Tiempo de decidir II. Las votaciones que vienen: la democracia, abstencionismo y desconfianza en los partidos

Jueves, 20 de Abril de 2023 14:05 Editor
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 Escala Crítica/Diario Presente, Ventanasur, Horay20Noticias, Avance

*La participación directa y los intermediarios en el poder político
*Sin credibilidad: ocho de cada diez reniegan de partidos y dirigentes
*Los programas sociales frente a la necesidad de un cambio cultural
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
Es un lugar común preguntar si la democracia sirve de algo, si la participación activa –valga la redundancia- tiene sentido. Aunque la discusión nos remite a tiempos remotos, con la denominada Cuarta Transformación el presidente Andrés Manuel López Obrador ha colocado en el debate la democracia representativa indirecta y la participación directa vía consultas o asambleas; aunque en la práctica no resulta fácil asumir las consecuencias de una mayor injerencia pública en los asuntos del poder.
Hemos comentado cómo diversas encuestas han mostrado el desencanto de la población hacia la democracia tradicional y de partidos. Estas últimas organizaciones obtienen muy bajos resultados de credibilidad en los sondeos realizados por diversas instituciones. Y este no es un tema menor, porque son precisamente los partidos los que “administran” el poder público mediante el voto. Esto es, deciden qué hacer con los recursos a su cuidado. Pero también deben ser escuelas de participación en el barrio, en la colonia, en las ciudades.
 
 
CASI EN LA MAYOR parte del mundo las agrupaciones representativas –que a su vez tienen como ejecutoras a sus líderes-, padecen la falta de confianza.
En México, según la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), y difundida en marzo de 2021, los partidos políticos estaban en último lugar de confianza ciudadana: casi ocho de cada diez personas dijo confiar en ellos poco o nada (76.4% de la población de 15 a más años). Sólo dos de cada diez (21.8%), aceptó tener mucha o algo de confianza en esos institutos.
Podría decirse que la mejor encuesta sobre la crisis de los partidos políticos en México fueron las elecciones del 2018 cuando los votantes dieron masivamente su respaldo a un líder (Andrés Manuel López Obrador) y no a un partido, porque en sentido estricto Morena fue presentado como un “Movimiento” en contraposición a los partidos tradicionales: el PRI obtuvo sólo el 17.22%, el PAN 16.68% y el PRD 5.49% contra 38.80% de Morena.
Anotamos ya que la participación tiene su contraparte en la NO participación, aunque hay quienes hablan de una “indiferencia activa”, pero en el sistema mexicano el NO VOTO carece de efectos legales.
En el caso del abstencionismo, le mencioné que podemos distinguir en términos generales tres tipos: 1) abstencionismo por indiferencia, 2) abstencionismo por extrema pobreza y 3) abstencionismo informado, por desconfianza ciudadana hacia la clase política.
Habiéndome ocupado brevemente del abstencionismo por indiferencia en mi columna anterior, ahora comparto las reflexiones sobre los abstencionismos por extrema pobreza y el rechazo activo a acudir a las urnas (como una forma de protesta).
 
APRENDER CIUDADANÍA
 
MIENTRAS “el abstencionismo por extrema pobreza es situación desesperada, al límite, de indefensión social y económica, que no permite pensar a las personas de clase media/baja y clase baja en acciones y tareas de responsabilidad política”. (UNESCO 2019: “Participación ciudadana, abstencionismo y bienestar económico”) Note el lector: aquí hay fallas éticas y educativas del sistema social, para satisfacer necesidades apremiantes, y esto provoca la pasividad política del ciudadano. Es cierto que hay otros factores, porque la extrema pobreza va asociada a la carencia de información y vías de comunicación.
En el México de hoy, los programas sociales del gobierno apuntan o deben tener como objetivo  precisamente a disminuir ese tipo de abstencionismo, cuidando además las formas de apoyo, para que se comprenda que es un derecho constitucional y no una dádiva política (como ha sido tradicional), lo que representaría también un aprendizaje.  La oposición se queja de que “los tiempos no han cambiado”, aunque deberían demostrarlo justo en los procesos electorales. Esto no ocurrió en las elecciones federales intermedias de 2021, por ejemplo.       
Hay zonas urbanas combativas en lo político pese a la escasez de satisfactores, lo mismo que zonas indígenas que hacen mucho políticamente con pocos elementos materiales. Eso es parte fundamental del cambio cultural que un sector de la sociedad le pidió a López Obrador. Se trata de dejar atrás el sistema social rapaz que necesita “individuos desposeídos” como carne de cañón, para seguir existiendo.
La desconfianza ciudadana (que genera el abstencionismo informado) ante la clase política, es producto de individuos observadores que no se hacen ilusiones de cambio pero que quizás, como en el póker, pagarían por ver. Hubo un pesimismo justificado en forma de historia nacional de agravios, como historia universal de la infamia (Borges). Los políticos, bajo esa óptica, han hecho los méritos suficientes para personificar el mal social. Se habla del “noble oficio de la política”, en contraposición a la politiquería. Es largo y sinuoso camino para que esa diferencia sea comprendida por la mayoría de la población.  
AL MARGEN
RUMBO a las elecciones 2023, el fantasma del abstencionismo goza de cabal salud y que enfrentan partidos y coaliciones. ¿Tienen estrategias para revertir abstencionismo y desconfianza? Los políticos tienen palabras. ¿Tendrán los hechos?
Insisto: la democracia interna sigue siendo la gran ausente en los partidos y no se puede dar lo que no se tiene. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla ).