Mímesis: Flaubert: Diccionario de ideas preconcebidas

Miércoles, 24 de Julio de 2019 22:27 Editor
Imprimir

 *La necedad humana que crece 

Pablo del Ángel Vidal         
En 1881, el francés Gustave Flaubert publicó el Diccionario de ideas preconcebidas, compendio irónico de la cultura vista como apariencia, vanidad y necedad. Este pequeño libro jala orejas y, destilado en el tiempo, no ha perdido vigencia como estímulo del pensamiento.  
-“Academia francesa: denigrarla, pero tratar de formar parte de ella si se puede”.
-“Aduana: hay que rebelarse contra ella y engañarla”.
-“Aseo (de las señoras): perturba la imaginación”.
-“Ateo: un pueblo de ateos no podría subsistir”.
-“Barba: (…) útil para proteger las corbatas”.
-“Caballo: si conociera su fuerza no se dejaría conducir. Carne de caballo: tema interesante para que alguien que desee parecer un hombre serio escriba un folleto. Caballo de carreras, despreciarlo, ¿para qué sirven?”. 
-“Camarera: son más bellas que sus amas, conocen todos sus secretos y las traicionan. Siempre son deshonradas por los hijos de sus amas”.
-“Censura: ¡es muy útil! Aunque se diga lo contrario”.
-“Círculo. Siempre hay que formar parte de uno”.
La idea de cultura que sustenta el siglo XIX –el siglo de Flaubert- muestra un elitismo que desprecia la cultura de masas. Eran tiempos de reajuste de parámetros culturales. Desde el ángulo estético, Flaubert juega sus cartas y refuta la idea de progreso en la cultura como sistema social. Para Flaubert, hay retroceso de la sensibilidad con apariencia de progreso científico. En el siglo XIX, la tendencia a tomarse en serio es chocante en las altas esferas, mientras que para Flaubert –incluso desde su elitismo estético- la cultura debe incluir humor para menguar la solemnidad. El epígrafe desconfiado del diccionario cita al aristócrata Chamfort: “Se podría apostar que toda idea pública y todo convenio que se acepta, se considera una tontería cuando le conviene a la mayoría”. Flaubert descree de la democratización de la cultura y, en sentido estético y humorístico, tiene razón. Otra cosa es el debate de la cultura en términos sociales para acceso y distribución de bienes y servicios. Por ejemplo, en el siglo XXI lo que conviene a la mayoría es dictado por minorías tecnológicas que piensan en sentido macroeconómico. Sin embargo, lo que gusta a la mayoría en términos estéticos es impredecible y no tiene dictados unidimensionales. Hay criterios de ganancia rápida, desde luego, aunque el universo de la cultura se expande digitalmente y el terreno es resbaladizo. Nuestra época le fascinaría a Flaubert, por las posibilidades inéditas que encierra el entretenimiento, formador y deformador del gusto mayoritario. El sistema capitalista se expande para mejor controlar, pero con la expansión se descontrola. “El aumento cuantitativo de la información produce, tarde o temprano, una transformación cualitativa del sistema cultural”. El italiano Umberto Eco lo escribió en 1964. En esas seguimos.            
-“Concesiones: hay que negarlas”.
-“Crítico: es siempre eminente. Pretender conocer todo, saber todo, haber leído todo y haber visto todo. Cuando lo moleste llámelo Aristarco o Eunuco”.
-“Derecho (el): no se sabe lo que es”.
-“Diarios: no poder vivir sin ellos pero criticarlos”.
“Diccionario: se ha dicho que está hecho sólo para los ignorantes”.
En el mismo sentido de exploración estética del mundo, el checo Milan Kundera escribió: “El siglo XIX inventó la locomotora, y Hegel estaba seguro de haber captado el espíritu mismo de la Historia universal. Flaubert descubrió la necedad. Me atrevo a decir que éste es el descubrimiento más importante de un siglo tan orgulloso de su razón científica. (…) En las novelas de Flaubert, la necedad es una dimensión inseparable de la existencia humana”. Es importante hacer la distinción: no perseverancia, no constancia, no voluntad firme, no tenacidad. Simplemente necedad. Kundera remata la idea de Flaubert con el virus más potente creado por la humanidad: “Lo más escandaloso de la visión flaubertiana de la necedad es esto: la necedad no desaparece ante la ciencia, la técnica, el progreso, la modernidad; ¡por el contrario, con el progreso, ella progresa también!”, así que no nos hagamos ilusiones con la globalización cultural: la necedad crece como musgo y se multiplica, por ahora, en el uso egocéntrico de las redes sociales: sin claridad, sin empatía y sin decoro.     
