PAN requiere cirugía mayor; luchan grupos, chocan intereses

Jueves, 23 de Agosto de 2018 00:39 Editor
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Escala Crítica/Columna diaria
*En nueve entidades, muy bajo desempeño; el peor, en Tabasco
*No logró ese partido pasar la prueba de ejercer el poder presidencial
*Poco tiempo para reorganizarse; en puerta las elecciones del 2019
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
EL FUTURO del Partido Acción Nacional es incierto.  Como lo es el del PRI, PRD y hasta Morena, por sólo citar a los institutos con mayor presencia nacional. Pero la incertidumbre para cada uno de ellos tiene características distintas. En el caso del PAN, aunque no se puede sostener que vaya a desaparecer, es posible asegurar que requerirá una transformación profunda comenzando por revisar sus alianzas internas, la de sus corrientes y liderazgos.
En esta columna nos hemos referido recientemente al PRI, PRD y Morena, que por lo que se refiere a Tabasco despiertan un mayor interés; han estado o estarán en el gobierno estatal. El PAN ha tenido mejor suerte en estados como Yucatán, Veracruz, Quintana Roo, Campeche y Chiapas. 
Actualmente encabeza los gobiernos de Baja California (Norte), Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Veracruz, Guanajuato, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, Tamaulipas, Nayarit y Aguascalientes. Doce en total, aunque su poder quedó notoriamente disminuido tras las votaciones de julio reciente. El diario El Universal no dudó en destacar que ha sido “una de las peores elecciones” para el PAN (03/07/2018): en 2012, Josefina Vázquez Mota obtuvo el 25.6 % de los sufragios; en 2018, Ricardo Anaya Cortés sumó apenas el 22.27% contando los votos para sus aliados PRD y MC. 
 
DIVIDIDOS Y CONFUNDIDOS
AUNQUE los resultados en las urnas son una importante medida para los partidos –porque de aquellos depende su acceso al poder y a los recursos públicos-, el saldo más negativo para el PAN fue su división interna y el riesgo a su identidad. En estos días, el blanquiazul a nivel nacional no logra acuerdos para definir a sus coordinadores legislativos. En el Senado aspiran al cargo Gustavo Madero, Damián Zepeda y Vázquez Mota. Quien quede estará sujeto a lo que decida el nuevo dirigente partidista que será designado en octubre. 
Un partido que logró despachar en la Presidencia durante dos sexenios, enfrenta el reto de un crecimiento explosivo de su militancia –dejó de ser un partido de cuadros y democracia indirecta-, seguido de una caída abrupta. Cualquier camino que decida explorar el panismo pasará por el pacto o la ruptura de cinco grandes grupos, así como dispersas expresiones locales. De acuerdo a reportes periodísticos se pueden identificar los siguientes bloques que se disputan el poder blanquiazul: el de la Asamblea de Gobernadores de Acción Nacional, creado recientemente ; el de Felipe Calderón, encabezado por el ex presidente; el de los anayistas, liderado por Ricardo Anaya; el de Rafael Moreno Valle y el dirigido por Marco Antonio Adame.
La encuestadora Massive Caller difundió que entre los posibles candidatos a la presidencia panista Diego Fernández tenía el 28.9 por ciento de las preferencias, seguido de Rafael Moreno Valle con 28.3 por ciento y Marko Cortés con 20.4 por ciento. De inmediato Fernández de Cevallos se descartó  y expuso que su partido debe reestructurarse y darle oportunidad a los dirigentes jóvenes.
Pero más que la selección de su Comité Ejecutivo, para el PAN lo determinante es definir comprender y atender lo sucedido en el reciente proceso electoral: desde la designación de su candidato hasta las alianzas y la propia campaña.
De hecho, el pasado 11 de agosto, en su Consejo Nacional los panistas hablaron de los factores que los llevaron a la derrota. Un revés no sólo en número de votos sino –lo más importante- en lo ideológico.
 
LAS CUOTAS DE CUATES
ESCRIBIÓ Cecilia Romero, ex dirigente del PAN, que entre las causas analizadas están el alejamiento de los ciudadanos, haber convertido la afiliación a ese partido “en cuotas para exigir posiciones internas y candidaturas”, relegar la capacitación y alinearse a “los dictados de líderes sin escrúpulos”. Por supuesto que se criticó “la conformación de la alianza con partidos que postulan principios opuestos a los nuestros” (PRD y MC). 
Existen, cierto, muchos más elementos que inclusive fueron planteados por Javier Corral –actual gobernador de Chihuahua- cuando buscó la dirigencia de ese partido y sobre las que insistió después de los comicios federales. Es necesario, dijo “un diagnóstico muy claro, preciso y autocrítico”. En agosto de 2015 advirtió que los grupos que se convirtieron en facciones habían desdibujado al PAN y pasó a ser parapeto de conductas desdeñables, corruptas e inmorales.
Los efectos están a la vista: en nueve de las 32 entidades del país, el PAN no logró llegar ni a los 100 mil votos en cada una; lo peor le sucedió en Tabasco, ya que apenas sumó 24 mil sufragios. Aquí, el blanquiazul perdió el registro local, aunque la diputada Solange Soler aclaró que “se pierden las prerrogativas (dinero público), no el registro”. 
Es evidente que este instituto, por lo menos en Tabasco, debe hacer más trabajo partidista y organizativo, pero no sólo en época electoral. En la entidad, la afiliación blanquiazul es de sólo un mil 312 militantes; la más baja en todo el país. Un hecho excepcional para ese partido es Quintana Roo, donde a pesar de tener un mil 812 militantes, ganaron la elección para gobernador en 2016 con un disidente del PRI y en coalición con el PRD.
 
AL MARGEN
EL PAN tiene muy poco tiempo si quiere ser competitivo en el 2019. Sobre todo porque deberá defender la gubernatura de Baja California y sus debilitadas posiciones en otros cuatro estados. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )