Dilema económico: crecimiento o desarrollo; las decisiones, números o justicia social

Viernes, 26 de Julio de 2019 00:01 Editor
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 Escala Crítica/Columna Diaria

     
* Prioridad social del nuevo régimen: reparto de riqueza
* Técnicos contra políticos: ¿los números son suficientes?      
* AMLO vs FMI: disputa, complicidad y cuentas históricas
 
Víctor Manuel Sámano Labastida
 
EL OCTAVO mes de gobierno propuesto como Cuarta Transformación acelera todavía más los tiempos políticos, revive debates del pasado reciente y plantea la urgencia de reconfigurar el gabinete o, por lo menos, revisar prioridades de los pasajeros a bordo. La encrucijada es la siguiente: ¿se quiere el abordaje meramente técnico de los pendientes nacionales, o se busca la transformación del país con sentido social? 
Este dilema pudo causar el distanciamiento entre Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda, y el presidente Andrés Manuel López Obrador. Volveremos a este punto, de corte político, en otra Escala. 
Exploremos ahora el ángulo económico y social, pieza clave del debate por la transformación de México. Premisa a destacar: la justicia social pasa por la productividad económica, pero no termina ahí: necesita distribución equitativa de los recursos generados. En este sentido, la búsqueda de igualdad social impactará para disminuir la pobreza en México. En el último dato oficial (INEGI-CONEVAL 2017) la cifra de pobres es de 53.4 millones. En 2008 era de 49.5 millones. En breve (31 de julio) se publicarán los datos oficiales del 2018.
 
DESARROLLO, LARGO TRECHO
 
EN DIVERSAS ocasiones AMLO se ha referido a cómo concibe la crucial diferencia entre crecimiento y desarrollo. La noción de crecimiento es defendida a ultranza por el Fondo Monetario Internacional (FMI), a partir del Producto Interno Bruto (PIB) de cada país. Si crece, todo parece bien encaminado. El concepto de crecimiento responde al modelo neoliberal de cuadrar la macroeconomía, aunque se descuadren los bolsillos de millones de personas. 
Pudiera ocurrir que, sin plan de redistribución de la riqueza, una parte de la población se beneficie. Se discute entre especialistas si esto ocurre por a) las bondades tecnológicas del capitalismo que aceleran la producción, b) decisiones empresariales que, por suculentas ganancias, optan por repartir algunos beneficios, y c) mero azar, como vivir en zona geográfica a la que se le inyecten recursos y tecnología. Lotería social sin plan integral de desarrollo. Economistas de cuño neoliberal plantean que “el mercado nivela y equilibra la distribución de la riqueza”, pero esto no ha sucedido de manera consistente en 220 años de capitalismo: la población desprotegida crece. En fechas recientes López Obrador argumentó: “El mercado no se entera de las necesidades sociales y, por el puro crecimiento, acumula ganancias para machuchones”.
La noción de desarrollo responde a otra lógica, de distribución de la riqueza en capas bajas y medias de la población. Se trata de una decisión desde el gobierno para nivelar el piso social: no sólo ver el crecimiento económico y cuentas aseadas en las gráficas. En el concepto de desarrollo, la riqueza que no gotea y llega a la parte baja de la pirámide social, simplemente no es riqueza. En sentido empresarial, es acumulación de ganancias para unos cuantos.   
Se podría decir, con ojo político, que el concepto de crecimiento es propiedad de la derecha, mientras que el concepto de desarrollo se maneja desde la izquierda en sus más diversas expresiones. La socialdemocracia en Europa, por ejemplo, no abandona gestas de reivindicación para paliar la pobreza, aunque se le reprocha no generar un nuevo concepto que se oponga al neoliberalismo como modelo. Se olvida, en el reproche a la izquierda europea, que la ausencia de un concepto como bandera no significa inmovilismo en la práctica. El neoliberalismo desde 2008 siente pasos (crisis financiera mundial) y por ello declara desierta la competencia por la hegemonía conceptual.  El famoso fin de las ideologías. 
 
LIDERAZGO: AMLO VERSUS FMI
 
UN DÍA antes de que el Presidente abordara recientemente la distinción entre crecimiento y desarrollo (23 de julio), el FMI había ajustado las expectativas de crecimiento para México en 2019: de 1.6% a 0.9%, lo que significa otro manotazo ‘técnico’ desde el exterior al gobierno de Lopezobradorista. Es el quinto recorte consecutivo, en las expectativas de crecimiento para México, de una instancia calificadora internacional. Con intereses, por supuesto. La racha tiene un común denominador, según el FMI: “la incertidumbre en las condiciones internas de México, que no ha podido generar la productividad económica suficiente”. Ni tardo ni perezoso, a esto respondió AMLO con evidencia histórica: “el FMI ha promovido las políticas neoliberales en México y ha sido cómplice del empobrecimiento de nuestro país. Son 36 años de lo mismo. Deberían disculparse con nosotros.”
Hace dos meses, el 29 mayo, la entonces directora del FMI, Christine Lagarde, visitó México y se reunió con AMLO. Todo fue diferente, con pronunciamientos respetuosos y la oferta del FMI “para otorgar cualquier ayuda sin condiciones”. ¿Qué ocurrió entre mayo y julio? La ausencia de AMLO en el G-20 (reunión mundial de mandatarios), el conflicto arancelario-migratorio con Estados Unidos y la reciente declaración en París, de 30 gobernantes que eligieron a AMLO como el “mayor liderazgo emergente de la década”. Ante esto, no extraña que el FMI haya enfocado sus baterías hacia México con previsión económica a la baja. Los poderes de la geopolítica se dejan sentir. AMLO conoce la terracería donde no se ocultan que dejan los pesados vehículos del saqueo neoliberal.
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