Proyecto Morena 2018-2024 (y más): regeneración del Estado y la sociedad

Lunes, 23 de Julio de 2018 10:20 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Estado democrático: un poder que debe ser reconocido por todos  
* Villoro y Pedrero: terminar con la nostalgia del País de un sólo hombre 
* Varios Méxicos del presente, pasado y futuro; de lo individual a lo colectivo 
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
EN LAS PROPUESTAS de Morena, el partido ganador de la revuelta cívica ciudadana, hay un punto clave de convergencia: la reconstrucción del Estado. O la regeneración. El diagnóstico es histórico, con gran energía cultural detrás de sí. Lucha entre pasado y futuro, justo en el presente. Nada que ver con la coyuntura peñista, que ciertamente ha sido el último clavo en el ataúd del viejo sistema y su margen de credibilidad ante la población gobernada.
Esta idea, reconstruir un Estado democrático y moderno en México, nutre las estrategias y políticas anunciadas por López Obrador y su equipo. Quizás el tamaño del reto es demasiado grande para 6 años. Por ello, con insistencia se habla de hacer 12 años en 6. El método que esbozó AMLO es comprimir el tiempo a través de la capacidad de trabajo. No todos bailan a ese son. La reconstrucción del Estado será hueso duro de roer por la burocracia reinante, la que no jala parejo. 
¿Cómo se llegó a este diagnóstico? Hay que revisar con cuidado las 300 páginas (y es resumen) del proyecto de nación que Morena hace público en internet. Mientras el debate se encuentra dando vueltas en torno al fideicomiso para damnificados y las sanciones del INE contra Morena, me parece relevante no perder de vista la cuenta larga: el Estado perdido que quieren rescatar AMLO y su partido, lo que puede significar para México.
 
EL SUEÑO LIBERAL: UN ESTADO MODERNO 
 
TIEMPOS complejos. “La política reina, pero no hay Estado. Las acciones políticas son el resultado de intereses particulares contrapuestos, ninguno puede identificarse con el interés general. El poder real está dividido entre distintos grupos: Iglesia, ejército, caudillos locales, burocracia; no hay un poder soberano reconocido de hecho por todos”. Lo interesante de la descripción del México de Antonio López de Santa Anna (primera mitad del siglo XIX), es que puede cuadrar con el retrato de país en otras épocas. Quizás, según sea la época, habría que añadir a terratenientes, sindicatos, medios de comunicación y élites empresariales. Habla, con polvo en el viento, el historiador Luis Villoro (revista Nexos, octubre de 1993), a propósito del extraordinario libro de don Enrique González Pedrero, “País de un solo hombre: el México de Santa Anna”.
 Note el lector la paradoja: la política reina, sin necesidad de Estado. Es decir: se procesan problemas a través de poderes fácticos, no por vía institucional. Esto, repetimos, se parece mucho a lo que ha sucedido en el México de otras épocas; a lo que sucede ahora. Por esta razón, histórica y cultural, se comprende que López Obrador apueste por la reconstrucción del Estado. Quienes votaron por esta opción saben que es necesario el cambio. ¿De qué, cómo? 
Con mirada de águila, Villoro observa la obra de González Pedrero y su versión de un Estado embrionario: “había que transitar de la ley de la selva a la majestad de la ley, del estado de naturaleza a la soberanía del Estado: hacía falta, en pocas palabras, construir el Estado”. ¿Qué estaba en juego? Villoro señala el futuro: “el Estado moderno, caracterizado por un poder único, soberano, aceptado por consenso por una amplia mayoría, depositario del interés general frente a los intereses particulares”. No se trata, entonces, de una visión autoritaria del Estado, de tendencia tradicionalista o monarquizante (la vertiente conservadora). López Obrador, al hablar de la Cuarta Transformación de México, se sitúa en una corriente histórica de cuño liberal que pretende la recuperación de un sueño político y social: “Todo el siglo XIX y el XX han estado presididos por un problema central: la construcción del Estado moderno, tarea que aún no termina”.  Ponerlo en práctica, con sujetos concretos, es el reto.                 
 
HOMBRE FUERTE O SOCIEDAD FUERTE
EL SIGLO XIX mexicano no pudo evitar la figura del hombre fuerte, que dominó por encima de redes institucionales. Santa Anna, Juárez y Díaz. Había una matriz histórica de autoritarismo de cuño español, junto a la vertiente prehispánica del Tlatoani caudillo. La nación mexicana, coinciden Villoro y González Pedrero, busca su futuro en un Estado democrático. Pero ese futuro topa con realidades que contradicen el esfuerzo constitucional. El siglo XX, con todo y Revolución, no se libró del hombre fuerte en la figura de generales y abogados que hicieron del poder un patrimonio personal. 
Villoro es profundo en su sentido histórico de transformación: “Mientras no se consolide definitivamente el Estado democrático, mientras el orden legal no se imponga a los arbitrios personales, mientras se mantengan rasgos fundamentales del poder personalista y patrimonial, no se habrá realizado cabalmente el proyecto que dio origen a la nación”. El reto histórico que se autoimpuso AMLO tiene que ver con este déficit democrático y legal del Estado. La simulación juega sus cartas y corroe la política en su labor más digna: el servicio a los demás. Y es que Santa Anna atraviesa épocas con otros nombres. Lo sabemos.
Si la historia enseña algo valioso, ese algo debe ser una vacuna contra el pasado caudillista. Un proyecto de nación del calado de Morena, no debe depender de un solo hombre. Más que la nostalgia por el “hombre fuerte”, se debe construir la esperanza de una sociedad fuerte. Y no es sólo teoría, amable lector, es la vida de todos los días.
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