JULIETA CAMPOS: EN TABASCO DESCUBRÍ A OTRA JULIETA

Lunes, 14 de Abril de 2014 21:56 Editor
Imprimir

Víctor M. Sámano Labastida

Recientemente en Oxolotán (abril de 2014) los pobladores recibieron en obsequio una Virgen de Guadalupe y la obra literaria completa de Julieta Campos. “Era un compromiso –explica el ex gobernador Enrique González Pedrero-, porque en Oxolotán hay una biblioteca que lleva el nombre de Julieta, pero faltaba su obra y su retrato, pero también porque el convento de esa Villa era el lugar adecuado para la imagen guadalupana que habíamos adquirido en España”.

Julieta Campos, quien fuera esposa del ex mandatario tabasqueño y fallecida en septiembre de 2007, afirmaba que en estas tierras “no sólo descubrí al otro México, sino a la otra Julieta”. Tal fue la importancia que para la escritora y ensayista tuvo su experiencia entre las comunidades campesinas e indígenas locales.
Vivió intensamente su estancia en Tabasco, porque “todo en el entorno físico propiciaba un retorno a la matriz de la infancia cubana. Después de cada viaje, siempre breve, a (la ciudad de) México, volver a Tabasco era un gozo: bastaba de nuevo sentir la humedad de la atmósfera, entrar en la intensidad de aquella luz tan diversa a la del altiplano” (Gritos y susurros, Denise Dresser, 2004)

ENCUENTRO AFORTUNADO

Cuando la doctora Campos se instaló en Tabasco, en 1982, era ya una intelectual exitosa. Nacida en Cuba en 1932  decidió vivir en México a partir de 1955, donde adoptó la nacionalidad mexicana.
Cuenta González Pedrero: “Julieta siempre estuvo ligada desde que éramos estudiantes a la cultura; ella hizo un diplomado en París de literatura francesa contemporánea y era doctora de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana”.
Recuerda:
“Julieta vivía en la casa de México en Ciudad universitaria en París y yo también, de modo que ahí nos conocimos. Ella estudiaba literatura y yo ciencia política. Empezamos nuestra relación, cuando llegó el momento de regresar dijimos si cada quien se va por su lado quién sabe qué pase. Mejor casémonos y antes de salir de París nos casamos. Ahí comenzó esta larga novela que fue nuestra vida”.
El de la doctora Campos y González Pedrero fue un matrimonio muy fructífero en las ideas y en la práctica.
“Después de que nos habíamos conocido y casado en París para ya no separarnos –dice-, supe de un dicho que sostiene que el que acierta en el casar ya se puede equivocar. Yo acerté. Es un golpe de suerte porque uno de muchacho se enamora y cree que aquella relación es definitiva, se casa y luego se da cuenta que no había tal. De modo que el matrimonio en buena medida es un acierto que cae de fortuna, por azar; igual que el conocer a la persona indicada. Eso fue lo que nos pasó”.
Julieta Campos no sólo acompañó a González Pedrero durante el noble desafío de gobernar Tabasco a partir de una concepción filosófica, política y práctica. También fue una pieza importante en las decisiones que tomó el ex mandatario.
Cuenta la anécdota de cuando Carlos Salinas lo iba a nombrar miembro del cuerpo diplomático. Había dos opciones.
“Le dije a Salinas: voy a conversar con mi mujer para ver la opinión. Me dijo: ah, tú eres de los que consulta con su mujer las cosas. Como queriéndome decir que uno no tiene por qué hacerlo. Le respondí: fíjate que sí, porque mi mujer es muy inteligente y yo no soy lerdo, de modo que dos cabezas piensan mejor que una sola. Por eso siempre converso con ella, le riposté”.
La obra de Julieta Campos abarcó varios géneros. Crónica, ensayo, novela, teatro y literatura para niños, periodismo. Publicó, ente otras, “La imagen en el espejo”, “El lujo del sol”, La herencia obstinada”, “Jardín de invierno”, “La forza del destino”. Obtuvo el premio Xavier Villaurrutia por su novela “Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina”, en 1974.
De su experiencia tabasqueña surgieron obras como “Qué hacemos con los pobres”. Una profunda y amplia reflexión sobre la génesis de la pobreza y cómo hacerle frente.
Dijo la escritora y promotora cultural que en Tabasco aprendió que se podía avanzar “consolidando la capacidad de autogestión y el aprendizaje de que cualquier cambio duradero en las condiciones de vida sólo puede fundarse en el afianzamiento de las capacidades de la gente misma para participar, como sujetos, en su propio desarrollo”.
La ex catedrática de la UNAM y ex presidente del PEN Club de México (asociación mundial de escritores), afirmó en otra ocasión: “No se trata de emprender cruzadas contra la economía global, sino de usar el sentido común  y entender que reanimar las pequeñas capacidades productivas, promover la autosuficiencia, favorecer el autoempleo, acercar el crédito a los pobres, promover la microempresa y el sector no estructurado de la economía popular pueden ser las únicas soluciones prácticas, durante mucho tiempo, para muchísima gente” (“Ningún Leviatán”, Letras Libres, Nov. 2004)
En Tabasco, Julieta Campos contribuyó a vincular estrechamente el desarrollo comunitario con la cultura. Una de estas expresiones fue el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena.