RETROCESOS EN LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA; LAS URNAS DE ADORNO

Jueves, 01 de Octubre de 2015 00:57 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

             
* ¿Se practica la democracia como cultura y forma de gobierno? 
* Democracia formal vs comportamientos democráticos.          
* Los problemas: diferidos, encubiertos, olvidados. 
Víctor M. Sámano Labastida
 
CUANDO todos los reflectores apuntan a la actualidad, quizás es hora de mirar hacia otros lados. No por evasión de la realidad, desde luego, sino para su mayor comprensión. No por pasividad o indiferencia, sino como vacuna analítica y propositiva. La actualidad manda, pero sin reflexiones retrospectivas y prospectivas, simplemente no hay valor social asignable a ésta. Vivimos el día a día, pero pensamos en lo que fue y planeamos lo que será.    
Toda forma de gobierno humano es imperfecta. Pero hay de imperfecciones a imperfecciones. En el caso de la democracia mexicana (republicana, representativa y federal), pareciera que los comportamientos democráticos (en forma de rasgos culturales dominantes) no acompañan ni a la ciudadanía ni al gobierno.
La afirmación es fuerte y puede verse como una generalización brusca, lo mismo que pesimista. Maticemos la idea en esta Escala Crítica, pero no olvide el lector su propia experiencia ciudadana. Ahí se encuentra una parte esencial de la respuesta.        
      
ARRAIGOS Y DESARRAIGOS
 
MÉXICO ha vivido un siglo XX de partido hegemónico sin cultura democrática. Un punto de partida delicado, que prolongó la orfandad democrática de la revolución armada. La cultura priista –lo dicen incluso priistas distinguidos- fue patrimonialista, de adhesión presidencial sin cortapisas, vertical y de subordinaciones premiables. Una política de premios y castigos, de disciplinas y recompensas hasta forjar una cultura de la subordinación. Y de la transa. Una fila que no era debatible, sino pragmática y redituable si se seguían las reglas. 
Fidel Velázquez, vitalicio líder nacional de la CTM en el siglo XX, definió esa cultura en una frase: “El que se mueve no sale en la foto”. Un movimiento y se salía de la fila. Por eso, cuando le preguntaron a este personaje por el secreto de su permanencia en la cúspide cetemista, respondió: “Es que nunca quise ser Presidente”. No moverse, para estar en la fila. Los cuadros, las militancias, los aspirantes, todos lo sabían. Ahí ser forjó una forma de hacer y de ser.
Políticamente se entiende, pero no eran ni son comportamientos democráticos. Y quizás el fuego del poder afectó a otros actores políticos, emanados de la convicción espiritual y la bonanza empresarial: el PAN, cuya brega democrática naufragó al llegar a Los Pinos en el 2000 y repetir poder federal en el 2006. Hubo un germen democrático, hoy en extinción y/o reestructuración, según se vea. En otra ruta, surgida de tensas luchas sociales y fenómenos culturales, la izquierda política receló de la democracia como sistema de gobierno, pues los adjetivos ‘represor’ y ‘burgués’ prevalecieron como lectura hasta antes de 1988, cuando la izquierda en bloque (Frente Democrático Nacional) irrumpe en el escenario electoral, acompaña las protestas por la crisis económica y el desdén federal luego del terremoto de 1985, para dinamizar la primera contienda política presidencial competitiva de la historia. 
Esa fue una contienda desigual, con los dados cargados, decidida finalmente en los pasillos de palacio y no por los votos libre y valientemente emitidos. Pero el régimen de partido hegemónico, ganando, perdió. Y quizás en el 2000, perdiendo, ganó. Hablamos aquí, vale la pena remarcarlo, de cultura democrática que permea un país, que se convierte en un ambiente. 
El comportamiento democrático requiere un aprendizaje democrático. No es una cuestión formal solamente: es una vivencia. Por ello, instalados en 2015,  quizás vivimos una democracia formal con profunda insatisfacción, porque no se traduce en vivencia democrática.              
LA CARA CIUDADANA 
 
NO HEMOS tenido en México suficientes vivencias democráticas, mientras que la democracia formal se ha instalado y semeja una fortaleza inexpugnable. La alternancia en el poder fue crucial, pero se trató de una golondrina democrática que no hizo verano. El estatus quo, que había apechugado la ciudadanización del IFE en 1997 para realizar elecciones por fuera de la Secretaría de Gobernación, aprendió la lección y poco a poco han virado las cosas: con el nuevo INE, las decisiones de esta institución son democráticas formalmente en las votaciones, pero responden a intereses del partido instalado en el Poder Ejecutivo. Hay un retroceso innegable.
José Woldenberg ha defendido la estructura democrática formal y  formalmente tiene razón. Otro cantar es el comportamiento democrático y las consecuencias (o falta de) en el uso y abuso de vericuetos legales para burlar cualquier sanción democrática, como ha sucedido con el PVEM. Y no hay manera de sancionarlo, por más que se muestren pruebas y se junten firmas.             
En alguna ocasión, el regiomontano Gabriel Zaid escribió que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. En este sentido, la inacción ciudadana para dejar barra libre a los partidos políticos ha sido nociva en grado extremo. Muchos viven de la simulación democrática y nadie quiere mover las aguas. La formalidad se cumple, los votos se cuentan y la inmensa abstención se lamenta, pero también es parte del llamado juego democrático. 
Los ciudadanos han sido parte del deterioro de los partidos políticos, y ahora tienen que irrumpir en la arena política en forma de candidatos independientes. Aunque como le comentaba en una entrega anterior hasta las candidaturas independientes están siendo copadas por políticos en busca de partidos. La democracia formal sigue tejiendo sus redes. La vivencia democrática no termina de decir su palabra: el gobierno del pueblo no se ve. Los problemas cabalgan sin parar y nos arrollan.
 
AL MARGEN
Como usted sabe, el cambio de Petróleos Mexicanos para abrir la explotación del petróleo y el gas a las empresas privadas trae consigo muchos ajustes. Uno de ellos es la desaparición de varias de sus direcciones, subdirecciones y jefaturas.
Una de las áreas que desaparecen es la de Refinación Gas Petroquímica y Petroquímica Básica, que ahora formarán parte de la Empresa Productiva Subsidiaria (EPS) Transformación Industrial. Desde febrero de este año el director de Pemex, Emilio Lozoya, anunció que habría despido de personal.
El cambio de orientación en Pemex, así como el recorte de presupuestos para esta empresa, hace demasiado costoso mantener a más de 154 mil trabajadores. De estos, unos 45 mil son de confianza.
Se afirma que esta nueva política permitirá despetrolizar la economía tabasqueña. Es necesario, pero debe ocurrir con un plan de mediano y largo plazos.