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Home Escala Crítica El sueño integrador de Vasco de Quiroga; una novela reveladora de Munguía Espitia

El sueño integrador de Vasco de Quiroga; una novela reveladora de Munguía Espitia

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 Escala Crítica/En Diario Presente, Ventanasur, Avance, Horay20noticias

*De Michoacán a Tabasco: los caminos que se cruzan en la historia
*El llanto de Vasco, la violencia y la barbarie de los colonizadores
*La enseñanza, el conocimiento, como clave de la liberación
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LOS DESTINOS y la experiencia de Michoacán se han entrecruzado con los de Tabasco en diversas épocas de la historia. Gobernó la entidad del sureste el general michoacano Francisco J. Múgica (1915-1916); campesinos de las tierras de Lázaro Cárdenas se asentaron en el Plan Chontalpa (Cárdenas) y en Balancán. Pero también, la utopía de Vasco de Quiroga en la zona purépecha inspiró el proyecto de los Centros Integradores en los años ochenta.
Hoy me referiré a este último aspecto, a propósito de la breve pero intensa novela de Jorge Munguía Espitia, “El llanto de Vasco”, en la cual un personaje central, Fray Ginés, narra su trato personal y conocimiento de las ideas y acciones de Tata Vasco.
Este personaje, defensor de los indígenas y la otra cara de la colonización española, logró instalar los llamados “pueblos hospitales”, surgidos de la historia comunal nativa, la práctica campesina en España y de las ideas progresistas de Tomás Moro.
 
DESDE LA COMUNIDAD
EN TABASCO hemos escuchado diversas interpretaciones de los llamados Centros Integradores. Esta forma de organización comunitaria también es retomada en el proyecto de Andrés Manuel López Obrador a partir de la práctica de Enrique González Pedrero, gobernador tabasqueño recientemente fallecido. AMLO asegura que operarán en el país 13 mil Centros Integradores (del bienestar). 
En 1531 llegó a México (entonces Nueva España), Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel, mejor conocido como Don Vasco. Acudió como abogado, miembro de la Audiencia española, para escuchar y atender las quejas por las arbitrariedades y crímenes contra los indígenas. Con sus primeros ingresos de funcionario de la Corona adquirió un terreno cerca de la Ciudad de México, nombrado Santa Fe. Ahí estableció la primera comunidad que integrara en armonía a nativos y españoles. Posteriormente hizo lo mismo en Michoacán.
Ante la negativa dos frailes para hacerse cargo del obispado de Michoacán, por temor a dos encomenderos “rebeldes y despiadados”, Vasco de Quiroga fue ordenado Obispo en 1538 para asumir la nueva diócesis.
Dejemos que Munguía Espitia, por voz de Fray Ginés, nos diga cómo era un pueblo-hospital (un centro integrador) fundado por Vasco en Santa Fe, Pátzcuaro:
“La ciudad se organizó con tres instituciones básicas: la iglesia, el colegio y el hospital, cuyas funciones eran las mismas que las creadas en Santa Fe, cerca de México, con la particularidad de que en el colegio se enseñaba no sólo el castizo, sino también el purépecha y, sobre todo, se formaban sacerdotes que fueran españoles y criollos legítimos”. (Pág.25)
Aquí un dato importante: “La fundación del Colegio ocurrió en 1540 y don Vasco le puso el nombre de San Nicolás, en honor a San Nicolás de Bari, patrón de su pueblo natal: Madrigal de las Torres…” Establecida en Pátzcuaro, esta institución fue trasladada en 1580 a Valladolid, hoy Morelia, dando lugar en 1917 a la célebre Universidad Nicolaíta, aún en funciones. 
 
APRENDER Y ENSEÑAR
VOLVAMOS a lo que Fray Ginés cuenta en la novela de Munguía Espitia: “ “Luego (Don Vasco) me describió las tareas que realizaba y que tenían como finalidad formar una nueva polis con españoles, criollos, mestizos y demás. La idea era integrarlos sin que desaparecieran las diferencias. Él creía que la riqueza estaba no en la uniformidad, sino en la diversidad. Con una condición. Que la desemejanza  no se transformara en oposición. En la cultura la disimilitud  hace creer que ésta surge porque unos son mejores, superiores, y otros inferiores, peores, lo que es un error”. (pág 57)
Muy ilustrativa, para los fines de comprender cómo sería un centro integrador, lo que describe el Fray Ginés de Munguía: “Después recorrí los talleres de alfarería y ví como los maestros enseñaban su ciencia a los jóvenes aprendices. Fui a la escuela y miré cómo se enseñaba el español y a escribir y leer el purépecha. Además, los niños eran fundamentalmente instruidos en la agricultura. En tanto que las niñas en las labores del hogar, como la hechura de prendas textiles, bordaos, costuras, cocina, cuidados de la huerta y granja familiar”.
No sé a usted, amable lector, pero esto también me remite –con las comprensibles diferencias-, a las escuelas racionalistas del garridismo en Tabasco.
La novela de Munguía Espitia es pródiga en reflexiones y en el relato de los abusos sufridos por los indígenas no sólo a manos de los encomenderos, sino también de sus subordinados. Quise detenerme, sin embargo, en un aspecto central de la Utopía no sólo de Vasco de Quiroga, una utopía que sigue presente en reiterados intentos por construir una sociedad más justa.
Queda mucho por decir de Tata Vasco, pero más aún de la organización comunitaria original que ha inspirado aciertos y desaciertos, pero que sigue vigente.
El libro de Munguía Espitia fue publicado bajo el sello de Ediciones Proceso, en cuya revista es colaborador de su sección de Cultura.
 
AL MARGEN
EL PLAN de Sembrando Vida coincide con proyectos impulsados por el actual equipo de Joe Biden (EEUU). Puede tener un valioso impacto social y ambiental. Se espera que en el caso mexicano se rescaten más especies nativas en agroforestales y se aproveche la experiencia de los investigadores nacionales. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )  
 
 

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