PEÑA NIETO, CARRERA CONTRA RELOJ; DARLE LA VUELTA A LOS PROBLEMAS

Lunes, 24 de Octubre de 2016 11:19 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria 

*Un estilo elusivo de gobernar; las reformas del corto al largo plazo
*Canchas con pasto movible, una metáfora de la realidad nacional
*Fin de sexenio: temor al “manotazo” en un aparente callejón sin salida
 
Víctor M. Sámano Labastida
                      
EN LOS ÚLTIMOS días de su sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto afina su estilo: eludir los problemas, no resolverlos, dicen sus críticos. Los argumentos: para eludir, se arropa en el tiempo, aunque cada vez le queda menos. El calendario de los sexenios es inexorable. La cobija del tiempo no alcanza. Eludir significa esquivar, no decidir; es tibieza. En cualquier área de vida, la tibieza es indecisión fatal. Y con la indecisión podría desvanecerse el último rastro de gobernabilidad del sexenio. No es buen augurio. 
Aunque no pocos temen el “manotazo” defensivo de quien –sea como sea- tiene el poder. Arrinconado, quien tiene el control de la fuerza puede ser letal.
Rumbo al 2018, el crédito de Peña resulta escaso. Allí están las encuestas y los resultados de las recientes elecciones. ¿Cómo construir lo que la República necesita? 
Según diagnósticos de la UNAM, el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Iberoamericana y la organización ciudadana “Mexicanos Podemos”, publicados en 2016, faltan acuerdos de: a) seguridad pública y combate al crimen organizado, b) anticorrupción, c) transparencia y equidad electoral, d) política económica, fiscal y energética, e) competencia entre candidatos de partidos e independientes. 
Agenda llena,  acuerdos vacíos. Peña no logrará nada solo. Necesita espacio político para ejercer con responsabilidad el poder conferido, pero también desgastado. Necesita probar que entiende la dimensión de la crisis y quiere rectificar el rumbo. Esto no ha ocurrido. 
REFORMAS Y FORMAS
EL GRAN momento de Peña: las 12 reformas aprobadas en el Congreso entre 2012 y 2013, pactadas por fuera del Legislativo en mesas partidistas del extinto Pacto por México (PRI-PAN-PRD y morralla, de la mano). La decisión desde Los Pinos fue enfatizar el corto plazo. ‘Aquí y ahora’, cambio de timón para rebasar al PAN: celebrar consensos y pregonar bienestar. ¿O fue un proyecto impulsado tras bambalinas usando a Peña de ariete?  
El momento mexicano acaparó portadas en diarios y revistas internacionales. Peña subió a la burbuja del corto plazo y decretó nuevos tiempos. Pero las reformas, plasmadas en leyes, no aterrizaron en la realidad. O cuando aterrizaron lo hicieron de manera devastadora.
El ánimo reformista no modificó la percepción de los problemas nacionales. La mayoría de la población esperó el corto plazo que le vendieron desde Los Pinos. Así fue también desde la campaña, pero contra lo que indican los manuales básicos, obtenida la victoria no matizó las expectativas sino las incrementó…sin observar la tormenta en el horizonte.
Ahora Peña dice que nunca vendió el corto plazo. Lo ha reiterado en tres discursos en menos de 10 días (Zacatecas, Estado de México, Querétaro). A la basura el corto plazo: se ampara ya en el mediano y largo plazo para dar resultados. Como en los tiempos de Vicente Fox: “lo que el presidente quiso decir es que los beneficios serán después del sexenio”. Se dice incomprendido, pero los discursos 2012-2013 y los spots gubernamentales pueden verificarse y el contraste caracteriza el estilo de Peña: eludir para diferir. ¿No se aprende de los errores?        
 
REINCIDENCIA HACE LA DIFERENCIA  
 
EL POLÍTICO es el único profesional que puede cometer el mismo error en repetidas ocasiones -me dice un lector, citando a un clásico-. Al político se le permite equivocarse varias veces de la misma manera y con altos costos. En una empresa con algo de supervisión, esto no ocurriría sin consecuencias. El gobierno no es una empresa; no atiende al criterio de ganancia y productividad, sino a conceptos más amplios de bienestar y convivencia. Pero eso no es justificación, debería ser exigencia.
Llama la atención que Peña reincida, a pesar de que hacia el 2018 camina por una cornisa. Es un equilibrista con ayudantes que miran hacia otro lado. Van dos casos recientes de este estilo.  
Al ser cuestionado por los frecuentes y costosos viajes presidenciales (es el gobernante más viajero del orbe, documentan los medios periodísticos), Peña sostuvo que sólo lleva funcionarios acorde con el motivo del viaje: económico, político, financiero, diplomático. Explicó que no lo acompañan familiares, salvo su esposa como primera dama. Pero una investigación de Carmen Aristegui, validada con información oficial (producto de la ley de transparencia) arroja que “23 familiares de Peña han usado el avión presidencial en desplazamientos intercontinentales”. 
Si la información oficial arroja esto, más le hubiera valido a la Presidencia no alardear en la respuesta sobre estos viajes. La transparencia también exhibe.                     
Otro ejemplo se dio el Estado de México, durante la inauguración de un transporte teleférico. En el recorrido de la comitiva presidencial (hay fotos en internet) se observan 3 canchas escolares con pasto bien cuidado. Pero sólo estuvieron así cuando pasó el teleférico de Peña: era pasto sintético que se quitó luego del acto oficial. Las canchas están pelonas y polvosas. Esto nos hizo recordar los tiempos del viejo presidencialismo, como el caso de Luis Echeverría, cuando al morador de Los Pinos le instalaban escenografías que apenas aguantaban el discurso. La simulación como sello de identidad.
 
PING PONG ACADÉMICO, SOS
VINO luego otro caso muy controvertido. Explicaciones fallidas, cabos sueltos. Mucho escándalo con la tesis de licenciatura de Peña. Le trajo problemas acaso excesivos, porque además del tiempo pasado (23 años), no se trata de un acto gubernamental en ningún sentido. De cualquier modo, la simulación apareció: ni la Universidad Panamericana (donde cursó Peña la licenciatura) ni la UNAM que prestaba el plan de estudios de Derecho a la Panamericana, han querido investigar el caso del posible plagio en ese documento sobre el presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón. No hay un marco legal que aplicar, dicen, porque “se trata de una acción ya juzgada y extemporánea”, así que no hay ni habrá pronunciamiento académico al respecto. Salido el tema a la arena pública, retorna intacto al limbo de los estantes. No es la metodología: es el poder de la simulación como reincidencia. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla