LA BESTIA, POR JOSÉ LUIS LEZAMA

Domingo, 07 de Abril de 2013 00:52 Editor
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(Tomado de Reforma 06/IV/2013, con permiso del autor)

El senador John McCain no lo sabe, tampoco los otros siete senadores que, junto con él, integran lo que se ha llamado la banda de los 8, un grupo de legisladores americanos bipartidistas que acaban de dar a conocer una iniciativa de reforma migratoria que, a decir de ellos y del presidente Obama, brinde alternativas y esperanzas a millones de inmigrantes indocumentados, y a los miles que aguardan o están en camino motivados por la fuerza de atracción de la economía más poderosa del mundo.

Tampoco lo saben los representantes de los hombres de negocios y los de la federación de sindicatos, la A.F.L.-C.I.O que, el fin de semana pasada, llegaron a un acuerdo preliminar para facilitar la entrada en escena de un programa de trabajadores invitados que haga posible que, en los próximos 4 cuatro años, dependiendo entre otras cosas de la dinámica entre la tasa de desempleo y la escasez de trabadores no calificados, ingresen al país de manera legal hasta 200 mil trabajadores inmigrantes anuales, para atenuar la inmensa demanda de fuerza de trabajo en las industrias restauranteras, hoteleras y de la construcción.
Ninguno de estos actores, claves en la política y la economía americana, sabe a ciencia cierta de las vicisitudes de miles de hombres, que cada día inician una jornada incierta y en extremo peligrosa desde la frontera sur de México, seres situados en el otro extremo de su jugada sociopolítica y de la geografía, en un territorio brutalmente unido a ellos y a sus decisiones, pendiendo de ese destino y futuro que ellos construyen para el mundo y sus alrededores. Mucho menos deben saber del padre Tomás González, director del refugio para migrantes “La 72”, quien de algún modo, sin proponérselo, alentado por la piedad cristiana, “complementa el trabajo” de los senadores y de los otros actores involucrados, cumple con una parte esencial de ese engranaje necesario para que la economía estadounidense no padezca escasez de trabajo barato, alimento vital para su posicionamiento en la atroz competencia por los mercados internacionales.
En uno de los vagones del ferrocarril el padre González organizó el viernes 29 de marzo una representación del Viacrucis (Reforma, 30/III/13), alegoría precisa del largo camino de vejaciones, torturas, secuestros violaciones, extorsiones, asesinatos, masacres, servidumbre sexual femenina y trabajos forzados, a los que son susceptibles de enfrentarse los miles de centroamericanos, que cada año transitan por México para poder dar el brinco final que los coloque en territorio estadounidense. Sin la labor protectora del padre González y de muchos otros más, el éxodo sería aún más doloroso y el cruce más “selectivo”, reservado a unos cuantos, poniendo en apuros a las empresas americanas demandantes del trabajo de los indocumentados.
El episodio de la Pasión de Cristo se escenificó en uno de los lugares donde inicia la ruta hacia el norte, en eso que los migrantes llaman La Bestia o el Tren de la Muerte, en un lugar cercano a la oficina del Instituto Nacional de Migración, en Tenosique, en medio del flujo y constante deambular de cientos de jóvenes centroamericanos. Muchos de estos pueden ser detenidos o alertados de los peligros de La Bestia. No obstante, subirse al tren es el negocio, para que la maquinaria criminal que da “sustento” a la cadena delictiva que se beneficia de la alta rentabilidad de los migrantes funcione: bandas criminales, traficantes, polleros, policías y funcionarios públicos.
Cruzar la frontera estadounidense es sólo una etapa, no significa el término de las extorsiones y la violencia. A los que logran su objetivo y se colocan en algún trabajo remunerado, no sólo los aguardan las redadas, la deportación o la cárcel, sino también los despojos provenientes de las altas tarifas por las remesas, las que puede ir desde el 5 hasta el 20 por ciento.
Tal vez los senadores sepan poco de esta Bestia que deposita exhaustos y expoliados a miles de migrantes en su frontera con México; no saben quizá que ésta es tan sólo un instrumento, un apéndice de esa otra gran Bestia que es la economía americana, que devora y se alimenta del trabajo depreciado y de las esperanzas de millones de migrantes. No saben mucho, quizá, de aquellos que vencidos por el sueño y el cansancio, son arrollados, mutilados, en las vías del tren; tampoco de las mujeres que voluntariamente o forzadas, toman anticonceptivos para evitar embarazos al ser violadas. Los aliados económicos del senador quieren sólo el trabajo barato de los migrantes en tiempos de escasez laboral y auge económico, trabajadores no calificados que no les disputen los puestos a los estadounidenses.
Pero los migrantes mexicanos y centroamericanos debieran agradecer al senador McCain su sinceridad, su lenguaje nítido. Al preguntársele sobre su repentino interés, y el de su partido, por los migrantes indocumentados, respondió sin titubeos: “son las elecciones, son las elecciones”. (CNN, 28/I/2013).
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