López Obrador, Meade, Anaya: el reto de la confianza después del debate

Lunes, 21 de Mayo de 2018 22:27 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

*Para ganar se requiere credibilidad, pero más para gobernar
*Los propios partidos y candidatos descalifican a “las marcas”
*Encanto de las campañas, desencanto desde el ejercicio de poder
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
COMO una sombra proyectada en el telón de fondo del segundo debate que ayer realizó el Instituto Nacional Electoral con los cuatro candidatos a la Presidencia estuvo una invitada incómoda, y no fue precisamente la ausente Margarita Zavala. No. Me refiero a la desconfianza de la mayoría de la población hacia los partidos políticos, hacia los candidatos y en general hacia lo que de manera generalizada llamamos como “los políticos”, así se digan independientes o ciudadanos.
De manera contradictoria son los propios abanderados de los partidos y de las alianzas quienes, en las palabras y en los hechos, alimentan ese rechazo.
 
PERSONAS O INSTITUCIONES
 
VEAMOS por ejemplo: en el primer debate entre los candidatos a la gubernatura en Tabasco fue más que evidente que por lo menos cinco de los seis aspirantes subrayaron que la elección sería “no de marcas, sino de personas”. Dicho de otra manera: la oferta al elector no son los partidos que los postulan sino ellos mismos, los candidatos.
No fue distinto ayer por lo menos para tres de los cuatro candidatos a la Presidencia más allá de los temas que trataron. Tanto Ricardo Anaya Cortés como José Antonio Meade Kuribreña de alguna manera le dijeron a los potenciales electores que los juzgaran por ellos mismos y no por los partidos de los que de alguna forma proceden. Del PAN en el primer caso, del PRI en el segundo aunque sin militancia formal.
Por su parte, Jaime Rodríguez Calderón, se oferta a sí mismo como ciudadano sin partido. Nuevamente, el individuo como garantía.
En el caso de Andrés Manuel López Obrador ocurre algo similar aunque no igual. En efecto, AMLO se ofrece a sí mismo como garante pero también sostiene que Morena no es como los otros partidos. Como argumento sostiene que se trata de un nuevo instituto que no tiene los vicios de sus adversarios. Sus críticos coinciden en que Morena ya tiene manchas que debe revisar antes de que conviertan en un cáncer incurable.
Hay simpatizantes de unos y otros, críticos de unos y otros. La realidad nos indica que un espacio que deberán ganar para obtener el voto, y hacia allá van sus esfuerzos, es la confianza, la credibilidad.
 
HASTA EL FONDO
 
La firma especializada Latinobarómetro reporta que la confianza de los mexicanos hacia los partidos políticos es de sólo 9 por ciento. Es el nivel más bajo de los últimos 22 años. Pero no sólo eso, los propios gobiernos pasan por una crisis de credibilidad. Unos más que otros, pero el desgaste del poder es evidente. En el caso de la administración federal 20 de cada cien reprueban su actuación. ¿Resultados?, ¿problemas de comunicación?, ¿rezagos acumulados?
Una reflexión importante en el informe de Latinobarómetro es que “la baja confianza en los partidos políticos coincide con la atomización de los sistemas de partidos que está teniendo lugar, así como con la crisis de representación y el desencanto con la política”.
Este desencanto de la política proviene, según los analistas, de otra percepción generalizada: que la población no siente representados sus intereses en el gobierno.
¿Lo que usted vio y escuchó ayer en el debate de los aspirantes presidenciales mejoró su confianza o acrecentó sus dudas? Recuerdo que pasado el primer encuentro de estos personajes un caricaturista resumió: ahora sí, después de escucharlos, realmente tengo miedo.
El temor es también ingrediente de la desconfianza. En marzo reciente se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), donde se confirma lo que otros estudios arrojan: el gobierno federal, los partidos políticos y las cámaras de Diputados y Senadores son las instituciones que menos confianza inspiran.
Según esta medición, sólo 18 de cada cien confía en los partidos. Si partimos de que son los partidos el motor central en la distribución del poder y la construcción de las instituciones, ya podemos explicarnos por qué el resto anda mal: Congreso de la Unión, gobierno federal, policías. La institución más confiable es la familia.
Pero la confianza y la credibilidad no es algo abstracto. Tiene que ver con la satisfacción por los servicios y los resultados en la calidad de vida. En este rubro, la satisfacción promedio, el mexicano se ubica en un 44.5 por ciento. Esto es, hay más de la mitad de reprobación.
Las mayores quejas son en materia de seguridad y empleo. En el caso de los servicios públicos básicos existe una muy baja calificación para el cuidado de calles y avenidas (23.7%); el desempeño de la policía (23.8%), el transporte público (31.1%) y el alumbrado público (35.9%).
Es cierto que estos no fueron estrictamente los tema que ayer trataron en el debate, pero como le decía, la sombra que se proyectó en el escenario fue la desconfianza. No resulta casual que las campañas estén destinadas a minar la credibilidad del adversario, más que integrar un plan para construir o reconstruir la confianza.
 
AL MARGEN
FORTALECER el federalismo, o construir un federalismo real, desafío de los gobernadores. ¿Se hablará de eso en la Conago? ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )