La emigración, un reto a la seguridad pública y a la seguridad nacional; urge respuesta humanista

Sábado, 01 de Abril de 2023 23:53 Editor
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 Escala Crítica/ Diario Presente, Ventanasur, Horay20Noticias, Avance

*La movilidad origen y futuro de nuestras comunidades y familias
*La tragedia de Ciudad Juárez, llamado de atención contra negligencia
*Más allá de los jaloneos partidistas y electorales, una repuesta digna 
 
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
 
SOMOS PRODUCTO de la migración. Se sabe que nuestros antecesores partieron de lo que hoy es África. Surgieron las primeras aldeas que poco a poco fueron creciendo en número y diversidad. Así surgieron nuestras ciudades, países enteros. Hay un cambio permanente de residencia, ya sea de manera voluntaria o forzada. En los tiempos recientes las guerras y la crisis climática se han vuelto factores de mayor riesgo, no los únicos. La tragedia de Ciudad Juárez con 39 calcinados y 28 heridos, con quemaduras en grado diverso, nos debe sacudir la conciencia sobre la vulnerabilidad de quienes llegan a territorio extraño, y más todavía si lo hacen sin documentos o sin un asentamiento asegurado.
A principios del 2019, México registró una de las mayores oleadas migratorias procedentes de Centroamérica: entre enero y marzo de ese año más de 300 mil personas cruzaron de manera irregular la República con la intención de llegar a Estados Unidos. Tan sólo en tres meses la cifra igualó o superó la que se tiene año con año.
México se ubica entre los tres países con mayor número emigrantes junto a India y Rusia, con 12.3 millones, en tanto que las otras dos naciones tienen cifras de 15.6 y 10.6 millones respectivamente. Una expulsión creciente de su población. El principal corredor migratorio en el mundo es precisamente la frontera entre México-Estados Unidos. (“Panorama migratorio”, México Segob 2018)
 
MUROS CONTRA CORTINAS
 
POSIBLEMENTE usted recuerde que casi coincidente con el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia se registraron caravanas masivas de migrantes procedentes del sur. Iniciaron en octubre de ese año desde Honduras, de manera que estuvieron en territorio nacional a finales del 2018. Tan sólo a Tijuana llegaron grupos de hasta 10 mil personas; entre octubre de 2018 y abril de 2019, en Ciudad Juárez hubo un reporte de más de 15 mil indocumentados.
La complejidad de este fenómeno escaló por el “atorón” de miles de haitianos que tuvieron que establecer campamentos improvisados en Coahuila, y hasta en Nuevo León. Las personas procedentes de Haití habían recibido el estatus de refugiados, como respuesta a los desastres (terremotos, sobre todo de 2010) para poder pasar a Estados Unidos de forma casi automática. Sin embargo, este permiso fue cancelado a partir de julio de 2019 y tuvieron que esperar en territorio mexicano mientras corrían los trámites. 
Por si fuera poco, la pandemia de COVID-19 sirvió como excusa al gobierno estadounidense de Donald Trump para aplicar “medidas extraordinarias” a partir de marzo de 2020 prácticamente sellando la frontera con México y Canadá. El resultado: quedaron atestados los puestos de la Patrulla Fronteriza y  de los Servicios de Inmigración. El gobierno de EEUU habló de construir un muro; López Obrador respondió con una propuesta de “cortinas de desarrollo”.
No sólo la zona norte de nuestro país se convirtió en un archipiélago de campamentos para familias enteras sin recursos y en condiciones deplorables de salud, sino que este fenómeno se replicó en el sur, especialmente en Tapachula, Chiapas. Ahora ya es común ver en la capital tabasqueña, Villahermosa, a parejas de extranjeros con niños deambulando en solicitud de ayuda. Sucede en otras localidades de la entidad.
 
POBREZA Y VIOLENCIA
 
ASÍ COMO EN HAITÍ desastres por inundaciones y terremotos agudizaron la pobreza, en Centroamérica la expulsión y éxodo de pobladores detonó sobre todo por dos situaciones: las guerras internas provocadas por regímenes dictatoriales y el modelo económico derivado de los Tratados de Libre Comercio (un instrumento del neoliberalismo y el nuevo reparto del mundo) que intensificaron el desplazamiento de la mano de obra, al tiempo que se propició el ingreso de mercancías con un impacto negativo en el comercio y la producción locales caracterizadas por la subsistencia. Se prometió más riqueza y se agudizó la miseria.
Escribió Rudis Yilmar Flores Hernández, de la Universidad de El Salvador, San Miguel, El Salvador: “De manera muy particular Honduras, Guatemala y El Salvador experimentan procesos migratorios a gran escala ya sea por fenómenos naturales o situaciones económicas, políticas y sociales. En el pasado reciente se generaron conflictos armados internos que se prolongaron por muchos años o décadas como la guerra civil de Guatemala. En El Salvador, donde la población se vio en la obligación de abandonar sus lugares de origen siendo la niñez el sector más vulnerable donde solo había espacio para la guerra y no para la recreación y la convivencia familiar”.
Añade: “Otro elemento de análisis, lo representan los estragos causados por el neoliberalismo aplicado desde 1989, provocando procesos de privatización de la mayoría de las instituciones del Estado y medidas de ajuste estructural, en una clara reducción de las funciones sociales del Estado, dedicado únicamente a crear un marco jurídico, político garante de las reglas del libre comercio, profundizando la brecha entre ricos y pobres, estableciendo una nueva doctrina del saqueo total de nuestros pueblos.” (Redalyc, ALGUNAS CLAVES PARA ENTENDER LAS OLEADAS MIGRATORIAS, Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena", 2020)
AL MARGEN
Hay dos elementos que para el caso centroamericano debemos tener en cuenta: la expulsión de los pandilleros desde Estados Unidos y la guerra interna padecida por Guatemala, Nicaragua y El Salvador. No estuvo exento Honduras del conflicto armado. Si me permite volveré con un tema que debería estar en la agenda estatal. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )