Gobierno, símbolos y consenso popular: 2019, vuelco y revaloración de la política

Jueves, 05 de Diciembre de 2019 00:06 Editor
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 Escala Crícula/Columna Diaria     

* “La ciudadanía siente este gobierno como suyo”: Lorenzo Meyer                 
* Cobertura, primero de diciembre: medios y fotos que ‘hablan’   
* AMLO, primer año: redistribución de riqueza, recursos y poder
 
Víctor Manuel Sámano Labastida
       
MUCHO escrito y todavía habrá sobre el primer año de gobierno de AMLO. Entre lo publicado resalta la visión del historiador Lorenzo Meyer (Proceso, diciembre 1): “La ciudadanía siente este gobierno como suyo. Es un cambio fundamental”. Se habla mucho de la transformación de la vida pública y los cambios estratégicos que articula el gobierno federal. Poco escuchamos y leemos del vuelco social que significa la revaloración de la política. Es viraje ciudadano que también impactará el ejercicio del poder a nivel estatal y municipal. 
Es cierto que se vive una contracción económica en los estratos medios y que también los bolsillos hablan, pero el plan de AMLO es revertir la situación; que el crecimiento comience desde abajo, para que sea desarrollo. Una apuesta arriesgada, pero necesaria. 
Veamos la otra cara, la del viraje ciudadano. La del acercamiento de las mayorías con el gobierno. 
La explicación de Meyer no tiene desperdicio: “Por décadas, la política en México fue algo lejano para el ciudadano de a pie. Los gobiernos se definían a partir del autoritarismo y la distancia sideral frente a la gente. Desprecio y abusos: cero rendir cuentas, por la enorme distancia entre gobernantes y gobernados”. A nuestro entender, Meyer acierta en su interpretación. 
En el primer año de López Obrador puede haber expectativas no cumplidas y burócratas enquistados en el aparato de gobierno, lo que dificulta la gestión   estructural. Pero estamos a años luz del ciudadano que veía en su gobierno un elemento ajeno y dañino. Esta visión puede explicar la paradoja de la aprobación presidencial en encuestas (68%) mientras se vive un año de crecimiento económico cero. Mercadólogos y comentócratas, identificados con el antiguo régimen, sufren pesadillas.  
Revalorar la política a ojos de la ciudadanía es hecho histórico. Con óptica de historiador, deudora del largo plazo, Meyer definió con exactitud sociológica el campo de energía cultural que para México representan López Obrador y la Cuarta Transformación (4T). Si la gente siente el gobierno como algo propio, mucho se avanza en la recomposición social del país, aunque los logros concretos de la gestión pública se antojen insuficientes en el corto plazo. De este modo, la acción gubernamental puede articular consensos sólidos sin coartar las libertades de crítica y manifestación. Es la diferencia entre democracia y autoritarismo.      
 
PANTS Y PANCARTAS
 
DOMINGO primero de diciembre y el registro mediático: en las estimaciones periodísticas, la marcha heterogénea convocada en oposición a AMLO tuvo entre 15 mil y 20 mil asistentes, aunque también fue replicada en otras ciudades. En cambio, ubicaron en el evento presidencial una asistencia de 150 mil a 200 mil asistentes (Zócalo Cdmx). El semanario PROCESO, la noche de ese domingo, exhibía dos fotos panorámicas en su portal de Internet. La diferencia saltaba a la vista, sin necesidad de editorializar. Por supuesto, desde el bando adversario a la 4T se argumentó que el llamado AMLOFest contó con presencia artística y musical, que convoca multitudes por sí misma y que hubo acarreo oficial. En ese argumento se olvida que en 2018 la fiesta cívica de toma de posesión fue hito cultural, con multitudes espontáneas en las calles: recuperación ciudadana de símbolos presidenciales, como lo fue la apertura de Los Pinos (como museo) al público en general. 
Fue significativo que portales electrónicos de otros medios nacionales no mostraran fotografías comparativas de los eventos dominicales, un recurso para mejor información del espectador. Recordemos, por otra parte, que los organizadores de la marcha antiAMLO querían mostrar el músculo para una futura coalición electoral, en especial los de “Futro 21”. 
En la lucha por los símbolos, es muy difícil enfrentar la visión histórica de López Obrador y una legitimidad que emanó de las urnas. El olfato para el manejo de símbolos y la legitimidad de origen se fortalecen desde las calles. Por cada fecha significativa, una nube de incomprensión y duda cubre a la oposición sin plan. Es déficit cultural que la oposición no remonta, en parte por los efectos de la derrota política; en parte por cuestiones espinosas de raigambre social. Ejemplo: en el registro de páginas de Facebook hay fotografías que muestran cómo las mantas y pancartas antiAMLO fueron enarboladas por… personal doméstico que acompañó a sus patrones, quienes marcharon en pants y tenis de marca. La servidumbre, faltaba más, está acostumbrada a labores pesadas. Si esas fotos de sitios virtuales traducen gestos clasistas, ojalá le hayan pagado su domingo al personal doméstico. Pero eso no habla de ciudadanía activa: es otra variante del acarreo. Claro, no se puede generalizar porque en unas y otras van también ciudadanos.
 
AL MARGEN
 
MUCHAS veces los intereses nublan la lógica; en otros casos la razón es avasallada por la ambición. Hay un caso que, aunque aparentemente lejano –sucede en la punta norte del país-, y aparentemente muy local –se modifica la Constitución de un estado- sus consecuencias serían muy dañinas para nuestro sistema democrático si no se corrige. Se trata de la llamada “Ley Bonilla” mediante la cual los diputados de Baja California “extendieron” a cinco el mandato del gobernador Jaime Bonilla Valdés votado en las urnas para dos años. El TEPJF ya declaró que es “inconstitucional”; AMLO pidió no “modificar la ley a modo”. Falta la Corte. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )