THE SHARD/ JOSÉ LUIS LEZAMA

Domingo, 13 de Enero de 2013 00:51 Editor
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(* Tomado de Reforma con permiso de su autor)

Visto desde las alturas de Hampstead Heath, allí desde donde Karl Marx contempló en sus momentos de ocio el tumultuoso progreso de la capital del mundo industrial, pudiera decirse que ciertamente Londres ha recibido una puñalada en pleno corazón, como dicen algunos, sobre todo por la osadía de haberle quitado la exclusividad visual que solía tener Saint Paul Cathedral, el más preciado símbolo de la identidad urbana londinense.

La cuchillada con la que se quiere representar la aparición de un nuevo icono en el paisaje urbano de esta ciudad fue asestada por Renzo Piano, una de las mayores celebridades de la arquitectura moderna. Se trata de The Shard, edificio polémico, que parece romper, delicada, abruptamente, de tajo, el cielo que se erige sobre el Támesis. Su silueta afilada, que concluye en forma de esquirlas de cristal parece, como su autor lo indica, querer perderse entre las nubes, reflejando en sus angulosas y sobrepuestas fachadas no sólo el cielo, sino la belleza del viejo Londres y la que Renzo Piano y otros se empeñan en añadirle hoy día.
Las críticas han destacado la escala monumental, la elección del lugar, en una de las zonas pobres de Londres, lo cual realza los crecientes contrastes entre carencia y abundancia de la ciudad: una opulencia que se muestra excesiva y arrogante. Es extraña esta acusación para un arquitecto que no siempre busca en su obra la jactancia o la espectacularidad, como lo demuestran varios de sus trabajos, entre los que destacan el nuevo edificio del New York Times, el de la Academia de Ciencias de San Francisco, y lo que se ha considerado su mayor irreverencia, valiéndole el rechazo y la recriminación pública de colegas suyos de la talla de Rafael Moneo, Richard Meier y César Pelli, el nuevo Monasterio y Casa de Recepción que Renzo Piano incrustó en un espacio sagrado para la arquitectura moderna, aquel que rodea a la Capilla de Ronchamp, producto del más celebrado de sus maestros, Le Corbusier. En todos ellos Renzo Piano ha buscado más bien el anonimato, la discreción, casi escondiendo sus edificaciones del paisaje o dentro del paisaje que lo rodea. En Ronchamp se muestra tímido, inofensivo, ocultando parte de las estructuras entre las protuberancias del suelo, como evitando cualquier muestra de vanidad ante la Capilla de Notre Dame du Haut, para algunos una de las obras maestras contemporáneas.
The Shard, situado en el llamado South Bank, junto al London Bridge, con más de 300 metros de altura y que apenas ocupa el lugar 59 entre los más altos del mundo, ha generado críticas. Se ha dicho, por ejemplo, que pudo muy bien encajar entre los artificios arquitectónicos de Hong Kong, de Dubai o de cualquier ciudad emergente, pero no en el suelo sagrado de Londres. S. Jenkins, del The Guardian, queriendo ser incisivo afirmó que The Shard representa una prolongación de la política exterior de Tony Blair, “una cura para la disfunción eréctil”.La construcción de The Shard se llevó a cabo en contra de diversas protestas. No es nuevo ni sorprendente este ambiente de rechazo y animadversión en la carrera de Renzo Piano: recuérdense los fieros debates en torno al Centre Georges Pompidou. Sorprende la oposición a la incursión londinense de Renzo Piano, sobre todo en una capital, culta, cosmopolita y global. Por una parte Renzo Piano no niega el pasado, no podría hacerlo, lo convoca más bien en todo momento, y lo hace de manera explicita en The Shard. Allí se incrusta la historia arquitectónica de la capital británica: los chapiteles y las agujas de sus antiguas iglesias, lo mismo que los mástiles de sus poderosas embarcaciones. Pero además, su obra da continuidad y resalta aún más el rostro arquitectónico del nuevo Londres, va acorde con esa delicada modernidad que le impregna el edificio Gherkin de Norman Foster, con el del Millenium Dome (O2) de Richard Rogers, o con lo que se expresa en el London Eye, todos ellos productos de las últimas arremetidas de la modernidad contra lo más clásico del paisaje urbano londinense.
No obstante, sean o no conscientes los diseñadores del Londres actual, lo que se deja sentir en su expresión territorial, tiene mucho que ver con el avasallamiento del capital financiero, inmobiliario y especulativo que ha tomado posesión y comando de la capital británica. The Shard es parte de esta territorialización del capital financiero en la ciudad, ilustra su salida de la Square Mile que originalmente constituye The City, el centro financiero de Londres, extendiéndose hacia los Docklands por el este, Mayfair hacia el oeste y ahora con The Shard hacia la orilla sur del Támesis. Este proceso no inició con la obra de Renzo Piano, aún cuando The Shard parezca hacer más ostentosa estas tendencias que acrecientan la desigualdad, la pobreza y los riesgos de la especulación financiera e inmobiliaria en tiempos de crisis y turbulencias, aún para una de las ciudades desde donde se comandan los hilos de la economía mundial. (12/I/2013)  www.joseluislezama.com