Los desastres, naturaleza y sociedad; costos y pérdidas cada vez mayores

Lunes, 13 de Septiembre de 2021 00:04 Editor
Imprimir

 Escala Crítica/Columna diaria

*Tan sólo por apoyos directos en Tabasco y Veracruz: 5000mdp
*Pobreza: prevenir es mucho mejor que recuperar…a medias
*Cada año: un círculo vicioso entre desigualdad y catástrofes
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LOS DESASTRES derivados de fenómenos naturales cuestan cada vez más. El año pasado el gobierno federal destinó más de 2 mil 380 millones de pesos en apoyos a cerca de 250 mil familias afectadas por las inundaciones en Tabasco y Chiapas; este 2021, para los damnificados por las reciente tormentas en Veracruz, Puebla e Hidalgo se estimaron recursos por 2 mil 472 millones para unas 112 mil familias. Esta tan solo en respaldos directos. No suman aquí los costos para la reparación de infraestructura y otro tipo de acciones.
En estos días se realiza un censo de afectados por las lluvias y derrumbes en el Estado de México. Y en la lista de espera están Guerrero, Michoacán, más los que se sumen porque faltan tres o cuatro meses de intensos fenómenos meteorológicos.
Los desastres derivados de estas condiciones son factor de empobrecimiento de naciones y familias. Se calcula que cada año unas 24 millones de personas caen en la pobreza por sequías o inundaciones. Otros países, como Haití tienen miseria sobre miseria por los terremotos y huracanes.
En mayo de 2017, Robert Glasser, alto funcionario de Naciones Unidas, advirtió que estas catástrofes podrían tener un costo anual de un billón de dólares a la economía mundial en dos décadas. El doble de lo que cuestan hoy. Es urgente, señaló, mejorar sus políticas de prevención de riesgos y también de medidas ante el cambio climático.
Actualmente se registran el doble de desastres asociados a fenómenos naturales que hace 40 años. Cada vez más catastróficos porque somos más habitantes y hay más infraestructura y centros de producción que se dañan.
La prevención de desastres no sólo salva vidas, también incentiva la inversión porque promueve un ambiente estable. Evitar costosos daños es determinante para un desarrollo sostenible a largo plazo.
Es necesario, como usted sabe, tener seguridad territorial.
 
CONTRA LA ECONOMÍA Y LA VIDA
HEMOS escrito sobre el tema no sólo año con año, en ocasión de los recurrentes impactos de las inundaciones en Tabasco. O las sequías. Esta vez quisiera compartir con usted algunas observaciones de Mary B. Anderson, que publicó un interesante estudio: “¿QUÉ CUESTA MÁS, LA PREVENCIÓN O LA RECUPERACIÓN?”
Señala entre otros aspectos: “El argumento básico de integrar la conciencia del desastre con la planeación del desarrollo es que resulta antieconómico no hacerlo así. El valor de la propiedad perdida por el desastre (el valor absoluto de los costos directos) es superior en los países desarrollados que en aquellos en vías de desarrollo, pero las pérdidas como un porcentaje de la riqueza nacional son 20% superiores entre éstos últimos”. No puede haber desarrollo, mejoría en la calidad de vida, si no se atacan los riesgos.
Añade: “Los desastres los perjudican (a los pueblos) sobre todo porque pobreza y desastres se refuerzan mutuamente, debilitan los incentivos para el desarrollo y en especial lastiman el sector informal. Las sociedades no se deciden por la prevención o la recuperación, simplemente compran algo de cada una de ellas. El problema es cuánto comprar (qué hacer). De manera general, los países desarrollados optan más por la prevención de los desastres que por la recuperación”.
En el caso mexicano, y en especial de Tabasco, en los años pasados se atendió más a la relativa recuperación (nunca se recobra del todo) que a la prevención. Más todavía si tomamos en cuenta que se estableció un Fondo para desastres cuyo objetivo oficial se dirigió a la reacción más que a la gestión previa. Y, según denunció el propio presidente López Obrador, la mayor parte de los recursos se quedaron en el camino.
 
LA POBREZA COMO DESASTRE
VOLVIENDO a Anderson, comenta –entre otras cosas- que “para evaluar los costos de un desastre tenemos que considerar tanto el impacto inmediato sobre activos físicos, empleo y producción, como el impacto sobre el futuro panorama económico. Los costos se evalúan en tres categorías: directos, indirectos y secundarios. Los directos, que incluyen existencias de bienes de capital e inventarios, generalmente se valoran como el costo de remplazo. Los indirectos, reflejados en ingreso perdido, empleo o servicios, son aquellos que resultan de capacidad productiva perdida. Los secundarios aquellos que se derivan del menor crecimiento económico, incluyen mayor deuda nacional, inflación y equilibrio de déficit comerciales. Los costos secundarios también incluyen efectos sobre el ingreso o redistribución del bienestar en virtud de cambios en precios o una respuesta particular al desastre”.
Publicado por la “Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1994”, el texto mencionado apunta la relación entre desastres y desarrollo, lo que para la gente común se traduce en catástrofes y calidad de vida. La pobreza en sí es ya un desastre…y no hay desastres naturales.   
 
AL MARGEN
EL GOLPE DE ESTADO en Chile, el 11 de septiembre de 1973, dio inicio no sólo a una sangrienta y criminal dictadura sino también sirvió para que en ese país comenzara el experimento del modelo económico neoliberal en América Latina, publicó Fernanda Hernández en Expansión. El texto dedicado a recordar ese otro once de septiembre coloca en el contexto los inicios de un sistema que a lo largo de más de 40 años ha costado decenas de miles de muertos por la violencia de la pobreza y el hambre, que se suman a los asesinados en las brutales represiones para sostener a los regímenes autoritarios. La dictadura establecida apoyada por Estados Unidos se mantuvo hasta 1990. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )