégica de problemas públicos, para activar consensos propositivos” (Norberto Bobbio). 
¿Habrá discusión política, o sólo descalificaciones previsibles, insultos distractores, spots desabridos y ojos bien cerrados en los debates presidenciales? El periodo de intercampañas muestra un camino ajeno a la discusión política, mientras la palabra ‘judicialización’ cobra forma peligrosa en el campamento de Ricardo Anaya. En el campamento de José Antonio Meade la palabra es ‘agresividad’, para subir en las preferencias, puesto que no elimina el déficit de 2 a 1 frente a AMLO. En el campamento de López Obrador la palabra es ‘prudencia’, mientras personajes con pasado incómodo encuentran el camino para subir al barco de Morena. Oportunismo que hace tambalear la esperanza. Mucho por corregir.
Lo que estará a debate, suponemos, serán los resultados del sexenio que encabeza Enrique Peña Nieto. Veamos este aspecto de cerca, entre lo que resalta en el llamado círculo rojo, el de la crítica.
    
COMUNICADOS Y REALIDAD SOCIAL
 
LA CAPACIDAD de gobernanza del presidente Peña y su equipo en lo primero que aparece bajo la lupa de las encuestas: con una aprobación de 18% para su gestión. Esto significa que 8 de cada 10 mexicanos lo desaprueba (o no lo comprenden, según la versión oficial). Una caída histórica en el presidencialismo mexicano, pero que ya no es noticia en la opinión pública y publicada. Ya no asombran los números rojos de Peña. Por supuesto, ésa no es la visión gubernamental. Desde Los Pinos distribuyen comunicados para “destacar logros estructurales del sexenio en curso”, pues “se equivocan quienes piensan que todo es negro, porque hemos avanzado en la economía, empleos e infraestructura, lo que redunda en mejor calidad de vida”. La autoevaluación no es vocera eficaz. 
Desde luego, si todo fuera negro habría que refundar el país. Incluso, varios analistas contemplan la posibilidad de un nuevo pacto constitucional en 2019, gane quien gane. Por lo pronto, concedido que el negro es un exceso, debe reconocerse que el tono del sexenio es sombrío, por las expectativas que levantó este gobierno federal desde su inicio. La vara de medir fue puesta por el Peña Nieto, arropado en encuestas deslumbrantes de aprobación (65%) y pactos reformistas en 2013. De la cima al tobogán, ha sido la ruta.   
PLEBISCITO ELECTORAL
 
INEVITABLE: Peña Nieto será pasado por las urnas. Esto explica, de entrada, los bajos porcentajes de preferencias electorales que exhibe Meade: la marca PRI es una huella indeleble, con negativos que se acumulan en esta administración. El halo de corrupción e impunidad creció de manera supersónica en la segunda mitad del sexenio: conflictos de interés en el espacio público. Esto pesa, aunque Meade intente el deslinde con Peña. Un abanderado del PRI que no es el PRI.
Sobre esto, el peso de la inseguridad. De norte a sur, es deficiente el gobierno (en sus tres niveles y de todo color) para controlar lo que ocurre y poner orden en ciudades, plazas, calles y carreteras. El reto es numérico, pocos policías para mucha delincuencia. ¿Cómo se capacita a la policía para sus tareas? Del ejército y sus funciones, hablaremos en otra entrega. 
Los debates presidenciales deben abordar agendas que estén en el ojo ciudadano. Por temática y calidad argumentativa, pueden normarse a través de instituciones académicas: UNAM, IPN, Colegio de México, Colegio de Historia. Eso significaría quitar formatos acartonados que sobreviven por el espectáculo de las descalificaciones. El cambio es posible, pero nadie (ni el puntero) le pone el cascabel al gato.       
Otro aspecto crucial de la elección: ¿cómo garantizar la seguridad de las urnas en el territorio nacional? El norte bronco, el sur con carencias, votos verdes ‘maiceados’ y voto del miedo en zonas peligrosas. ¿Y el INE? sin capacidad de articulación y verificación, salvo por heroicos funcionarios elegidos de las listas ciudadanas. No se trata de prender las alarmas de forma arbitraria, pero este funcionamiento resulta un misterio, aún en la era digital.
 
VOTOS ESCURRIDIZOS, 
¿ALIANZAS POR REGIÓN?
 
LA ELECCIÓN presidencial contiene un problema de coherencia para los actores políticos. Las camisetas se intercambian con singular presteza. Cabe preguntarse cómo funcionarán las coaliciones nacionales, los arreglos regionales y estatales, con las ‘tienditas’ locales. ¿Cómo se cruzarán y combinarán estos intereses?, ¿cómo se alinearán los votos en las urnas?, ¿se logrará la coherencia del partido/coalición, y se transmitirá a los votantes? Dudas que deberían aclararse en las campañas.
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