Andrés Iduarte, autor casi desconocido; un tabasqueño ejemplar y un patriota

Viernes, 03 de Mayo de 2019 00:48 Editor
Imprimir

 Escala Crítica/ Columna diaria

*Apostó por el camino empedrado de la honestidad: Ervey
*Un escritor entre varias revoluciones y los mitos del suicidio
*Más que el reconocimiento, la difusión de su obra: Guzmán 
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
HAY UN DICHO muy popular que se refiere a que “nadie es profeta en su tierra”; es común mencionarlo por quienes obtienen reconocimiento lejos de su lugar de origen. Los ejemplos abundan y quizá en Tabasco uno de los más notorios sea el del intelectual y escritor Andrés Iduarte Foucher, de quien el primero de mayo se cumplieron 112 años de su nacimiento en Villahermosa, Tabasco. Falleció un 16 de abril, pero de 1984.
Hoy, amable y paciente lector, me referiré a este personaje; porque me parece justo recordarlo y también porque tuve la oportunidad de participar en la presentación del libro de Ervey Castillo “El viaje no termina. Iconografía de Andrés Iduarte”, junto al también escritor y traductor Ulises Guzmán. Este acto fue organizado por la Secretaría de Cultura.
Permítame decirle, en principio, que el autor de “Un niño en la revolución mexicana”, fue –ante todo- un ejemplo de constancia y compromiso ético. Como bien escribió Ervey Castillo: “Andrés, en vida y obra, fue un torrente, mas no de los que avanzan hacia la dirección impuesta, sino que, a brazo partido y contracorriente, apostó por el camino empedrado de la honestidad y la moralidad…”
Ahora que se ha vuelto moneda común ver todo en blanco y negro, pero también simular convicciones, la conducta de Iduarte Foucher resulta sin duda aleccionadora. 
 
EL MITO DEL TRÓPICO
 
LES COMENTÉ a quienes amablemente acudieron a la presentación del trabajo de Ervey que aprovechaba para recordar a un amigo ausente, al más tabasqueño de los colombiano que han vivido en estas tierras, Lácides García Detjen, gracias al cual tuve oportunidad de acercarme a la obra de Andrés Iduarte. 
Recordé que allá por el año 2006, cuando apenas habían pasado las campañas presidenciales, el historiador Enrique Krauze publicó un ensayo que tituló: “Los tabasqueños suicidas”, el mismo que meses antes –en junio- había publicado el texto “El mesías tropical”. En los dos casos Enrique Krauze se refería a su blanco predilecto, a Andrés Manuel López Obrador.
En su texto sobre “Los tabasqueños suicidas”, Krauze pretendió elaborar una tesis sobre por qué los políticos tabasqueños se quedaban en el camino a la Presidencia. Y colocaba en el mismo terreno a José María Pino Suárez, a Tomás Garrido Canabal, Carlos Madrazo Becerra, Roberto Madrazo Pintado y Andrés Manuel. Decía el historiador que hay un instinto suicida en los políticos tabasqueños que les impedía llegar a la Presidencia.
Recuerdo que entonces Lácides, con su enojo risueño, me hizo una breve y emocionada exposición sobre las fallas de la tesis de Krauze: se trataba de una visión discriminatoria, racista, porque no se podía concluir que los habitantes del trópico fueran por definición suicidas y violentos. Además, me dijo, ni siquiera era una tesis original.
El perfil sobre el arquetipo de la violencia tropical, me comentó Lácides, ya había sido expuesto por Andrés Iduarte, en 1932 –hacía más de 70 años en su obra “El Caballero Matón”. 
Por cierto que a principios de los años ochenta, Radio Tabasco de la Comisión de Radio y Televisión de Tabasco, adaptó y transmitió dos obras de Andrés Iduarte: “El Caballero Matón” y “Un Niño en la Revolución Mexicana”. Ojalá pueda ser retransmitida la primera, esta segunda ya lo fue el año pasado.
 
TRAS LA HUELLA
 
COMO LE DECÍA, leí a Iduarte Foucher gracias a un colombiano que me obsequió gran parte de la obra, y posteriormente me adentré más en el conocimiento de este personaje con Ervey Castillo, quien realizó una excelente iconografía sobre el escritor e intelectual tabasqueño.
Ervey Castillo realizó estudios de maestría en literatura mexicana en la Universidad de Puebla (BUAP), del 2007 al 2009. La obra “El viaje no termina. Iconografía de Andrés Iduarte”, es parte de su investigación.
Se trata de una obra, como bien dice Ervey, convertida en una guía para seguir la huella del ilustre tabasqueño quien tuvo la fortuna de vivir uno de los periodos más intensos, a veces trágicos, muchas veces luminosos, no sólo de México, sino también del mundo. 
Y precisamente a Iduarte hemos de agradecer que haya dejado testimonio de su experiencia personal,  de aquellos tiempos. Desde la niñez, con el extraordinario relato de “Un  niño en la revolución mexicana”, pasando por la adolescencia y la juventud con la selección de textos “Preparatoria”.
Aprendió a amar a su patria, cuando la noción de patria no era, como dijo Samuel Johnson, el último refugio de los canallas, sino cuando aquella era como John Dos Pasos sostenía: “podéis arrancar al hombre de su país, pero no podréis arrancar al país del corazón de un hombre”.
Durante este foro, Ulises Guzmán destacó que “Andrés Iduarte es un temperamento tropical, es una de esas singularidades que salió del terruño debido a la Revolución Mexicana y se instaló en la capital del país, y por otras circunstancias exiliado en Francia y Nueva York, perseguido por los obregonistas al igual que don Francisco J. Santamaría”. 
“El maestro Iduarte –apuntó Guzmán- es una de esas inteligencias influenciadas por la literatura rusa, principalmente por Dostoievsky; idealista desde su juventud (…). Un tabasqueño hispanoamericano merecedor del reconocimiento y la amistad de grandes personalidades de la política y la literatura de su tiempo. Un tabasqueño al que el reconocimiento oficial e intelectual deben más que letras de oro: la difusión de su obra que es el reflejo de una mexicanidad comprometida más allá del patriotismo superfluo que se padece en la actualidad”.   ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )