*Necesario evitar el quiebre de empresas micro y pequeñas

*El llamado a la responsabilidad no es suficiente; mucho en riesgo

*Ampliarán plazo de censos; más de 100 mil viviendas cubiertas

 

Víctor M. Sámano Labastida

 

LA AMENAZA de un nuevo confinamiento por el COVID-19 recorre el país. Varios estados han regresaron al “semáforo rojo” o están en vías de hacerlo. Zacatecas y Baja California califican otra vez en riesgo máximo; Chihuahua aplica un “semáforo naranja restrictivo”, con medidas más drásticas para quienes violen las normas de emergencia. Nuevo León comienza un regreso paulatino a los cierres y prohibiciones. 

Con más buena voluntad que resultados, en “semáforo amarillo” son ubicados Colima, Tlaxcala y Oaxaca, entidades donde los contagios no ceden; en “semáforo verde” fueron colocados Campeche Chiapas y Veracruz…pero hay diez estados que pasan a la antesala del “rojo”, uno de estos es la Ciudad de México, clave en el combate de la epidemia y en la recuperación económica.

Tabasco es un caso especial. Hay optimismo en las autoridades, pero la realidad dispone: las inundaciones, que aún no ceden en varias localidades, motivaron circunstancias que vienen incrementar los riesgos. La concentración de personas en los albergues, el alojamiento de varias familias en domicilios pequeños y la urgencia de traslados donde los más urgente era alejarse del peligro, obligan a reforzar las alertas. Además, como sabemos, de una insistente negativa de un sector de la población a acatar las medidas de prevención, sea por desinformación o malos hábitos.

La situación tabasqueña es muy compleja. Venía de una crisis financiera desde el sexenio 2007-2012, que se agudizó en 2013-2018 (sobre todo a finales del último año), para ser golpeado por el cierre de actividades por el COVID-19 lo que afectó especialmente al sector urbano y de servicios y luego las tres inundaciones que dañaron en mayor medida a los pobladores del campo y a la producción agropecuaria. 

Un nuevo confinamiento tendría consecuencias inimaginables. No se trata de un pesimismo paralizante, sino de que el moderado optimismo tenga sustento en la realidad. Hay mucho trabajo por delante.

 

REFORZAR RESTRICCIONES

 

EL PRESIDENTE López Obrador lanzó ayer un decálogo para “evitar la propagación” del COVID-19 durante este mes de diciembre cuando las bajas temperaturas y los tradicionales tumultos comerciales pueden agravar el rebrote del coronavirus que se reporta en varias localidades. Sucede en el mundo, México no puede ser la excepción aunque sí debería mitigar los efectos. Insiste el mandatario en acudir a la “responsabilidad” de la población; se resiste a medidas coercitivas. En este aspecto algunos gobiernos están actuando autónomamente y reforzando restricciones.

Como cualquier enfermedad, y más tratándose de una epidemia, el COVID-19 tiene altos costos no sólo para el sistema de salud y para los hogares, sino un brutal impacto en la economía nacional. El presidente López Obrador refirió desde agosto que se frenó la pérdida de empleos con una recuperación de 180 mil puestos de trabajo en septiembre. Sus estimaciones son que en marzo del 2021 estaremos en las condiciones previas a la epidemia para aspirar a una mejoría. Análisis opuestos indican que la recuperación será hasta 2024.

Hay, como en todo, una diversidad de interpretaciones a los datos disponibles, pero de lo que no existe duda es que resulta mejor evitar o atenuar una crisis, que prolongarla. 

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas (INEGI), más de un millón de empresas tuvieron que cerrar en los recientes 17 meses. Un tanto por problemas económicos previos y otro tanto por las dificultades derivadas de la emergencia sanitaria del COVID. Los registros del INEGI reportan que en el país existían 4.9 millones de establecimientos (micro, pequeños y medianos) pero que sólo sobreviven 3.9 millones.

 

PEQUEÑOS, MÁS DÉBILES

 

COMO es de suponerse, las empresas más afectadas son las “micro”, que cuentan con un máximo de10 trabajadores y las conocidas como PyMes (pequeñas y medianas empresas). Esto según las encuestas periódicas que realiza ese Instituto. Las que más han resistido, sobre todo los cierres de por la crisis sanitaria, son las grandes empresas. 

Un aspecto que se ve reflejado en la economía son las medidas tomadas por los empresarios para sobrellevar la emergencia: reducción del personal, así como reducción remuneraciones o prestaciones.

Como le decía, en Tabasco lo pudimos constatar desde mediados de año el cierre de diversos establecimientos comerciales y de servicios. En octubre, el sindicato patronal Coparmex aseguró que tenía conocimiento de la cancelación definitiva de mil 924 pequeñas empresas, aunque reconoció que se recuperó el 50 por ciento de empleos perdidos. Las autoridades estatales confían en que las inversiones relacionadas con el sector petrolero -refinería y extracción de crudo-, mantengan el impulso para mejorar la oferta de trabajo. 

Sin embargo, Tabasco debe enfrentar –como señalaba líneas arriba- el impacto del confinamiento por el virus, los gastos en materia sanitaria y los efectos de las inundaciones. 

 

AL MARGEN

 

CONTINÚA el censo de las viviendas afectadas por las inundaciones de octubre y noviembre en Tabasco. El jueves, Javier May Rodríguez, secretario de Bienestar, informó que un total de 100 mil viviendas en 700 localidades habían sido ya visitadas por los “servidores de la Nación”, empleados federales. Cuando inició este operativo ordenado por el presidente López Obrador para ayudar a los afectados, la estimación fue cubrir mil 396 localidades en los 17 municipios. Esto es que llevarían la mitad de la meta. Como le comenté en este espacio, el plazo del 6 de diciembre para concluir tendrá necesariamente que ser ampliado porque en algunos asentamientos han tenido que acudir durante cuatro o cinco días. A los apoyos por familia deberán seguir una serie de acciones sociales para atender otros daños. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )