Dilemas empresariales 2018: inversión, desarrollo y debate de presidenciables

Martes, 12 de Junio de 2018 00:04 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Quisieron a Slim de candidato; después buscaron un pacto
* Poder, cuello blanco, números negros, bambalinas y ganancias
* Los empresarios, un concepto general que deja a miles fuera
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
SOMBRAS. Varias notas periodísticas reseñaron -en abril- una inusual petición de empresarios a Carlos Slim: que el dueño del grupo Carso compitiera por la Presidencia de México. Vientos de la ambición moderada, pero permanente. En las reseñas hubo dos puntos en común: a) que Slim agradeció la petición y la asumió como “un honor dirigido a su trayectoria”; b) que no era posible, “ni por los tiempos legales ni por los tiempos políticos, asumir esa alta responsabilidad”. Hay otras muchas razones.
Por esos días, Slim se pronunció a favor del nuevo aeropuerto (NAICM), la más costosa obra sexenal proyectada por Enrique Peña Nieto (300 mil millones de pesos) con la respuesta aguda de López Obrador: “Si el nuevo aeropuerto es tan buen negocio, que Slim lo pague con su dinero”. Duro lenguaje, se dijo. 
Ante la negativa de Slim, la cúpula empresarial buscó unir las candidaturas de Ricardo Anaya y José Antonio Meade para enfrentar a AMLO, pero toparon con pared en sus cabildeos. Ahora, un nuevo episodio de “revelaciones” sobre las supuestas finanzas de Anaya (nota de la cadena UNIVISIÓN, junio 7), con aparente fondeo de 5 cuentas en diferentes países, muestra la imposibilidad definitiva de unir al otrora poderoso bloque PRI-PAN. Mientras Anaya denuncia ataques de Peña Nieto por “la guerra sucia”, los empresarios -huérfanos en sentido político- tuvieron que cabildear con Alfonso Romo una reunión con López Obrador, el martes 5 de junio, donde -se supone- limaron asperezas. 
Por lo que viene, la historia empresarial merece una mirada atenta, a reserva de profundizar en el tema.         
 
VIENTOS DE LA FILA
 
Históricamente, la clase empresarial no busca poder político en el espacio público. Prefiere, en privado, negociar y pactar -con la clase política- sobre la regulación de actividades económicas que le reditúan ganancias materiales. Eso sí que es iniciativa privada: adquirir poder a trasmano. 
México no ha sido la excepción a esa tendencia mundial que, por 250 años, predomina en los países con democracia formal. Los empresarios tienen poder, pero no asumen responsabilidades públicas. Su contabilidad, clara y oscura, les parece más que suficiente. No necesitan mancharse el traje. Una de sus fórmulas favoritas es: ‘cuello blanco y números negros’.
En México, los empresarios han sido discretos en su participación política. Son tan diversos, además, que en una reciente respuesta de la Alampyme (una alianza de pequeñas empresas) le dijeron a los integrantes del Consejo Coordinador Empresarial y al Consejo de Hombres de Negocios que las cien familias más adineradas del país no representan a los más de 16 mil micro y pequeños empresarios. Estos últimos indicaron que son el 97% de la planta productiva del país y, por lo tanto, los mayores generadores de empleo. 
Beneficiarios indirectos del sistema emanado de la Revolución Mexicana, “los empresarios” no hicieron contrapeso cuando pudieron y, ganancia manda, se sumaron a la fila. No se recuerdan candidatos a la presidencia de cuño empresarial, en la época dorada del PRI-Gobierno. Salvo el caso de Miguel Alemán.
Recordar la confrontación Echeverría,.
Es significativo que la primera intentona empresarial para luchar por el poder político surge después de la polémica nacionalización de la banca, a raíz de la crisis económica y devaluación del peso en 1982, cuando José López Portillo asumió el papel de héroe (o villano) canino. Antes, en los setentas, había ocurrido un choque público de los hombres del dinero en Monterrey con Luis Echeverría. En el histórico 1988, desde el PAN, el empresario y agricultor sinaloense Manuel J. Clouthier buscó la Presidencia de México. En el 2000 otro panista, Vicente Fox, exgerente de la Coca Cola y con enfoque empresarial, le pone el cascabel al PRI, luego de 70 años en Los Pinos…aprovechando la presión desde el frente Cuauhtémoc Cárdenas. Paradojas.
Falta una candidatura empresarial de peso en las elecciones presidenciales de México. Deben expresar lo que quieren en la arena pública. Eso es más saludable que algunas negociaciones tras bambalinas, como se ha documentado en diferentes coyunturas: con Alemán (1946-1952) y con Carlos Salinas (1988-1994), la simbiosis fue tal que surgieron con fuerza negocios al amparo del poder; las ganancias sobradas los ha conectado con políticos, pero no sin hacer política abiertamente para acceder al gobierno. Aunque sí para apoyar algún candidato. No es sesgo nacional, sino una tendencia mundial. El capital se encarga de las cuentas, mientras otros se encargan de las leyes que engordan las cuentas del capital. 
Un debate serio sobre la clase empresarial incluye no colocar a todos en la misma canasta. La necesidad de generalizar, para argumentar en bloque o con sentido histórico, nubla las bondades de la productividad empresarial en la construcción de México. Hay riesgos que asumen los inversionistas en tiempos duros. No todos, pero cumplen su rol social como generadores de bienes y servicios. El 60% del PIB mexicano, proviene de la iniciativa privada. 
AL MARGEN
EL PROBLEMA surge cuando nos asomamos a la situación de la mayoría de los trabajadores: la riqueza no fluye hacia abajo y se queda arriba. Un debate nacional pendiente…que estará rondando el tercer -y definitivo- encuentro  de López Obrador, Anaya, Meade y Rodríguez.
 
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