Todos somos migrantes; la necesidad de una política de seguridad y empleo

Lunes, 08 de Julio de 2019 10:51 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

*Una historia como muchas: ser mexicano en cualquier parte
*El desplazamiento interno voluntario es un derecho y una necesidad
*Evitar que sea la migración sea por violencia, el despojo y la pobreza 
 
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
RECUERDO que a principios del año 2000, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador mantenía un pleito legal para que le reconocieran la ciudadanía en el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), porque había solicitado su registro como candidato a Jefe de Gobierno. El argumento de sus opositores fue que AMLO no sólo había nacido en Macuspana, Tabasco, sino que toda su actividad política la realizó en esta entidad, argumento que no se sostenía porque el aspirante también contaba con un domicilio en la capital del país.
En aquel tiempo, hacía unos meses que López Obrador acababa de renunciar a la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), cargo que asumió en agosto de 1996 y dejó en abril de 1999. Durante aquella época, aunque tenía un domicilio en Villahermosa –donde se quedó viviendo la madre de Rocío Beltrán, su esposa-, la familia del ahora Presidente se había establecido en la Ciudad de México. Él, conforme a su estilo, se la pasaba recorriendo el país de punta a punta.
Tuve la oportunidad de conversar con AMLO cuando buscaba documentar su actividad y residencia en la capital del país, a principios del año 2000. Mi opinión fue que estaba ante una lucha que ganaría por una razón fundamental: la capital del país es una urbe de inmigrantes. Ignoraba cuántos habían nacido en la capital del país, pero no tenía duda que se trataba de una ciudad cosmopolita. Cultural y políticamente la batalla estaba ganada.
Y así fue, porque luego legalmente el Tribunal Electoral del Distrito Federal le otorgó por mayoría de votos el registro como candidato. Ganó las elecciones para Jefe de Gobierno frente a Santiago Creel, nacido en la capital del país.
 
EXTRANJEROS, NO EXTRAÑOS
REMEMORO esto ahora que las circunstancias nos hacen recordar que todos somos migrantes. Podría afirmar que no existe una sola familia que no tenga alguno de sus integrantes que se haya mudado de pueblo, de municipio, de ciudad, de estado y de país. A nivel internacional, México es el país con más desplazados (más de 13 millones) en el mundo; apenas superado por India, sólo que este país cuenta con una población casi 10 veces más que la República Mexicana.
Pero hoy me permito llamar su atención sobre la migración interna, el desplazamiento de los mexicanos dentro del propio país. Algo que ha tenido un impacto especial en la composición demográfica, las costumbres, la cultura y hasta la lucha por el poder político. Tabasco es un ejemplo de esto porque entre 1970 y 1990, época del auge petrolero, prácticamente duplicó su población; de 1960 al 2010 el número de sus habitantes se multiplicó por cinco (INEGI).
En 2013 fue instalada en la capital del país una muestra fotográfica denominada “Todos somos migrantes”. La interpretación del hecho fue un poco más amplia. Se lee en la presentación: “Todos somos migrantes porque mudamos nuestra residencia, nuestras emociones, nuestros estados de conciencia. La migración es parte de la realidad que nos rodea y aunque algunos no atraviesan grandes territorios ni fronteras, existe un grupo de personas que diariamente tienen que enfrentarse a situaciones de vida o muerte, migrantes que buscan una vida mejor y son grupos vulnerables ante las redes criminales”. 
El gobierno de López Obrador se propuso una política de “cortinas de desarrollo” para lograr que la migración de los mexicanos no fuera por necesidad sino por decisión voluntaria. Cuando lanzó la iniciativa tenía en mente a los millones de paisanos que se mudaban –bajo un riesgo a veces letal- hacia Estados Unidos. También, dijo, por la desintegración de las familias cuyos miembros tenían que dejar sus localidades de origen en busca de oportunidades de estudio y trabajo.
 
ARRAIGAR, SIN FORZAR
 
AUNQUE las necesidades impuestas por la crisis migratoria de Centroamérica modificaron en parte los planes de las “cortinas de desarrollo”, nuestra realidad sigue siendo la de un país con crecientes desplazamientos por inseguridad, violencia, desempleo.
Un interesante reporte de Rodrigo Rosales (El Financiero, diciembre 2015), nos ilustra sobre las características de la migración interna y que siguen vigentes. Refiere que de las 185 mil 936 personas que se desplazaron de un estado a otro por la inseguridad la mayoría salieron de Tamaulipas, Chihuahua y el DF.
Con base en datos del INEGI, Rosales apunta que “la causa de migración más frecuente fue reunirse con la familia (39.7%); segundo, la búsqueda de trabajo (17 %) y cambio de trabajo (10 por ciento)”. Lamentablemente el fenómeno de la violencia y la inseguridad ha ido incrementando como factor de expulsión. Así, 6.4% de los migrantes abandonó en 2014 su hogar por temor a la delincuencia; un porcentaje superior a quienes migraron por casamiento o unión (5.8%) y apenas por debajo de quienes los hicieron por estudiar (7.5%). La inseguridad crece y por lo mismo aumenta el desalojo de poblaciones.
Un motivo de desplazamiento poco estudiado es el del empobrecimiento regional, lo mismo que la política de ocupación de territorios por las grandes compañías que obtienen concesiones gubernamentales. 
Ahora que las oleadas migratorias de Centroamérica ocupan el interés oficial, no debe perderse de vista el movimiento poblacional interno.
 
AL MARGEN
 
LA INVERSIÓN pública sigue siendo el motor de la economía nacional, y estatal. Por eso resulta relevante que el titular de Obras Públicas, Luis Romeo Gurría, haya anunciado que se reactiva la participación gubernamental con 239 proyectos que este año se realizarán con una inversión superior a los mil 077 millones de pesos. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )