Presidenciales en la casa del dinero: una limitada oportunidad del debate

Lunes, 12 de Marzo de 2018 23:22 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Convención Nacional Bancaria: pasarela con guiños sin rasguño
* Meade y Anaya: rencillas de antiguas aliados, por la misma silla
* AMLO: despejar los miedos, garantizar inversión y crecimiento
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
POLÍTICA y economía son hermanas siamesas que determinan la salud o quebranto de un país. Las élites se reparten poder y dinero. Arreglo que define la estructura social. Para bien, cuando la noción de libertad con responsabilidad permea el ejercicio racional del poder, trazando límites a la acumulación de riquezas y privilegios; para mal, cuando la noción de discrecionalidad permite el abuso con ropajes legales. Política y economía: vasos comunicantes del poder con responsabilidad. También: del abuso de poder. 
Es clásico el dicho keynesiano: “La economía es tan importante que no debería dejarse sólo en manos de economistas”. No hay dicho equivalente para la política, más abarcadora socialmente que la ciencia económica. 
En el siglo XX se buscaron fórmulas de bienestar: las experiencias del totalitarismo disfrazado de socialista, o autonombrado como tal, y la expansión capitalista tuvieron un punto en común: otorgar al campo económico la batuta. Consecuencia: la cultura, la espiritualidad y la búsqueda de la felicidad pasaron a segundo plano. Con brío científico y dogmático, el siglo XX trató de distinguir entre actividades políticas y actividades económicas, sin llegar a una síntesis eficiente. Las competencias requeridas olvidaban la condición humana. Números no son personas; personas no son meras necesidades. 
El campo gubernamental se fragmentó y la burocracia política cedió terreno ante la burocracia económica. En este siglo XXI, asistimos a la integración de esferas: se desdibujaron las fronteras entre política y economía, para trazar habilidades duales de la burocracia gubernamental. En ese viaje contemporáneo, México cambió progresivamente de aspirantes presidenciales: de los secretarios de Gobernación (políticos) a los secretarios de Hacienda y Programación y Presupuesto (técnicos). El tecnócrata contra el político. Las hermanas siamesas se separaron, con cirugías sociales dolorosas: crisis recurrentes, fuese cual fuese el parámetro. Política y economía, en el mundo, han sido un espejo de insuficiencias y adversidades.   
La reconciliación de esferas sigue esperando a un estadista. En México, política y economía han triturado las nociones de tranquilidad y bienestar. Más de 60 millones de pobres.
 
EN LA CASA DE LA MONEDA
 
EN EL PUERTO de Acapulco se realizó la 81 Convención Nacional Bancaria se realizó, el viernes 9 de marzo. El número estelar con los “guardianes” del dinero corrió a cargo de los tres principales candidatos presidenciales: Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya, que se presentaron por primera vez en un mismo foro desde que arrancaron las precampañas en diciembre de 2017. Hubiese sido interesante un ejercicio con los tres en la misma mesa, pero quizás el INE consideraría tal acto un debate anticipado y hasta una sanción se ganarían los banqueros. Los tiempos democráticos esperarán un poco más. 
De cualquier modo, resulta sintomático y simbólico que los banqueros tuvieran la influencia para reunir por primera vez a los candidatos presidenciales: la política, faltaba más, respeta a quienes gestionan los recursos monetarios.   
En Acapulco, el orden de intervención fue sorteado y –curioso azar- le tocó primero a Meade, luego siguió Anaya y finalmente pasó López Obrador. Simbolismos aparte, este azar fue respetuoso de las encuestas: del tercero, al segundo, al primero en las preferencias hasta ahora.
 
DIME CON QUIÉN ANDAS 
 
UBIQUEMOS algunos puntos de dichas intervenciones. De entrada, Meade y Anaya siguieron en pugna, mientras que AMLO es ahora el profeta de la tranquilidad (aunque con un desliz). Falta un buen trecho para el domingo primero de julio. Mientras tanto, el periodo de intercampañas aparecía como un paseo para el abanderado de Morena. Básicamente, con estrategia de freno de mano, AMLO observa cómo Meade y Anaya se dan hasta con la cubeta. De ese encontronazo, se prevé, saldrá el que compita en las urnas con el gallo tabasqueño, que se da el lujo de expresar que Peña Nieto será “reconocido por la historia si entrega buenas cuentas en las elecciones presidenciales”. ¿Reconocer el triunfo opositor?
Los independientes que ya tienen registro (Margarita Zavala, Jaime Rodríguez y Armando Ríos Piter) no ven por dónde alzar el vuelo. Déficit de recursos y déficit de infraestructura política es igual a déficit de votos.  
Meade explicó que combatirá la corrupción y que para ello “se necesita un firme estado de Derecho”, aunque el estigma tricolor que le persigue acaso vuelve sus palabras como el tango: “hoy un juramento, mañana una traición”. Anaya se lanzó de nuevo contra el PRI, “que ha convertido a la PGR en su casa de campaña”, además de enfatizar que estimulará no la manufactura, sino la “mentefactura”, apelando a la economía del conocimiento, en boga a través de la globalización. Un guiño a la ‘formación digital’ de algunos banqueros.
López Obrador remarcó que, de llegar a Presidente, “no habrá cambios bruscos en la economía, ni se afectarán actividades que, al contrario, requieren impulso para generar inversión y crecimiento”. Luego matizó que, quizás a la mitad del sexenio, se presenten algunos cambios de fondo, aunque no dijo cuáles. 
Colofón de la triple visita: diálogo necesario. Los dueños del dinero son, después de todo, quienes tienen también en la mano la sartén de la estabilidad. Hubo, como le comenté, un desliz al que nos referiremos mañana. 
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