Mímesis: Philip K. Dick, Gestarescala (II)

Viernes, 18 de Enero de 2019 12:35 Editor
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 Alegrías demasiado feroces para ser expresadas        

Pablo del Ángel Vidal
 
Escribí, en la entrega anterior de Mímesis, que Gestarescala (1969), novela del norteamericano Philip K. Dick, es para mí una de las cumbres narrativas del Siglo XX. 
Aquí sigo en la tarea reflexiva de explicar por qué.
La reincidencia perdedora hacia la madurez
Después de cuatro lecturas hechas en un lapso de 30 años, puedo concluir que Gestarescala es una fábula sobre el sentido de la vida que cambia a través del tiempo, en aras de una madurez que siempre se escapa. La trama perfila el reto de la acción para gente acostumbrada a perder. El riesgo es el inmovilismo por temor a la reincidencia perdedora. 
La lección ética de Gestarescala es que todos, talentosos o mediocres, somos perdedores cuando negamos el don de la vida compartida. Si la vida es un don compartido, el cultivar ese don resulta un arte precioso por combinatorio. Para K. Dick, según deduzco de su novela, la persona cobra sentido cuando entiende que la soledad ontológica es reversible en compañía, pero al mismo tiempo que esa compañía exige –de nuevo- preservar otro tipo de soledad: la soledad cognitiva. ¿Para qué? Para seguir interrogando el ser a través de acciones individuales o comunitarias. Otra manera de decirlo es: una acción se piensa en solitario, pero se ejecuta acompañado.
Gestarescala, como lección perdedora del ser para la madurez, se desdobla en tres personajes: Spelux, compleja entidad de vida con dones simbióticos, que se aferra y gana; Joe Fernwright, ceramista terrestre que gana y pierde pero nunca falla en su individualidad; Mali Joyez, fémina extraterrestre que empata todo el tiempo por temor a descolocarse en el mundo, curiosamente no por temor a perder (como sí es el caso de varios varones de la trama). Es impresionante cómo con apenas tres personajes centrales, el maestro K. Dick logra armar una trama colosal y universal a la manera de Homero. Además, con el sello de la concisión: 158 páginas.  
Tome en cuenta el lector un punto clave: la derrota no es otro tema más para Philip K. Dick, sino el único tema sobre el que vale la pena escribir. Aquí sigo una idea del húngaro Stephen Vizinczey a propósito del novelista inglés Graham Greene. Y no hay una entronización de los vencidos, creo, sino conocimiento realista del entorno humano y sus reacciones. Philip K. Dick se especializa en recrear, entonces, la búsqueda espiritual desde personajes con bajo perfil heroico. Todo desde el género literario más alejado de la espiritualidad, por su vena técnica: la ciencia ficción. Por esa razón, me fascina imaginar al ruso Fedor Dostoyevsky, otro cazador espiritual, leyendo Gestarescala. Todavía espero esa reseña. 
Por sus frases los conoceréis
Extracto aquí frases y párrafos notables de Gestarescala, para dar una idea del calibre literario de esta obra desconocida y, en cambio, merecedora de una difusión que tienen otras grandes novelas de ciencia ficción.  
-“La alucinación había desaparecido de su cerebro y la ilusión de su ventana”.
-“No podía discutir con una cama iracunda. Con resignación encendió el mecanismo productor de sueños y cerró los ojos. Se durmió de forma inmediata. Como siempre, el mecanismo era perfecto. En seguida, comenzó el sueño, un sueño que compartía con todos los que estaban durmiendo en cualquier lugar del mundo”.
-“Nuestra sociedad, pensó amargamente, tiene una forma de gobierno perfecta. Al final de cuentas, todo el mundo termina jodido”.
-“Soy una cosa gris, pensó. Navegando con las corrientes de aire que me empujan y me atropellan, como una bola gris, hacia adelante, siempre adelante”.
-“No existen los asuntos sin importancia, del mismo modo que no existe vida sin importancia. La vida de un insecto, de una araña, es tan grande como la tuya, y la tuya como la mía. La vida es la vida. Tienes tantas ganas de vivir como tengo yo. Has pasado siete meses infernales, esperando aquello que necesitabas día tras día… de la misma manera que espera una araña. Piensa en la araña, Joe Fernwright. Teje su tela. Luego hace una pequeña cueva de seda en un rincón para guarecerse. Tiene hilos que flotan a todas partes de la tela, para saber cuándo cae algo comestible, algo que necesita para vivir. Y espera. Pasa un día. Dos días. Una semana. Sigue esperando, no puede hacer otra cosa. Un pequeño pescador de la noche… y quizá cae algo, y ella vive. O no cae nada, y espera, pensando ‘no caerá a tiempo. Es demasiado tarde’. Y tiene razón: se muere esperando”.
Algunas veces, añadir algo es simplemente agitar las manos ante una obra de arte: otro espectador pedirá que te retires para ver mejor.
El otro Borges y sus obras señeras 
Los lectores del llamado “Borges de la ciencia ficción” (Ursula K. Leguin dixit) tienen su propio ranking literario, donde no califica tan alto Gestarescala. Veamos uno de los rankings literarios más prestigiados del mundo: el club de lectores de Ciencia Ficción de USA, que otorga los premios Hugo, galardón máximo del género. El ranking de obras de Philip K. Dick, ahí, se maneja como sigue: 
 1) El Hombre en el castillo, premio Hugo a la mejor novela de ciencia ficción en 1962, con un Estados Unidos conquistado por Japón y Alemania. 
 2) ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? La mítica novela escrita por K. Dick en 1968, y que el  inglés Ridley Scott adaptó para el cine en el ya clásico film Blade Runner (1982) con Harrison Ford, Sean Young,  Rugter Hauer y Daryl Hannah, y su extraordinaria secuela Blade Runner 2049, dirigida por Dennis Villeneuve (2017).        
 3) Una mirada a la oscuridad (1975), taladrante novela sobre el efecto de las drogas en los seres humanos (hay una versión cinematográfica muy interesante).
 4) Mundo contra reloj (1974), antecedente directo de las películas en donde la vida corre al revés.
 5) Ubik (1972),  la historia por excelencia sobre mundos virtuales, antes de que el concepto de ‘realidad virtual’ se pusiera en funcionamiento         
 6) Gestarescala (1969).   
 7) Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1976), que compite por el mejor título de novela de todos los tiempos.
 8) Tiempo de Marte (1964), con un personaje que distorsiona la realidad a voluntad (¿Cómo todos?).
 9) Clanes de la luna alfana (1965), cuya trama es una colonia de esquizofrénicos enfrentada a una tribu de paranoicos, en la luna del planeta Alfa. Duelo equilibrado. 
10) Los simulacros (1960), que anticipa debates de clonación/vida artificial versus vida natural. Siempre me ha sonado raro, por contradictorio, el concepto de “vida artificial”.                
Me queda una entrega más de Gestarescala. Por lo pronto, sugiero una actividad que quitará tiempo al uso del celular: lea cualquier novela de Philip K. Dick. De verdad: su imaginación se lo agradecerá.
                 
 
Última actualización el Martes, 05 de Febrero de 2019 20:58