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Home Escala Crítica JULIO SCHERER, UNA VISITA A SU OBRA EN PARALELO: LOS LIBROS DEL PERIODISTA

JULIO SCHERER, UNA VISITA A SU OBRA EN PARALELO: LOS LIBROS DEL PERIODISTA

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 Escala Crítica/Columna diaria 

 
* La frase sin adornos atrapa los hechos; palabras como dardos       
* Retirado de la dirección de Proceso, siguió haciendo periodismo
* La capacidad de síntesis y la ética valora la inteligencia del lector 
Por Víctor M. Sámano Labastida
FUNDÓ el periodismo moderno, se dice de Julio Scherer. Se dice bien. En este espacio me referí al fundador de la revista Proceso y al director del mejor Excelsior a propósito de su fallecimiento (“Julio Scherer, el periodista obstinado: los hechos como regla”); ahora, encomendado a la paciencia del lector, cumplo con una breve revisión de su labor reflejada en sus libros. Su vida y su obra son referencias que nos deben dejar una enseñanza.
Es tiempo, me parece, de ubicar lecciones de escritura con Julio Scherer (1926-2015), como mínimo homenaje a su visión periodística. Reacio a los homenajes, quizás don Julio no aprobaría el sentido de estas líneas, que además pretenden ser de utilidad general mientras hacen evidente una experiencia personal (como lector de su prosa). 
Como excusa para este ejercicio asumo la fragilidad de la memoria. Dijo el académico francés Emile-Auguste Chartier: “La ley más hermosa de nuestra especie es que lo que no se admira se olvida”. No sólo mirar, admirar: ver en sus cualidades. Por esa razón, el tiempo de Scherer sigue siendo un tiempo vivo. Alguien dijo: vivirás mientras haya alguien que te recuerde.
       
MÁS CONTENIDO, MENOS RUIDO;
UNA FÓRMULA NECESARIA
 
EN UNA HABITACIÓN  estrecha las ideas se comprimen, puntualizó el novelista ruso Fiódor Dostoievsky. Puede aplicarse al estilo de Scherer: comprimir, para impactar. No usar más palabras de las necesarias. Podar. Alguna vez le preguntaron a  Riszard Kapuscinski por la frase perfecta. El periodista polaco dijo: “En la frase perfecta no sobra ninguna palabra”. También dijo algo así como en cada página que escribo hay centenares que he leído. Scherer trabajó en esa dirección, conocedor de la prisa pero también de la inteligencia del lector. Y si no somos lectores avispados, pues ‘ni picha ni cacha’ el escritor, sea cual sea su nivel. Muchos libros voluminosos lo son por pedantería intelectual: subestiman con explicaciones y reiteraciones a sus lectores. Brevedad, concisión, recomiendan los clásicos. Profundidad.
Bajo esta perspectiva, resulta significativo que ninguno de los 22 libros de Scherer rebase las 220 páginas (en letra grande y con espacios en blanco), mientras los temas que aborda se antojan de largo aliento: poderosos y vasallos, corrupción omnipresente, entrañas del crimen organizado,  entrevistas desde el pináculo del poder o el abismo de la cárcel, soledad del éxito y morbo del fracaso. Todo con una prosa afilada. En Scherer no falta el adjetivo preciosista, pero esa aparición depende de la exactitud para describir un hecho. En su libro Los Presidentes, don Julio cuenta cómo lee por deber profesional unas entrevistas a Miguel de la Madrid. El señor de Los Pinos hace gala de prudencia en sus respuestas y no compromete juicio alguno. Páginas sin brillo, para la adulación presidencial. Entonces don Julio maneja el adjetivo “tibio” y el sustantivo “tibieza”, que fatalmente caracterizaron el quehacer público del ex presidente de la Madrid. No había  que agregar más.
Las palabras, no sólo las cosas, ‘caen’ por su propio peso.        
En los años ochenta, luego de una batalla periodística que Scherer y Vicente Leñero con riesgo de muerte pierden con Manuel Bartlett (entonces poderoso secretario de Gobernación) y su emisario José Antonio Zorrilla (sentenciado después como autor intelectual del asesinato de Manuel Buendía), Scherer cuenta su impresión de una comida con Bartlett: “Ningún fuego pudo encender nuestra plática”. 
Nada que agregar: desencuentro total. 
 
EL GANCHO AL HÍGADO 
Y EL BOXEADOR SUCIO  
 
LA PROSA de Scherer es lección de escritura por la búsqueda de las palabras exactas que se ciñan a los hechos. Lo dijo reiteradamente: al periodista lo avalan los hechos; también a las palabras con asidero. No hay mejor lección de estilo, independientemente del género periodístico o literario que se quiera practicar. La claridad es el resultado de la exactitud en la selección de palabras e ideas que definen conflictos. Desde luego, el proceso de observación y la capacidad de comprensión acompañan al escritor o periodista, sin más apoyo que su intuición e inteligencia. No hay técnicas infalibles para la creación de un texto, sino la práctica personal a lo largo de una vida como lector y escritor. Scherer fue un gran lector y así aprendió a disfrutar con las palabras.  
En este sentido, la capacidad de síntesis resulta otra ruta hacia la exactitud. Scherer cultivó la brevedad a través de la síntesis. Ahí estuvo su secreto para ser profundo sin armar libros regordetes o propensos a la obesidad. Rechazó las florituras y garigoleos, que distraen al lector de lo esencial. Scherer no renunció a la complejidad de sus temas: los pulió como diamantes para ofrecer su brillo. 
Véase el texto de Scherer sobre Luis Echeverría en el número especial de Proceso por sus 30 años de existencia (2006). ¿Cómo sintetizar la larga historia de pleitos entre político y periodista, sin perder efectividad en el relato y sin dar largas explicaciones? 
Recurriendo al lenguaje figurado: “Los aficionados al box sabemos que no hay golpe como el gancho al hígado. La violencia de su impacto trastorna el cerebro y descompone el cuerpo de la víctima”. Y luego se le asesta un gancho al hígado al adversario: “Luis Echeverría, boxeador sucio, perdió los grandes combates de su vida”. La síntesis metafórica le ahorra a Scherer párrafos literales de sus conflictos con Echeverría. Eso es ahorrar espacio y atacar lo esencial. Una muestra mayor se puede encontrar en los textos publicados a propósito del fallecimiento de Julio (“El periodismo frente al poder”, Proceso 1993, 11/I/2015)
 
LA ÉTICA COMO ESTÉTICA: 
DE FRENTE A LAS PALABRAS
 
NO SÓLO disfrutó de las palabras, Scherer las miró de frente. Hay aquí un elemento ético de la escritura que vale la pena mencionar. Cuando el estilo en periodismo es serpenteante y confuso, algo anda mal pero no sólo en la técnica expresiva, es posible que también en el plano existencial. Hipótesis significativa: Scherer apostó por la brevedad, la claridad y la exactitud en su obra, porque su vida como periodista se ciñó al carril ético. Sin torceduras de peso ni servilismo frente al poder, su estilo pudo ser cristalino.
AL MARGEN
AGRADEZCO a mi amigo Pablo del Ángel, lector disciplinado y voraz, su aportación a este texto a cuatro manos. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
            
 
 

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