MI CITA DEL MARTES CON LÁCIDES; UN MACONDIANO EN TIERRAS CHOCAS

Martes, 25 de Agosto de 2015 00:31 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

*Un lector y amigo solidario; fundó instituciones, sembró afectos  
*Conoció Tabasco aún antes de llegar a estas tierras y aguas
*Dejó pendientes una obra sobre Santamaría y otra sobre Iduarte
 
Víctor Manuel Sámano Labastida
 
DESDE hace unos ocho años un grupo de cuatro amigos establecimos la costumbre de reunirnos una vez por semana. Fue iniciativa de Lácides García Detjen. Los temas de la semana nos convocaban a Lácides, Chemanel Carrera, Javier Herrera y este columnista. Los asuntos eran variados y sin un sistema. Quizá por eso al propio Lácides se le ocurrió que teníamos que realizar otro encuentro los jueves por la noche para afinar proyectos de mesas redondas, foros, encuentros, publicaciones. Le agradecí que fuera siempre un permanente lector de esta columna.
Me dice el doctor Antonio Osuna que todavía unos tres días antes de su fallecimiento, Lácides pedía que le leyeran mis textos. De alguna forma, aunque el deterioro de su salud lo mantenía recluido en casa, nuestros diálogos continuaban –y continuarán- en estos papeles.
Varios de los temas que aquí se consignan surgieron de esas largas y animadas pláticas. Pero no sólo compartimos un intenso intercambio de opiniones, sino que tenía una atención especial: me proveía de interesantes e incesantes lecturas. Inclusive ya en su convalecencia, cuando regresaba de su tratamiento en la Ciudad de México, no faltaba una novedad bibliográfica para compartir, algún recorte periodístico o las fotocopias de textos que permitían documentar este encuentro diario con los lectores. Me hará falta, sin duda. 
DE SANTIAGO A SAN JUAN
RECUERDO que alguna vez conversamos sobre cómo un suceso dramático para América Latina se había convertido en una excelente oportunidad para Lácides: en realidad cuando salió de Colombia, a principios de los años setenta, su destino era Santiago de Chile; había obtenido una beca para estudiar en la universidad. Ya con el boleto en la mano le llegó la noticia de que un golpe de Estado había derrocado a Salvador Allende y al gobierno democrático en septiembre de 1973, instalándose en aquella porción de América Latina una larga y sangrienta noche de la dictadura. Decidió entonces tomar la ruta hacia México. Hizo el viaje por barco para llegar a Veracruz. Por lo menos esa es la historia que recupera su memoria. 
Su extraordinaria capacidad para hacer amigos –que se puso de manifiesto en los astilleros de Veracruz- hizo que conociera en la capital del país a muchos tabasqueños aún antes de llegar desplazarse a Villahermosa. Recordaba con su infaltable sonrisa cuando trabó amistad con el poeta Ramón Bolívar en la Universidad Nacional, en el DF. Me contaba que solía acudir a los ensayos del ballet coreográfico de Gloria Contreras porque le gustaba la danza y le fascinaban las bellas bailarinas mexicanas. Ramón era entonces ayudante de la maestra Contreras. En las bancas del teatro inició una larga amistad que luego se prolongó en la Universidad Juárez de Tabasco, donde Lácides y Ramón compartieron proyectos culturales.
Coincidencias del destino: este colombiano por nacimiento y mexicano por decisión propia, llegó a Villahermosa, Tabasco, en 1979 un 27 de febrero (fiesta cívica local).
 
SOLIDARIO, DESPRENDIDO
ME TOCÓ estar con él en la presentación de varios libros, muchas mesas radiofónicas para hablar de política y otros tantos foros sobre cultura. En especial rememoraba el entusiasmo con el que me llevó a comentar la primera novela del periodista René Delgado “El rescate”, de quien también era muy amigo. Nos quedó pendiente el comentario público de otra obra de su cuate mexicano: “Autopsia de un secuestro”
En otro foro, donde hablamos de periodismo, acudió a su ironía habitual cuando dijo: “dime en qué auto andas y te diré qué periodista eres”, en alusión al antiguo VW que este columnista usa. Tenía una forma muy especial de bromear, era para él como una travesura. A veces con cierta ingenuidad.
Cuando falleció Alberto Pérez Mendoza en marzo del 2013, y la familia no tenía recursos para el sepelio, de inmediato Lácides –que había compartido con el periodista y político tabasqueño inquietudes y actividades en los medios impresos- ofreció el espacio que había comprado para sí. No fue necesario utilizarlo. Pero esa nos da una idea de su desprendimiento. A Lácides le habían detectado cáncer tres años antes, pero su proyecto de vida no se detenía.
Lo ví muchas veces cuando la enfermedad estaba declarada.  Siempre tuvo muchas esperanzas en que saldría de ésta. Era un hombre con mucha pasión por la vida. Nos compartía su entusiasmo. 
Por un pacto implícito, sólo me encontré o hablé con él en los últimos días cuando así lo dispuso. Quiso ser recordado con esa formalidad –un hombre cuidadoso de su aspecto- y esa bonhomía; hay personas que prefieren que se les recuerde en la plenitud de su ánimo, me dijo. En una ocasión cuando hablé por teléfono para preguntar cómo se sentía me respondió: “siempre viví, ahora lucho por vivir”. Seguía sus frases con una risa apenas audibles, pero franca.
Un hombre que vivió intensamente. Tal parece que su vocación fue hacer amigos. En una entrevista que Marlene Escandón le hizo en el año 2005, Lácides comentó cuando se le preguntó respecto a sus hermanos, de quienes se separó por la muerte de sus padres cuando tenía unos cinco años: tuvo más cercanía, más intimidad y afectos con los amigos. 
Siempre llevaré conmigo un profundo acto solidario que tuvo durante las inundaciones del 2007. Acudió al sitio donde me había resguardado al quedar sin casa y sin cosas, lo acompañaba su hijo Leonardo. Ahí estaba con una bolsa que contenía un par de zapatos (calzamos exactamente el mismo número), dos pantalones y dos camisas. Y por supuesto: un libro.  Maestro, me dijo, esto no podía faltar. Lo que pueden faltar, le comenté, son amigos como tú.
Gracias a Lácides concretamos varias iniciativas. Una de ellas fue un taller de acceso a la información con el IFAI que entonces presidía Alfonso Lujambio y una red de periodistas. 
Como había mucha vida por delante suponíamos quedaron muchos proyectos pendientes. Como la librería que quería fundar en Villahermosa cuando se retirara de la universidad. Le insistí que lo hiciera antes para que tuviera un remo al que agarrarse en tanto se consolidaba su empresa. También quedó en sus archivos y en su mente la elaboración de dos libros “de justicia” para dos intelectuales tabasqueños a los que admiraba: Francisco J. Santamaría y Andrés Iduarte, además de algunas novelas con la temática de personajes tabasqueños pero con la perspectiva latinoamericana.
De esto hablaré el martes con él, cuando lo vea. Dedico estas líneas a Leonardo, a Yolanda y al doctor Osuna. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )