LA DEMOCRACIA MEXICANA Y LOS CÍNICOS: DURA PATRIA, LECCIONES DE HISTORIA

Miércoles, 30 de Septiembre de 2015 00:53 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Ausente en México, una cultura verdaderamente democrática
* Vicios antiguos, en la raíz de problemas actuales           
* Problemas estructurales son, también, problemas culturales
Víctor M. Sámano Labastida
 
LUEGO de las batallas electorales y los problemas de corto plazo que  campean en el país, se requiere una lectura panorámica. La actualidad gira entre sensaciones de indefensión, impotencia y hartazgo desde el lado ciudadano, entre el cinismo, impunidad y simulación desde el lado del poder. Citando a un clásico convertido en dicho popular: “los árboles no dejan ver el bosque”. 
Vivimos inmersos en problemas coyunturales que requieren respuestas urgentes. Pero esas respuestas no deben ser improvisadas ni surgir de la miopía política e histórica.
Quienes toman decisiones gubernamentales,  ¿evalúan aspectos estructurales y de largo plazo?, ¿conocen las transformaciones del México contemporáneo y su costo social?, ¿miran el bosque y no sólo árboles? El trabajo público tiene esos parámetros, aunque su aplicación sea escurridiza. Por otra parte, quizás los ciudadanos no exigimos lo que deberíamos exigir, ni damos lo que deberíamos dar. Lo que nos lleva al problema de la democracia y su ejercicio histórico en México, tema de estas líneas.
               
INDEPENDENCIA MADE IN USA  
EL SOCIÓLOGO francés Jean Baudrillard comparó la democracia con los vinos: “no soporta todos los climas, no se adapta a todos los terrenos, no soporta ciertas temperaturas, no arraiga en todos lados, como quisieran los teóricos de la democracia”. Es aventurado equiparar un proceso cultural (la democracia como forma de gobierno) con un procedimiento físico-químico de variables climáticas (cosecha vinícola). 
Baudrillard sugiere de forma elitista que no todos los pueblos están preparados para la democracia. Esto nos trae la memoria del argumento de las dictaduras. Pero más allá de la intuición discriminatoria (los pueblos, ¿tienen o no un chip democrático?), exploremos el caso de México.
Un dato es revelador del fondo histórico que está en juego: hace poco referimos una encuesta realizada por el gobierno federal (SEP), publicada este mes en El Universal, la revista Nexos y el diario español El País, que revela que el 68 por ciento de los mexicanos cree que nuestro país se independizó en 1821 de los Estados Unidos, y sólo el 32 por ciento identificó correctamente a España. 
La encuesta se realizó entre jóvenes y adultos de clase media y alta, con estudios mínimos de preparatoria. No se puede argumentar falta de estudios formales para justificar el error. En 2010, bicentenario del arranque de la Independencia y centenario del arranque de la Revolución, 72 por ciento identificó a España, en una encuesta de Mitofsky con población similar. ¿Hemos retrocedido 40 por ciento en memoria histórica? Quizás los muchos festejos patrios de 2010 influyeron, pero lo cierto es que ahora, en 2015, la memoria histórica nacional sale mal parada: 7 de cada 10 mexicanos no saben de qué país se independizó México en 1821.          
Otro factor preocupante, desde la esquina política, fue motivo de burlas en notas televisivas: alcaldes, gobernadores y otros funcionarios que dieron el ‘grito’, reescribieron la historia nacional al mencionar como héroes de la Independencia a Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas, Madero, Villa, Carranza y hasta Miguel Alemán. Se colaron también, en el panteón de la Independencia, poetas como Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón y Ramón López Velarde.  
Si así vamos en datos básicos de historia, meras identificaciones de episodios y personajes: ¿cómo estaremos en el ejercicio lento y esforzado de comportamientos democráticos?  
 
PARÁMETROS Y REALIDADES
 
EN EL PLANO formal, México lleva 194 años de vida republicana, democrática e independiente (1821-2015). Esto es: división de poderes, gobiernos elegidos a través del voto ciudadano y autonomía en su toma de decisiones. Aún con las altas y bajas de nuestra compleja existencia como país. En el plano real, si se observa la historia nacional desde versiones varias, encontramos que la división de poderes ha sido concentración del poder en el Ejecutivo, desde Guadalupe Victoria hasta Enrique Peña Nieto, con la excepción de pocos años de la Reforma (1857-1867), con un congreso libre que cuestionaba a Juárez y un Poder Judicial que moldeó el Juicio de Amparo, valioso instrumento jurídico ciudadano frente a eventuales abusos del poder gubernamental. 
En lo que toca a “gobiernos elegidos a través del voto ciudadano”, esto haría sonreír a su Alteza Serenísima, Antonio López de Santa Anna, once veces Presidente entre 1833 y 1855, instigador de numerosas rebeliones y poder tras el trono en su tiempo libre. Aquí otros personajes venerables no salen ilesos: Benito Juárez fue presidente 15 años (1858-1872) y Porfirio Díaz comenzó una rebelión “contra el Presidente garrapata” con el lema “Sufragio efectivo, no reelección”. La historia es irónica con los sueños de los hombres, pues Díaz se instaló el doble de años que Juárez (30) y Francisco I. Madero desempolvó el lema de Díaz “Sufragio efectivo, no reelección” contra el propio Díaz, para enarbolar el Plan de San Luis, un levantamiento popular armado contra el régimen que no quiso escuchar las urnas de 1910. 
Seguiremos en otra Escala Crítica con las insuficiencias del poder judicial, la autonomía nacional y otra hipótesis inquietante: que los problemas nacionales se recrudecen por ausencia de una cultura democrática, en pro de una simulación democrática.
 
AL MARGEN
CUANDO Hugo Gutiérrez Vega dictaba su cátedra en las aulas de la UNAM allá por los años setenta no había cupo para la multitud de estudiantes. Ya era un personaje reconocido.  Entre 1966 y 1967 fue rector de la Universidad de Querétaro, y entre 1974 y 1976 director de la emblemática Casa del Lago. Poeta, diplomático, promotor cultural, también fue un ciudadano comprometido. En México presidió el Comité de Apoyo a la Unidad Popular, movimiento que en Chile encabezaba el doctor Salvador Allende. Como profesor fue muy ameno; demasiado tolerante para el gusto de algunos. Entre los aspirantes a periodismo en aquellos años setenta circulaba el librito suyo “Información y sociedad”; obtuvo numerosos reconocimientos literarios y el Premio Nacional de Periodismo por Difusión Cultural en 1999. Falleció otro de los grandes. Recupero uno de sus versos para su despedida: “Me inquietan las jornadas submarinas./Sé volar y lo hago raras veces./Aquí paré mi tienda. Sólo espero/esa fiesta nocturna./ Me moriré/cuando el placer termine”. Adiós profesor. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )