Mano alzada, democracia participativa: deliberación pública y dilemas del poder

Sábado, 29 de Junio de 2019 00:35 Editor
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 Escala Crítica/Columna diaria

     
*Participación electoral y democracia directa: desencuentros
* Jeroglífico Durango: metrobús, mano alzada y congeladora        
* Corto y mediano plazos: construcción de cultura democrática
 
Víctor Manuel Sámano Labastida
 
LA DEMOCRACIA no tiene buen cartel en México, donde vivimos por mucho tiempo huérfanos de democracia electoral (real). Por razones culturales evidentes, se dejó a un lado la democracia participativa (un término quizá redundante). Tenemos una historia plagada de mapaches electorales, especialistas en trucos para el relleno de urnas del jurásico político, habilidosos de la ingeniería electoral. Mucho nos costó y nos cuesta desmontar esos otros usos y costumbres. 
La democracia electoral, de corte técnico en las urnas y con supervisión ciudadana, se pagó (caro) y se instaló casi como la única forma de democracia posible. Error de perspectiva, por insuficiencias de la democracia formal. Los tiempos han cambiado. De alguna manera, la organización de los comicios a la mexicana en sentido técnico electoral, representa un modelo internacional a seguir. 
Pero la democracia participativa –entendida como una acción sin intermediarios tramposos- es todavía patito feo en la opinión pública. A pesar de las bondades que puede representar a nivel sindical, por ejemplo, se le califica como trampa de la izquierda iluminada o tierra prometida de la derecha culta. El debate sobre este tipo de democracia se canceló antes de tenerla en expresiones institucionales. Por un lado, se objeta que los ejercicios de deliberación pública rompen el sentido de la democracia electoral, lo que significa tener dos mandatos ciudadanos para una situación. Por otro lado, a la democracia participativa se le achacan vicios populistas en eventos políticos masivos, pues se ubica que las multitudes en las plazas responden al encanto del Tlatoani en turno. AMLO se beneficia muchísimo -dicen sus adversarios- del templete con vista al pueblo.  
Desde luego, hay variantes de democracia de participación directa que no se discuten y que sería saludable plantear en estos tiempos. Incluso por quienes ahora militan por fuera del presupuesto federal. Por ejemplo, si la oposición política quiere lograr representatividad ante el sólido tren de Morena, más le valdría comenzar a practicar formas de democracia real en colonias, barrios y pueblos, en lugar de preocuparse primero por la democracia electoral. Es debate interesante: ¿va primero la democracia formal (electoral) o el trabajo democrático de base (participativo)?
                                                    
DURANGO A MANO ALZADA  
 
LA DEMOCRACIA o participación directa tiene sus bemoles: la modalidad de la mano alzada es romántica, pero peligrosa. Esto lo saben por ejemplo los trabajadores petroleros, sometidos por ese medio en su sindicato. En diciembre de 2018, AMLO visitó Durango y en acto público le pidieron apoyo para ampliar el transporte (Metrobus) en la zona de La Laguna (que colinda con Torreón, Coahuila). Con el entusiasmo a flor de piel, se aprobó la moción a mano alzada. Hasta ahí, poco que objetar.
Seis meses después, AMLO visitó de nueva cuenta Durango y el tema del Metrobus volvió a la palestra en acto público. Esta vez, a mano alzada, la obra recibió la negativa de la población congregada por la visita del Presidente. Algunos comentaristas afines al gobierno, como el joven Alejandro Encinas (programa Contrapunto, Foro TV), quieren explicar la contradicción a través de una decisión previa que llevaba AMLO en el saco: “Esto fue planeado. Se había sopesado que la obra tiene tufo de corrupción por el gobierno panista de Durango, que se peleó con el ayuntamiento de la ciudad que ahora es de Morena”, dijo el hijo del subsecretario y también politólogo. 
Más allá de la decisión previa, cuestionable de todas maneras por la autonomía estatal, es un hecho que AMLO acude a la multitud con fines políticos, en toma de decisiones que me parece deben y pueden tener otro procesamiento. La mano alzada para aprobar o cancelar obra pública, no debe sustituir al ejercicio de verdadera consulta ciudadana. 
La contradicción y los riesgos de la mano alzada espera a AMLO en otras plazas. Es de pensar, como mínimo, que deben prevenir escenarios adversos. A la larga, este tipo de democracia directa no conviene a la construcción de una democracia sólida; es parte del aprendizaje, cierto, pero hay que desarrollar métodos que trasciendan el sexenio. Existen ejemplos muy valiosos en las comunidades indígenas, donde el sustento se halla quizá en lo reducido de las poblaciones y en que casi todos se conocen, y casi todos conocen el meollo de los asuntos a debatir y decidir.
                           
CONSULTA Y EJERCICIO DEL PODER
 
LA CONSULTA ciudadana ya está tipificada en la ley y será avalada en su momento por el Instituto Nacional Electoral (INE). AMLO ha sido sensible a los cuestionamientos de las primeras consultas realizadas sobre el nuevo Aeropuerto de CDMX (octubre 2018) y 10 programas de gobierno y obras públicas (diciembre 2018). ¿Qué hará con la mano alzada? En Poza Rica, hace unos meses, preguntó AMLO si debía contestar o no a Donald Trump. La gente dijo no y AMLO celebró “ese gesto de paz y mesura”. Después, cuestiones de realidad política, le tuvo que decir a Trump que él no era cobarde ni  pusilánime.
Las formas de democracia participativa van más allá de la mano alzada en las plazas. Hay símbolo popular en juego, sí, y AMLO sabe mucho de política y símbolos. Pero, puestos a elegir una pedagogía ciudadana, el ejercicio del poder político debe ser prudente. 
 
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