-“Diploma: signo de ciencia. No prueba nada”.
-“Diputado: el serlo llena de gloria. Hablar mal de la cámara de diputados. Todos son charlatanes. No hacen nada”.
-“Dolor: siempre tiene un resultado favorable. El verdadero dolor es siempre contenido”.
-“Duda. Peor que la negación”.
-“Economía política: ciencia sin entrañas”.
Kundera, para homenajear el descubrimiento Flaubertiano de la necedad humana, hace una precisión sombría: “la necedad moderna no es la ignorancia, sino el no-pensamiento de las ideas preconcebidas”. No pensar por uno mismo es maldición cultural. El porvenir del mundo, plantea Kundera, verá “el irresistible incremento de las ideas preconcebidas que, una vez inscritas en los ordenadores, propagadas por los medios de comunicación, amenazan con transformarse pronto en una fuerza que aplastará cualquier pensamiento original e individual y ahogará así la esencia misma de la cultura europea de la Edad Moderna”. Elitista: sí. Realista: sí. Inquietante: sí. Afirmaciones peligrosas sobre una cultura en mutación permanente. Aquí no se toma en cuenta la transformación cualitativa de la que habla Eco.    
-“Extirpar: el verbo está reservado para las herejías y los callos de los pies”.
-“Filosofía: hay que burlarse de ella siempre”.
-“Fulminar: bonito verbo”.
“”Gloria: sólo es un poco de humo”.
“Hormiga: hermoso ejemplo a citar ante un derrochador. Dieron ideas para las cajas de ahorro”.
-“Imprenta: es un instrumento maravilloso. Ha hecho más mal que bien”.
-“Instrucción: hacer creer que se ha recibido mucha instrucción. El pueblo no la necesita para ganarse la vida”.
-“Letargo: algunos duran muchos años”.
-“Literatura: es la ocupación de los ociosos”.
-Matemáticas: resecan el corazón”.
Flaubert es provocador elegante, Fantomas de la cultura. Quiere hacernos pasar por el goce y la dificultad de pensar. Maneja diferentes registros irónicos, lo que permite leer en su diccionario un texto malicioso, no congelado en su humor ni lineal en las ideas. ¿La clave de un texto con frases cortas? el humor y la precisión de las palabras. Brevedad densa.
Algunos lectores llevarían la provocación de Flaubert al terreno del terrorismo cultural: alaba a los imperialistas, a los presos, a la inquisición, al melodrama, a la censura, a la constipación, al olor de pies; critica a la economía, a las matemáticas, al progreso, a la filosofía, al método, a los republicanos, a los sabios, al derecho, los deberes, la memoria… Son exquisitos los momentos ambiguos del diccionario, en los que no se sabe si Flaubert habla en serio. También hay momentos de exotismo cultural, en los que Flaubert quizás nos toma el pelo, con una referencia erudita en medicina o sobre Asia.
-“Método: no sirve para nada”.
-“Mosquitos: son más peligrosos que cualquier animal salvaje”.
-“Novelas. Pervierten a las masas. Son menos inmorales en folletines que en varios volúmenes. Sólo las novelas históricas deben ser toleradas, porque enseñan historia. Hay novelas escritas con la punta de un escalpelo, otras que descansan en la punta de una aguja”.
-“Olor (de los pies): señal de salud”.
-“Optimista: equivalente a imbécil”.
-“Orquesta: imagen de la sociedad; cada quien ejecuta su parte y tiene un director”.
Flaubert lanza algunas burlas a personas famosos de su tiempo: Diderot, Voltaire, Wagner. Practica sin cesar la anormalidad cultural convertida en paradoja creativa. Su visión es vigente porque encierra profunda curiosidad y profundo aburrimiento. Al leer su diccionario, imagino que se cansó, pues comienza pletórico y termina austero. Adelanto (o apéndice) de Bouvard y Pécuchet, su última novela, incompleta y tremebunda, sobre la ambición estúpida de abarcarlo todo.             
-“Paradoja: es algo que se dice siempre en el bulevar de los italianos, entre dos bocanadas de humo”.
-“Pensar: es penoso que todas las cosas que nos obligan a hacerlo se descuiden”.
-“Piedad: procurar no sentirla”.
-“Poeta: es un sinónimo noble de soñador”.
-“Policía: siempre se equivoca”.
-“Republicanos: no todos los republicanos son ladrones, pero todos los ladrones son republicanos”.
-“Riqueza: pasa por encima de todo, hasta de la consideración”.      
Para el inglés Julian Barnes, el escritor es un loro complicado. Pensaba en Flaubert, violín con trastos y felino muy anfibio.