Normalidad en política: la 4T y el debate público por el cambio

Martes, 25 de Diciembre de 2018 00:04 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

* Presupuesto 2019: agujero negro de 36 años.   
* Cardiólogos, inversionistas y salarios: atrincherarse.   
* Otra normalidad: servicio público como verdadero servicio.      
Víctor M. Sámano Labastida
 
PODRÍA parecer demasiada insistencia, pero el tema lo amerita. Es lo que nos gobernará y marcará la ruta los próximos seis años…y quizá más. Como parte del paisaje, resuena el debate sobre la 4T, según se abrevia ahora la Cuarta Transformación anunciada por el gobierno federal. En ese debate, intenso, se olvida de dónde venimos. Es un punto crucial de la argumentación en los primeros días del gobierno que encabeza AMLO. A las críticas y descalificaciones por añoranza del neoliberalismo, debe oponerse la vacuna de la memoria. 
 
Vemos los efectos en estos días. ¿Qué significó, en la política mexicana, el concepto de normalidad? Arreglos cupulares, discrecionalidad de la ley, impunidad, corrupción, mano larga y cuchara grande para el diseño del presupuesto. Venimos de un régimen a espaldas de la ciudadanía. 1.8% de crecimiento anual, de 1982 a la fecha. Sin ese contexto histórico, no se entiende el polvo levantado por la 4T en su primera quincena de gestión gubernamental.
Exploremos el punto, con una sugerencia: desacostumbrarnos a la normalidad que significó la pobreza de millones y desesperación social.
 
DINERO NEGRO Y SERVICIO EN BLANCO  
 
LA NORMALIDAD del presupuesto federal tuvo como base el derroche. Cada año desde 1982 al 2018, si vemos el recorte que practicó Morena, representa 500 mil millones de pesos perdidos. Un total de 16 billones que devoró el neoliberalismo, pichicateando servicios públicos, como el sector salud o inversión en PEMEX. Vista esa cifra, se advierte lo que representó: falta de incentivos a la pequeña empresa, freno en seco a la clase media emergente, multiplicación de la pobreza en zonas rurales y zonas urbanas periféricas (cinturones de miseria en ciudades). 
En cuestiones de seguridad, la normalidad mexicana significó intemperie y padecimiento del abuso. Ciudades y poblados, de norte a sur, se sacudieron por el brillo del crimen organizado, que ejerció de gobierno paralelo con el comercio (impuesto forzado) mientras reclutaba personal entre los jóvenes, unos coaccionados y otros deslumbrados. Algunos corridos norteños de tópico criminal hicieron lo suyo para instalar en la cultura una conciencia de sometimiento. Deportistas, conductores de televisión y músicos populares, insinuaban el camino de dependencia al crimen organizado. 
El gobierno, omisión y complicidad, facilitó ese ambiente social de temor y respeto al crimen organizado. Con el juicio a Joaquín Guzmán en Nueva York, se sigue levantando el polvo de aquellas alfombras: periodo ominoso sin documentar. En ese terreno, descubrir los nudos de vinculación crimen organizado/política, la 4T tiene uno de sus pendientes más delicados.                        
 
CARDIÓLOGOS Y OPINIÓN PÚBLICA 
 
LA OPINIÓN pública en los medios de comunicación (prensa, radio, tv)  observa los cambios de la 4T y se instala en un conservadurismo frenético. Se ha llegado al extremo de incorporar a los argumentos “la salud de los inversionistas”. Sí, miró usted bien, lector, con la salud hemos topado. Fue el caso de Federico Reyes Heroles (Reforma, diciembre 14) quien advirtió que “por las malas señales del nuevo gobierno al mercado, se ha incrementado la visita de inversionistas al cardiólogo”. Puestos ante tamaña normalidad, sólo queda oponer a ese argumento lo siguiente: hay miles de familias en México que no pueden pagar un cardiólogo, pero que han padecido la desaparición, secuestro y muerte de sus seres queridos.
Normalidad en México eran poderes aceitados vía complicidad. Ballet de ambiciones paralelas, por la manga ancha de recursos disponibles. Ahora, con el jaloneo entre poderes -legislativo y ejecutivo que llaman a la austeridad al poder judicial- tenemos en la superficie una defensa enconada de la división de poderes para mantener los altos salarios de jueces y magistrados, que se cuentan entre los 5 más altos del mundo. 
Resurrección equivocada del teórico Montesquieu, mientras se pone el grito en el cielo porque AMLO “habló de salarios que llegan a los 600 mil pesos”, cuando en realidad son… 578 mil pesos. Hubo burlas sobre el particular, para organizar coperacha y completar los 22 mil que faltan. 
 
AÑORANZA DE PRIVILEGIOS 
 
LA NORMALIDAD política en México se refleja ahora en una añoranza del privilegio. Los actos reflejos del sistema político encuentran espacios legales para enquistarse. Hay demandas por juicios de amparo, controversias constitucionales y declaraciones de ministros que antes rara vez saltaban a la opinión pública. Son tiempos anormales, podría decirse, aunque lo anormal era lo que sucedía antes. AMLO comentó un hecho significativo que refleja fusión de poderes: un teléfono que conectaba al Presidente de la República con el Presidente de la Suprema Corte. Recibir instrucciones, la encomienda. Ya se canceló esa línea, nos anuncian; no debe tomar otras formas.
Esta batalla, entre nuevas formas políticas y normalidad a la antigua,  debe buscar exactitud en los hechos. Por otra parte, los servidores públicos tienen que meditar esta diferencia: ser funcionario y ser servidor. El funcionario público se siente parte de una maquinaria burocrática y no se responsabiliza de la calidad del servicio. El servidor público sabe que trata con ciudadanos que pagan su sueldo vía impuestos. Es hora de dejar atrás conceptos de normalidad política que hicieron mucho daño al país. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla