*Anotaciones al libro de Guzmán Ríos sobre el bloque opositor

*Desarrollo o crecimiento, el impacto de la especulación territorial

*Caciquismo y clientelismo, elementos de la subcultura política

 

Víctor M. Sámano Labastida

 

SE HA DICHO con cierta nostalgia que Tabasco era un edén, pero que los conflictos políticos –básicamente referidos a la oposición- frenaron el desarrollo. Otros lo remontan a choques de grupos e individuos varias décadas atrás, cuando esta entidad del sureste era básicamente agropecuaria. Pero…Ni era un edén, ni había desarrollo. Existía un cierto crecimiento económico que benefició a un sector muy reducido particularmente beneficiado del latifundismo, la concentración de la propiedad y del poder. 

El investigador Juan Carlos Guzmán Ríos nos dice que de alguna manera estas circunstancias han propiciado el caciquismo y  clientelismo. Este último fundamental para el control político y “se atribuye principalmente a los partidos” políticos, pero “también otras organizaciones desarrollan esta práctica (…) que no es otra que la forma en que las instituciones políticas modernas logran el control desde arriba (…), utilizando los recursos del Estado para ofrecer apoyos, otorgamiento de permisos y puestos de trabajo”, entre otros (Élites…pág 63) . 

Se trata de uno de los muchos aspectos que aborda Guzmán Ríos en su obra “Élites políticas y redes de poder: la construcción de un bloque opositor en Tabasco (1973-2003)” y que, como le decía en una colaboración anterior, tuve oportunidad de volver a comentar junto al también investigador universitario Cirilo Antoni Guzmán. Si bien el objetivo central del libro es explicar el proceso que llevó a Andrés Manuel López Obrador a construir un “bloque opositor”, el autor ofrece un documentado contexto de las circunstancias en las que se van acomodando las élites gobernantes y los grupos de poder, en medio de lo que denomina una situación de conflicto permanente. 

 

Durante mi participación en el foro de la librería Gabolibros para comentar la obra de Guzmán Ríos agregué que la Tabasco vivió una estabilidad aparente en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado que beneficiaba a las élites las cuales sólo padecían el sobresalto del reparto del poder (local o nacional). Quienes de manera real se oponían a ese poder fueron eliminados o exiliados. La gran masa urbana o campesina sobrevivía en condiciones de explotación y diezmada por las enfermedades del trópico y la pobreza.

Comparto algunos apuntes de mi intervención (otros los referí en “Élites políticas y redes de poder: Tabasco, López Obrador-González Pedrero, dos intentos”, Escala Crítica, 21/03/2023): 

La irrupción petrolera de principios de los setenta, que es donde inicia también el análisis de Guzmán Ríos, rompió una serie de lazos de explotación tradicionales –con campesinos crecientemente empobrecidos-, pero a los que la oligarquía local (como la llama el propio Andrés Manuel López Obrador en diversos estudios y discursos)se acomodó con el capitalismo inmobiliario y  de servicios, un nuevo reparto del poder y, en la segunda mitad de los años ochenta, el quiebre provocado por los dañinos efectos de una explotación bárbara del petróleo, como había sucedido –y sucede- con otros recursos naturales. Sin que importara el daño social y ambiental.

Campos contaminados, selvas arrasadas, campesinos desplazados, encarecimiento de la vida por lo tanto de una mayor brecha entre pobres y muy pobres, y de esta franja  una mayor desigualdad ante quienes concentran la riqueza. El doctor Firdaus Jhabvala realizó allá por los años 80 un estudio sobre el papel de la industria petrolera en la distribución del ingreso en Tabasco, para concluir que se incrementó la brecha de la desigualdad.

Qué decir lo que esto significó para una población indígena ya diezmada por las varias ocupaciones o conquistas.

 

DOS MODELOS, UN ADELANTO

 

EN ESTAS circunstancias de la irrupción petrolera en Tabasco, ocurre la ruptura del partido en el poder, el choque de dos modelos –el tecnócrata y el socialdemócrata o social tecnócrata- que en la entidad, en ese tiempo laboratorio de la transformación- coinciden dos liderazgos, ambos procedentes del PRI y de la facultad de Ciencias políticas de la UNAM: González Pedrero y López Obrador.

Como actores en la sombra y otras veces a la luz del día, las élites tabasqueñas esperaron o actuaron en el momento para recuperar sus privilegios, para lo que tenían que expulsar o desplazar a los elementos incómodos. Estas élites se vincularon a otras que deben ser motivo de estudio, y una de ellas de manera determinante la que representó en el Estado de México Carlos Hank González, del llamado “Grupo Atlacomulco”.

En la obra de Juan Carlos Guzmán podemos documentarnos para comprender, o tratar de comprender, este proceso de conflicto permanente como él lo llama, de tensión permanente, no sólo entre las élites de la oligarquía, sino también frente a las élites ilustradas y con esbozos de proyectos progresistas, así como ante una realidad social cambiante por el uso de Tabasco para proyectos que nada tenían que ver con una mejora real de vida de las mayorías. 

Recordé al final de aquella participación que el historiador Adolfo Gilly publicó en 1971 un interesante y provocador estudio con el título se “La revolución interrumpida”, para referirse a la Revolución Mexicana, lo que en el concepto obradorista sería la Tercera Transformación. En el horizonte del corto plazo -2024- sabremos si no habrá que escribir la reseña de otra revolución (transformación) interrumpida.

AL MARGEN

SER MIGRANTE forzado, expulsado por la pobreza y la violencia, es una de las condiciones más precarias del ser humano. Más todavía si la discriminación lo coloca en el casillero de ilegales o indocumentados. ¿Qué nos dice la tragedia en Ciudad Juárez con 38 cuerpos calcinados? ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )