POLÍTICA Y DISCURSO PÚBLICO; LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO

Sábado, 08 de Octubre de 2016 00:31 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Estrategia de la simplificación en política: no soy yo, son los otros
* Para evitar responsabilizarse, los partidos caricaturizan al adversario
* El juego de buenos y malos impide avanzar; lo importante es ganar
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
EN EL LIBRO “Construir al enemigo y otros escritos” (2011), el italiano Umberto Eco rastrea debilidades del discurso político en este siglo XXI. He aquí la debilidad principal según el reconocido y recién fallecido escritor: “Se insiste en las bondades de tener siempre a mano a un rival en quien descargar nuestras debilidades o faltas y, si ese rival no existe, pues habrá que crearlo”. Así se multiplica el discurso público que convierte al adversario político en un enemigo a modo. 
Y advierte Eco: “Construir al enemigo significa, entonces, eludir y trasladar responsabilidades en el espacio público. Para que culpen a otros, no a mí”. Resulta mucho más fácil eludir la responsabilidad de los actos adjudicando los males a otros o a la circunstancia. Resulta fácil, pero improductivo.    
Construir al enemigo es una operación cultural y política de cada nación, y de los diferentes grupos sociales que constituyen una nación. Lo es también en los individuos. Lucha externa y pleitos internos. El filósofo Eco no se ilusiona: “Al parecer no podemos pasarnos sin el enemigo. La figura del enemigo no puede ser abolida por los procesos de civilización. La necesidad es connatural también al hombre manso y amigo de la paz. Sencillamente, en estos casos, se desplaza la imagen del enemigo de un objeto humano a una fuerza natural o social que de alguna forma nos amenaza y que debe ser doblegada, ya sea la explotación capitalista, la contaminación ambiental o el hambre en el Tercer Mundo”. 
Amarga conclusión: no podemos vivir sin enemigos. Sin embargo, una cosa es luchar contra ciertas injusticias del sistema social y otra “construir un enemigo a la medida de mis carencias y fallas”. Un opuesto “a modo”.  
En México: ¿cómo opera la construcción de enemigos?    
MECÁNICA NACIONAL, DANZA DE ENEMIGOS
SE VISLUMBRA que la escena política mexicana está dominada por una estrategia recurrente: construir enemigos a la medida, sin importar que esto contamine el funcionamiento institucional de la vida pública, las soluciones de fondo a problemas nacionales y las posibilidades reales de consenso. Hemos sido por muchos años una receta para el desastre: la discordia es moneda corriente; la concordia, anhelo de unos cuantos. En el centro de esa tensión, la desigualdad social se ha entronizado. Y los enemigos se multiplican. Apenas esta semana se volvió a mencionar el “Informe País” del INE en donde se registra que solo 3 de cada 10 mexicanos en su próximo; se duda además, en serio, de las instituciones y sus representantes
Desde esta perspectiva, la política practicada en México adolece de un discurso racional basado en principios éticos. Las consecuencias son negativas en tres direcciones: 1) la simplificación es consigna partidista, pues urge caricaturizar al otro, exagerar sus rasgos negativos; 2) el reduccionismo discursivo opera en el ‘todos contra todos’, porque pocos actores políticos buscan la racionalidad en su discurso, ya que (juzgan) otorgarían ‘ventajas’ a sus adversarios; 3) Los estereotipos partidistas suplantan el análisis caso por caso y secuestran los matices en la opinión pública. Son indelebles, como imagen pública, el priísta corrupto y subordinado, el panista empresario y conservador, el perredista calculador y acomodaticio, el morenista incendiario y rebelde. Las etiquetas para no tener el trabajo de analizar y racionalizar.      
La construcción del enemigo opera por dualidades. Por ejemplo, desde el gobierno los opositores se ven como políticos refractarios al diálogo propositivo; y desde la oposición, el gobierno aparece como un ogro manipulador que usa el poder en perjuicio de la nación. Algo hay de cierto, pero no tanto. 
Se trata de un punto crucial de desencuentro político, que se traslada de la nación a los estados y viceversa. Si el poder está en juego, el proyecto no importa. Tabasco ha sido cuna de contrariedades mayúsculas en ese terreno. Basta recordar la batalla de adjetivos entre AMLO y Roberto Madrazo en el 2006, o la batalla previa entre AMLO y Vicente Fox cuando ambos emergieron (en los años 90s) como figuras políticas desde su región hasta llegar al centro. Esto sin olvidar la vieja cultura del priismo autoritario y cerrado contra todo “lo distinto”, lo de afuera del ex partidazo.    
 
ENEMIGO MÍO, DISCURSO DEGENERADOR 
LOS PREJUICIOS partidistas construyen un enemigo simplificado. Como dice el refrán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. 
El priísta presume consensos, pero no entiende disensos. O se es institucional, o no hay política que valga. Institucional a su modo. La línea y la subordinación mandan, para que el orden fluya desde palacio. Con esas premisas, el discurso priista construye ‘enemigos que quieren desestabilizar para avanzar políticamente’.  
El panista aprendió de ese viejo priismo el orden vertical, la fila como oportunidad y el sistema como subordinación, y añadió la brega democrática de respeto al voto. Así escaló el poder, para luego derrumbarse en la inoperancia de su doble gestión federal (Fox y Calderón). Con ese recorrido, el panista construye su enemigo: si la moderación de los tiempos políticos lo es todo, quien trata de romper esa parsimonia social no es patriota.    
El perredista tiene problemas con su pasado contradictorio (de lucha socialista o fila priista) y no sabe cómo lanzarse al futuro. Vive entre la negociación inconfesable y la transformación a medias de la vida pública. Por ello, el perredista se queja de lo radical y lo institucional, pero navega en esas dos aguas. El morenista se define por fuera de ‘la mafia del poder’, en un discurso de ‘buenos y malos, sin medias tintas’. El viejo esquema: fuera de mi nada, dentro de mi círculo el perdón. 
En resumen: construir al enemigo es vicio público y estrategia cabal del político que vive y muere por los estereotipos. Finaliza Eco: “Para que no sepamos  qué ocurre, apunta a los enemigos”. Como se dice en el ambiente popular: desde que se inventaron los enemigos, se acabaron los errores propios.
AL MARGEN
SORPRESIVO fue el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos, presidente colombiano. Más que discutir sobre la personalización de un reconocimiento, esperemos que la decisión de la Academia Sueca permita darle el impulso que falta a la reconciliación de los sufridos pobladores de Colombia. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )